Capítulo 3

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–¿Una mujer? –Alex miró a su amigo– ¿por qué sueno sorprendido?

–Efectivamente. ¿Por qué? –André rió, divertido– ¿no es nuevo, verdad?

–No, excepto que discutieras con una mujer tan bella como dices. ¿Acaso las mujeres no te agradecen incluso cuando las dejas?

–No seas idiota, Alex. Yo no las dejo... todo se termina. Aburre la repetición.

–¿La repetición? –soltó con incredulidad– ¿no crees en el amor?

–¿Tú sí? –André se sentó con desinterés frente a él.

–No me parece un tema relevante –contestó Alex, evitando responder la pregunta–. Mejor aclárame de nuevo: ¿se burló de ti? ¿De tu auto?

–¡Dijo que debía aprender a manejar los juguetes que me daban mis padres! ¿Qué se cree? –gruñó con fastidio. Alex rió aún más– no es gracioso.

–Es totalmente gracioso. Te ha encantado y lo sabes.

–Era hermosa, pero demasiado inteligente para mi gusto.

–¿Es en serio? –Alex se cruzó de brazos, dejando lo que escribía.

–Sí. Y demasiado para mi paciencia. Realmente no me gusta nada complicado.

–Eso lo entiendo. Es mejor evitarse las complicaciones.

–Exacto –André asintió–. ¿Asistirás a la fiesta de Anne?

–Lo dudo –Alex negó con un mohín– estoy lleno de trabajo.

–No entiendo por qué no trabajas con tu padre. ¿No crees que eso tendría más sentido que estar esclavizado aquí?

–En primer lugar, no estoy esclavizado, me gusta mi trabajo. Y en segundo lugar, prefiero demostrar mi individualidad lejos de la herencia familiar.

–Eso dolió –se quejó André torciendo el gesto.

–No me refería a ti –Alex expresó serio, pero con sus ojos azules clarísimos brillantes de diversión.

–Seguro que no –André ladeó la cabeza con cansancio–. Imagino que regresaré al trabajo. Después de todo, se supone que terminó mi hora de comer.

–¿No crees que tu padre te despedirá algún día?

–Lo haría si supiera que no estoy buscando la maestría que prometí.

–Tú tienes varias maestrías pero dudo que en algo relevante para los negocios –se burló Alex mientras André encogía los hombros y se alejaba con aire despreocupado. André era muy dedicado en su trabajo, pero eso no le quitaba la intensa dedicación a sus demás pasatiempos.

Odiaba hablar con Alex porque hacía que se sintiera culpable por haber, de alguna manera, tomado el camino fácil en la vida. Ni siquiera había intentado surgir al margen de la empresa de diseño de su padre, porque simplemente no le interesaba demasiado ese sentimiento de independencia que Alex parecía buscar con ansiedad. Él no, con tener un lugar, totalmente merecido por supuesto, en la empresa, era suficiente. Y se había esforzado, no importaba que el dueño fuera su padre, claro que no, él había empezado desde abajo, como cualquier otro empleado pero... aun así, él era el hijo del dueño. Algo difícil de ignorar.

Quizá podría buscar una maestría adicional. Había pensado algo de negocios, pero considerándolo mejor, ¿qué tal si tomaba una de diseño para variar? Para entender mejor la empresa, podía tomar un curso breve. Era una idea interesante.

Pensó en la Universidad en la que había hecho su última maestría hacía un año. Era bastante exclusiva, costosa, pero la inversión valía la pena. Pasaría a inscribirse, suponía que los cursos debían estar empezando.

Estacionó su auto y miró a su alrededor. Las instalaciones eran amplias, totalmente adecuadas y agradables. Se dirigió hacia la oficina de admisiones y llenó los formularios acostumbrados. Sonrió a la chica que lo había ayudado y se dirigió a cancelar los costos de inscripción.

Al entrar al departamento de financiamiento, tropezó con una joven que dejó caer los formularios que llevaba en las manos.

–Lo lamento –se disculparon al mismo tiempo y ella lo miró–. ¿Te conozco?

–André... –asintió con una sonrisa–. ¿No me recuerdas? Nos conocimos en una fiesta, el año pasado y salimos un par de veces...

–Sí, por supuesto –él sonrió aún más– que gusto verte de nuevo...

–Ginna –completó ella y tomó los papeles que él le entregaba–. Gracias, eres un encanto, André. No has cambiado nada.

–Nada... –André encogió un hombro y ladeó su rostro brevemente, captando la mirada burlona de una mujer, no muy lejos de ellos. Era ella...

Alessandra no podía creer el espectáculo tan denigrante que ocurría ante sus ojos.

La chica, sin poder disimular su interés evidente en un hombre que no podía recordar siquiera su nombre, parecía dispuesta a facilitarle nuevamente el camino y aún más, a salir con él si tan solo chasqueaba los dedos.

En verdad, ¿luego se preguntaban algunas mujeres por qué había hombres como él? Era obvio por qué. Cuando él elevó su mirada, se quedó clavada en su lugar. ¿Qué posibilidades había? ¡Tenía que ser una broma!

André dejó a la chica mientras se dirigía con paso firme hacia Alessandra. Ella hizo un mohín inevitable ante su proximidad.

–Que... ¿casualidad? –André elevó una ceja–. Tú, aquí.

–Es lo que pensaba decir –Alessandra le dio la espalda pero él la detuvo– ¿sí?

–¿Qué haces aquí?

–¿Por qué me lo preguntas? No es tu problema. Ni siquiera te conozco.

–Soy André Ferraz –se presentó– ¿estudias aquí? –soltó con sorpresa.

–Bien por ti –Alessandra volvió a ignorarlo.

–¿Lo haces? –insistió él y varias personas se giraron a mirarlos. Alessandra suspiró exasperada.

–Sí, estudio aquí –siseó– y, por favor, dime que tú no.

–¿Por qué no? –André ladeó una sonrisa– ¿te gustaría?

–Me fastidiaría –Alessandra contestó con sinceridad–. No me agradas y apenas te he visto unos minutos en este día. Preferiría que tu respuesta fuera no.

–No... aun –añadió con suficiencia André– estudié aquí y volveré por un curso.

–Que... interesante –murmuró Alessandra y la señorita que la atendía le extendió un formulario–. Gracias –sonrió y firmó– ¿es mi copia? Bien –se alejó.

André se había quedado sorprendido ante su sonrisa. Era bellísima, igual que ella. Parecía iluminar el lugar y eso era una novedad para él. Jamás pensó que cosas así pasaban... lo había escuchado pero le parecía una tontería. Demasiado romanticismo barato y ahora, bueno, no veía como más describirlo. Se sintió atraído y, él era André Ferraz, y André Ferraz no dejaba pasar una oportunidad así nunca y mucho menos si captaba su interés de esa manera tan novedosa.

–Espera –le tocó ligeramente el hombro– ¿a dónde vas?

–A clases –Alessandra ni siquiera lo miró, aunque se había retirado de inmediato de su contacto. André la miró, sorprendido. ¿Realmente le desagradaba?

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora