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Las próximas dos horas el teléfono sonó tanto que debí silenciarlo, había pasado todo ese tiempo sentada en el balcón arropada con nada más que una cobija y con una taza de café que hacía mucho tiempo se había acabado, me había dedicado a mirar a ...

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Las próximas dos horas el teléfono sonó tanto que debí silenciarlo, había pasado todo ese tiempo sentada en el balcón arropada con nada más que una cobija y con una taza de café que hacía mucho tiempo se había acabado, me había dedicado a mirar a la gente bajo mis pies vivir una vida mientras ignoraban completamente la mía; William había intentado acercarse pero nunca le respondí, ya no tenía nada más que decirle, ya no podía sentir más nada, mientras más tiempo pasada ahí encerrada más me sentía consumirme y ya no tenía nada que decir, simplemente necesitaba silencio, silenciar a Will y a su madre, silenciar mi teléfono, silenciar mi cabeza, solo silenciarlo todo.

El viento frío estaba congelando todo de mi cuerpo pero no lo sentía, solo estaba allí como si no pudiese sentir nada, si cerraba los ojos podía sentir mis pulmones clamar por oxígeno, allí sentada estaba recordando cada palabra que Grace VanDerWood me había dicho una vez, estaba recordando cada humillación y cada vez que me había echo sentir como si yo no valiera nada, ¿en qué momento se lo había permitido? ¿En qué momento había dejado que acabaran conmigo? Los pasos de Will se acercaron nuevamente al balcón y lo sentí sentarse a mi lado en completo silencio, él sabía en lo que estaba pensando.

-Karol...- habló luego de un rato.

-Por favor no digas nada, solo vete, por favor...- susurré y luego de varios minutos lo sentí levantarse y dejarme completamente sola.

Giré mi cabeza a un lado al escuchar risas y me di cuenta que un par de niñas en el pent-house de al lado estaban sentadas en el balcón jugando con barbies, su inocencia me recordó a eso que solía ser y ya no era, sentí mi pecho apretarse ¿Cómo es que había terminado así? No podía seguir así, iba a perder mi cordura si no me detenía, el vacío que sentía en mi interior me asustó terriblemente porque esta no era yo; había cortado cualquier relación con mi yo real y la había enterrado en lo más profundo de mi ser y ahora que la necesitaba no estaba, yo me había encargado de apagarla.

No sé si fueron minutos u horas los que pasé en ese balcón, solo sé que cuando entré a casa estaba más perdida que al salir.

Las sabanas se sentían frías contra mi piel, el colchón ya no era lo más cómodo que había sentido en mi vida y la oscuridad ya no era placentera sino abrumadora; miré el techo fijamente durante lo que se sintió una eternidad hasta finalmente me quedé dormida entre sollozos silenciosos.

*

Esa mañana desperté sola, como hacía mucho tiempo y me levanté lentamente, como si cada extremidad de mi cuerpo pesara una tonelada, arrastré los pies hasta la cocina y al llegar lo único que logre digerir fue un vaso de agua y una taza de café, miré el balcón y la cobija enrollada sobre la silla, dejé la taza sobre la encimera y fui a recoger el desastre, abrí la puerta corrediza y rápidamente para evitar congelarme, mas por instinto que por otra cosa, tiré de la cobija y recogí la taza. Cerré la puerta detrás de mí y dejé caer la cobija sobre el sofá de la sala antes de volver a la cocina por mi café, me senté en un taburete y miré a la pared intentando procesar toda mi vida, vi todo lo que había sido y vi todo aquello que no seria.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora