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El domingo me desperté más tranquila luego de haber llorado en los hombros de Kathia hasta cansarme, todos estaban durmiendo cuando bajé hasta la cocina y me preparé un café; miré a través de la ventana al cielo nublado pero con toques de naranjas...

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El domingo me desperté más tranquila luego de haber llorado en los hombros de Kathia hasta cansarme, todos estaban durmiendo cuando bajé hasta la cocina y me preparé un café; miré a través de la ventana al cielo nublado pero con toques de naranjas y rosados que anunciaban un nuevo día, me recosté en la encimera esperando a que la cafetera hiciera su trabajo, mirando alrededor de la cocina, en donde tantas cosas felices de mi vida habían sucedido, me encontré con mi teléfono sobre la pequeña mesa de madera que usábamos para desayunar, lo había silenciado y sin tenerlo cerca había estado mucho más tranquila.

No lo había llamado.

Kathia no quiso explicarme cómo es que sabía de él y por qué le pareció correcto decirme que lo llamara pero tampoco insistí mucho, miré el teléfono sobre la mesa de madera y bufé. La cafetera hizo un leve sonido anunciando que había terminado su trabajo así que me giré en mi lugar y saqué una taza de cerámica del estante y vertí el líquido caliente, soplé un poco sobre el borde antes de darle el primer sorbo y maldecir en voz baja. Me pasé la mano por el cabello y nuevamente me giré en dirección al aparato sin vida.

-Al diablo- dije luego de varios segundos mirándolo, caminé hasta la mesa lo recogí y salí en dirección al jardín.

La mañana estaba bastante fría pero mi pijama era lo suficiente abrigada como para soportarlo, me senté en la silla-columpio de madera que papá le había regalado a mamá para uno de sus aniversarios y me cubrí con la pequeña manta que ella se aseguraba de mantener ahí. Dejé la taza a un lado y sin prestar mucha atención a los mensajes y llamadas perdidas fui directamente a la lista de contactos y busqué su número, lo había agendado como "R" y al encontrarlo sin meditarlo mucho, porque me arrepentiría, llamé.

El teléfono repicaba en mi oído y me mordía una uña de la otra mano, ¿Qué iba a decirle? Separé el aparato de mi oreja para asegurarme que estaba llamando al número correcto y luego volví a ponerlo, después de varios segundos más repicando me envió al buzón de voz, colgué y dejé el teléfono a un lado para tomar mi taza de café y hacer lo que inicialmente tenía pensado, sentarme allí y relajarme. Quizás esto era una señal del destino diciéndome que lo dejara.

El calor del café mantenía mis dedos tibios y me hacía sentir tranquila, estiré mis piernas y cerré mis ojos absorbiendo la tranquilidad y paz de mis alrededores; no había gente gritando, no habían vestidos exagerados y no se escuchaba ni un poco el sonido de los autos pasar por la calle con sus bocinas, todo era paz y tranquilidad, lo que mi cerebro y yo más necesitábamos. Se sentía extraño estar sola, hacía mucho no estaba completamente sola con mis pensamientos corriendo libres por mi cabeza, desde que conocí a Will él siempre estuvo a mi lado para todo y a pesar de todo.

El recuerdo de una yo de diecinueve años sentada en un café del campus cubierta por una pila de libros y cuadernos riendo estruendosamente debido a los chistes que este rubio chico estaba haciendo me hizo sonreír, éramos unos niños sin una sola preocupación mas que lograr mantenernos en el cuadro de honor y cumplir con nuestras clases; desde el principio me había dado cuenta que estaba perdidamente enamorada de Will, no le había tomado más que un par de citas y algunos paseos por el campus para tenerme completamente enamorada, era de esa clase de chicos con los que chicas como yo solo podíamos soñar en nuestra adolescencia. La primera vez que lo había visto me había dejado completamente anonadada, llevaba un traje sin la corbata y el cabello perfectamente peinado de lado y una sonrisa que derretiría a cualquiera, y él simplemente había decidido acercarse a mí, sentada junto a Tessa mientras mirábamos en todas las direcciones sorprendidas.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora