29 de diciembre, 2017
—Hola, corazoncito de hielo —me da un beso sonoro en la mejilla— ¿Cómo has estado?
—Todo bien —le sonrío, emocionada. Hace tiempo que no veía a mi amigo.
Renato se acomoda a mi costado y empieza a observar el menú rápidamente. Cuando decide qué va a pedir, voltea a sonreírme sin mesura.
—Argentina es hermosa. Bueno, la parte que llegamos a ir.
— ¿Y esa fue? —me la repitió como diez mil veces antes de viajar, incluso durante su viaje pero hasta ahora no me acuerdo cuál fue.
—Bariloche —respondió, despreocupado. Él ya me conoce y sabe los problemas de memoria que tengo.
Hago un recuento de lo poco que conozco de esa zona. Nieve, esquiar en la nieve, zona llenas de nieve y completamente blancas... ¿Me falta algo? Bueno, la nieve es lo esencial.
—Siempre he querido conocer la nieve.
—Desventajas de nacer en un país latino y que en Navidad el calor nos queme —se burla.
Resoplo y asiento con la cabeza. Estamos diciembre a poco de ser enero y el sol quema, literal; una no puede salir a la calle sin que el sol esté allí presente en cada paso que das. No me imagino cómo serán los siguientes meses de verano.
Renato y yo nos quedamos observando la mesa sin ningún intercambio de palabras entre nosotros. A veces, el silencio me perturba así que empiezo a hablar lo primero que llega a mi cabeza.
— ¿Todo bien con Erika?
—Mare me contó que estuviste teniendo problemas con el doctorcito —enarcó una ceja manteniendo su gesto serio.
—No sé si me estás diciendo eso para desviar el tema o es porque hace rato querías decirme ello pero no te animabas.
—Lo segundo —soltó una carcajada después de pronunciar esas palabras.
—Solo que creo que esto no funcionará —confieso, apenada—. Le dije que sí de manera muy rápida sin pensarlo dos veces. Aun me siento presionada cada vez que él me observa como si estuviese pidiéndome algo, tal vez he estado tanto tiempo protegiendo mis sentimientos que no me he dado cuenta que estoy dañando los de otros.
—Eso es lo más lindo que has dicho en años —finge lloriquear. Hasta se frota los ojos como si realmente hubiera estado llorando.
Me rio ante su tonta actuación y, a los segundos, él empieza a reírse junto conmigo. Es que mi fusión entiende que no me gusta hablar seriamente sobre temas que me avergüenzan.
—Pero es cierto —digo entre risas—, yo quería protegerme para que lo sucedido hace muchos años no vuelva a pasar y creo que estoy haciendo lo mismo que me hicieron a mí.
ESTÁS LEYENDO
Cómo me conquista el doctor de mis sueños en 21 semanas ©
Roman d'amourBienvenido al mundo de las inseguridades, las conquistas y el amor.