Capítulo 27.

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—Bueno, estoy muy orgulloso de nuestro trabajo.—alardeó Tristán satisfecho.

Estaban dentro de los pasadizos subterráneos del castillo. Las cápsulas mágicas habían hecho efecto al tocar el suelo, proyectaron la ilustración de tres tigres furiosos, llamando la atención de los guardias. Los jóvenes aprovecharon la distracción y entraron a la cueva por una escotilla oculta entre unas piedras enormes.

Ahora caminaban por el trayecto marcado en el reloj de Arwen, hasta los momentos no se habían cruzado con ningún obstáculo, algo que les resultaba sospechosamente sencillo.

—Deberíamos apresurarnos, no pasará mucho cuando las Trix se enteren de los inusuales tigres siendo perseguidos por sus guardias.—comenta Azucena caminando de espaldas para vigilar todo el radio. 

Tristán estaba cuidando su espalda, debían estar alertas a cualquier cosa. Arwen seguía de líder y Adora iluminaba el camino con una esfera de luz.

La pelirroja estaba asqueada por el sitio, podía jurar que no ha sido recorrido en años: agua goteando en cada rincón, telarañas e insectos muertos en ellas, un olor putrefacto rodeaba los pasillos. Adora se contenía las ganas de vomitar.

—Estoy muy segura de que no soy apta para esta misión.—admite observando las paredes con repulsión.

—Respira por la boca, el hedor no pega tanto.—recomendó el rubio mirándola de reojo.

El hada de la luz lo intentó, sin embargo, el mal olor regresó a los segundos.

—No estoy acostumbrada a estos ambientes,—hace una mueca.—es asqueroso.

—Ninguno lo está, enana.—se metió Tristán con un tono sarcástico.—Vivimos en palacios libres de cualquier pizca de polvo, solo debes dejar de pensar en eso.

Arwen se detuvo de golpe, alzando el brazo a la altura de su hombro para que el resto parara su andar.

—¿Escuchaste algo?.—cuestionó Adora sorprendida, Arwen tenía un oído biónico, ella y al parecer los otros solo escuchaban el goteo del techo.

El joven se mantuvo quieto, observando de reojo cada rincón mientras concentraba su audición a unos metros más adelante. Se alarmó, escuchó pasos.

—Alguien se acerca.—anunció susurrando dando la vuelta para ver a sus compañeros.

Los adolescentes buscaban desesperadamente algún escondite o medida de escape, sin embargo, era inútil, estaban en un gran pasillo con paredes a los lados, sin ningún agujero u otro camino.

—Nos van a matar.—aseguró Azucena con los ojos muy abiertos al escuchar el choque de unas espadas. Iban armados.

—¿Qué haremos?.—inquirió Arwen tirando de su cabello.

—Tú eres el líder, guíanos.—Tristán quería exclamar maldiciones a todo pulmón, pero eso le restaría tiempo de vida.

Adora, que estuvo quieta pensando, se le ocurrió una idea algo alocada.

—Rápido, todos tomense de las manos.—ordenó sujetando a su novio y a su hermano.

Azucena obedeció sin rechinar, la hija de Bloom no había practicado el hechizo como se debía, esperaba tener una pizca de suerte ese día.

Concentró su magia en el libro de hechizos que cargaba en su bolsillo, un aura dorada envolvió todo su cuerpo cuando el pequeño libro comenzó a levitar hasta que dar frente a ella; las páginas se pasaban velozmente hasta detenerse en un capítulo.

—Levitatum.—su voz se escuchó potente entre el silencio del lugar, dándole un efecto poderoso.

La luz dorada se expandió por los 4 chicos, Arwen y Tristán sintieron un cosquilleo combinado con la gran energía que emanaba la jóven; Azucena estaba impresionada del gran poder que debía tener guardado la pelirroja, un hechizo como ese requería mucha concentración y magia.

Winx Club. Nueva Generación: La Venganza De Las Trix.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora