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N/A: Cuando los *** aparezcan reproduzcan la canción.

Durante mucho tiempo la yema de sus dedos dejaron caricias por toda mi espalda desnuda, su nariz se hundió en mi cabello y sus labios recorrieron mi cuello, por mucho tiempo su sola presencia me absorbió completamente dejándome en un trance del qu...

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Durante mucho tiempo la yema de sus dedos dejaron caricias por toda mi espalda desnuda, su nariz se hundió en mi cabello y sus labios recorrieron mi cuello, por mucho tiempo su sola presencia me absorbió completamente dejándome en un trance del que deseaba no salir nunca; los atisbos de barba que empezaban a mostrarse me hicieron cosquillas cuando intentó besar detrás de mi oreja haciéndome reír levemente casi como una niña pequeña, me giré envuelta en sus brazos y lo observé fijamente, sus ojos color café estaban aún somnolientos pero brillaban como era costumbre y la comisura de sus labios estaba ligeramente elevada.

-¿Por qué estás tan alegre esta mañana?- pregunté sintiendo mi voz ronca debido al sueño.

-Porque te tengo conmigo, porque me levanté y lo primero que vi fue tu rostro y porque te amo- sus palabras fueron tenues y calmadas, como si estuviese hablando del clima pero se calaron hondo en mí pecho.

Solo teníamos una noche más.

Envolví su cuello con mis brazos y lo atraje a mi cuerpo con una sonrisa, escondí mi rostro en la unión de su mandíbula y su cuello inhalando completamente su aroma, uno de sus brazos se apretó en mi cintura y la otra se elevó a mi nuca retirando todo el cabello desordenado de mi espalda. Dejé un beso tenue sobre su clavícula antes de separarme y sonreírle ampliamente, estaba feliz, por esos minutos encerrados en su habitación de adolescente, por las sabanas cálidas que cubrían nuestros cuerpos y por las pequeñas y casi imperceptibles caricias que estaba dejando sobre mi piel tibia. Estaba feliz.

Un golpeteo suave en la puerta lo obligó a separarse de mí dejando un beso en mi frente, se puso de pie y arrastrándolos se acercó a ella y la abrió un poco, lo suficiente para que yo pudiese ver al delgado y bronceado hermano de Ruggero.

-Mamá dice que ya está el desayuno- le dijo con una sonrisa antes de guiñarle un ojo e irse. Ruggero se giró en su lugar luego de cerrar la puerta y me miró al mismo tiempo que se rascaba la nuca antes de estirarse completamente.

-Será mejor que salgamos antes de que ella venga por nosotros- se rió pero podía ver sus mejillas teñirse de un rojo tenue mientras hablaba.

-¿Qué hora es?- dije finalmente quitando las sabanas de mi cuerpo para sentarme en el borde de la cama, pasé mi mano por mi cabello intentando arreglarlo un poco antes de ponerme de pie.

-Casi las once- giré mi cabeza rápidamente en su dirección a medio camino de levantarme completamente, él se encogió de hombros en su lugar y señaló el baño con la cabeza –ve tu primero, yo acomodó aquí- asentí sonriendo antes de caminar hasta el baño.

Al pasar por su lado me detuvo tomando mi mano y llevándola a sus labios, dejó un ligero beso que fue casi imperceptible antes de sonreírme y dejarme ir; cerré la puerta tras de mí y recosté la cabeza contra la madera gruesa, necesitaba respirar y calmar mi mente que ni bien se había despegado de la almohada había empezado a correr en círculos nuevamente. No había visto mi teléfono desde casi veinticuatro horas y sabía que me encontraría con muchas cosas cuando decidiera hacerlo pero simplemente no podía, no en esa casa y con él a mi lado, tenía que encontrar una manera de solucionar todo, de arreglar este desastre y tenía que hacerlo rápido, no podía darme el lujo de perderlo.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora