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Estaba sobre una superficie dura, mi espalda estaba tiesa y hacía un frió que me entumecía los dedos pero a pesar de todo me sentía muy cómoda, un olor que no reconocía llenaba mi nariz y al abrir los ojos me encontré con un centenar de butacas vi...

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Estaba sobre una superficie dura, mi espalda estaba tiesa y hacía un frió que me entumecía los dedos pero a pesar de todo me sentía muy cómoda, un olor que no reconocía llenaba mi nariz y al abrir los ojos me encontré con un centenar de butacas vinotinto frente a mis ojos, me senté de un salto y miré a mi alrededor procesando donde estaba, me había quedado dormida en el teatro; apoyé mi cabeza en mi mano unos segundos mientras trataba de calmar el susto inicial de levantarme en un lugar que no reconocía cuando me di cuenta que estaba sola en el medio del escenario.

Me alarmé nuevamente.

Miré a mi alrededor buscando cualquier tipo de señal de Ruggero pero no había nada y fue entonces cuando me percaté de que estaba cubierta con su abrigo, sonreí levemente. Giré mi cabeza en dirección al lugar donde se supone había estado él y me encontré con su gorro de lana y un pedazo de papel rasgado, tenía una caligrafía bastante desprolija lo que me causo gracia, solo decía "volveré en un rato, no te asustes". Respiré profundo y me puse de pie estirando mi cuerpo, mi espalda inmediatamente crujió y mis piernas estaban rígidas pero luego de una sacudida estuve bien, me coloqué el gorro de lana rojo y doble su abrigo sobre mi brazo.

Empecé a caminar por el lugar absorbiendo con mi mirada todo lo que podía acerca de esa preciosa obra de arte anónima, según habíamos estudiado en clase, el dueño del lugar era un hombre muy adinerado que lo construyó para complacer a su esposa pero ella no estaba conforme con el resultado final, así que, se negó a abrirlo; hasta que un día caminando por la calle descubrió a este artista y le exigió que pintara sobre su teatro, él aceptó a cambio de que su nombre no fuese nunca publicado. Era una historia bastante sencilla pero le habíamos dedicado más de un mes en clase para estudiarla y yo estaba completamente enamorada de ella. Mis pasos eran lo único que resonaba por todo el lugar mientras que como una niña exploraba todo lo que a mí alrededor había, sabía que ya era de mañana pero no quería asumirlo todavía, aún tenía que despedirme de Ruggero.

Me senté en uno de los balcones altos con mis piernas sobre la baranda y mi cabeza completamente mirando al techo, un diseño de ángeles alrededor de varias nubes y personas estaban perfectamente pintados; metí las manos en los bolsillos del abrigo y el teléfono frió y sin vida cayó en mis manos, lo saqué y me quedé observando el aparato como si fuese algo extraño, que no conociera, y es que después de pasar toda una noche sin él y sin las llamadas constantes de Will o las demandas de Grace quería deshacerme de él para siempre. Reí ante lo ridículo que sonaba la idea de vivir sin teléfono celular por el resto de mi vida.

-¿Es una risa lo que escucho?- bajé los pies rápidamente de la baranda y me asomé, estaba usando solo su chaqueta y venía con dos bolsas marrones y cafés en sus manos.

-Efectivamente, es una risa lo que escuchas- dije riendo mientras guardaba nuevamente el teléfono en mi bolsillo.

-¿Vienes o tengo que subir yo?- preguntó con una sonrisa gigante.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora