☀17. Un extraño vecino☀

248 25 6
                                    

Rodrigo

Papá esta rebosante de alegría. Los doctores han visto un gran avance con su invalidez temporal, de hecho, últimamente se ha quedado con la ayuda de las muletas. Lola para mi suerte ya no es imprescindible y otra enfermera es quien llega a chequear.

Recuerdo que acepté  trabajar en la librería por tal de callar a la insistencia de mi amigo Felipe y también por  hacer algo productivo debido a que deserté en la academia de gastronomía. La cocina es mi fuerte, pero odiaba la presión que se ejercía en las prácticas, por mas que intenté acoplarme a esa forma de trabajo fue difícil seguir por lo tanto terminé rindiéndome. Mi tío Sergio me ofreció empleo en uno de sus tantos restaurantes pero también lo rechacé porque me sentía hastiado y molesto por el motivo de toda aquella presión que provocaba hacer perder mi inspiración; luego mi tía Margot quería convertirme en modelo para su linea de ropa, pero ¡diablos! yo no me considero apto para tal cosa.

Mi familia es adinerada, con eso quiero decir que mis tíos, abuelos y bisabuelos poseen negocios bastante rentables, sin embargo mis padres que prefieren hacer lo que sienten por vocación y no por dinero optaron por empleos mas modestos, por hacer una comparación al resto. Mamá como niñera y papá como maestro de primaria. Raquel, mi hermana mayor había optado por las ambiciones típicas familiares por lo tanto ella si aceptó ser modelo de nuestra tía Margot.

Todo iba progresando de maravilla, tanto que parecía demasiado bueno tanta suerte. Pero quierase o no, un día esos momentos acaban siendo reemplazados por la oscuridad... por decirlo así. Y en este caso, el accidente de papá fue el detonante para despertar de ese paraíso.

Estaba malgastando dinero en el centro comercial con una chica que tiene nombre de desierto... Sahara, no era mi novia, solo nos gustábamos pero me agradaba comprar cualquier pequeñez que ella quisiera. Estábamos tan ocupados en elegir cuál llavero con luz comprar que no me di cuenta de las veinte llamadas perdidas de muchos de mis familiares, hasta que por una corazonada revisé mi celular, pensando en que se debía a que estaban exigiendo mi presencia para llegar a la casa de mi tío Sergio para ayudar a organizar la futura boda de Raquel, pensé en dejarlo pasar y llamar hasta después, pero ver que mamá había llamado cinco veces seguidas comenzó a preocuparme. Ella no solía marcar así.

Una  nueva llamada entrante me hizo reaccionar, al contestar la noticia de papá me dejó conmocionado y solo actúe por impulso. Recuerdo que solo corrí al estacionamiento dejando a una Sahara molesta y berrinchuda, no me importó conducir como loco ni pasarme algunas señales, solo quería llegar al hospital.

Tenía un miedo enorme de perderlo.

Al nomas llegar exigí ver a mi padre, a pesar de los vigilantes que a toda costa evitaban que yo ocasionara un disturbio, mamá fue quien se apresuró a calmarme y entre lágrimas me explicó lo sucedido.

Al salir de la escuela, papá venia conduciendo, en una curva los frenos fallaron y provocaron que se perdiera el control y cayó en un barranco. Sufrió heridas graves y le tuvieron que hacer una intervención quirúrgica.

Pero había algo que no encajaba para mi. El auto se encontraba en perfecto estado durante la mañana, ni siquiera tenia tanto tiempo de uso, además papá no se excedía con la velocidad a diferencia de Raquel y yo, mientras muchos de mi familia exigían hacer una demanda contra la empresa del auto, yo pedí que se investigara sobre el caso.

Las horas se hacían demasiado largas y desesperantes, hasta que por fin se nos informó el estado de mi padre. La operación había presentado ciertas complicaciones y entre ellas se determinó que él no podría caminar durante un buen tiempo así que se necesitaba de ayuda profesional para recuperar la movilidad.

Antes de que cierres los ojos. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora