–De malhumor, eso no puede ser bueno –continuó Alex sin inmutarse por la amenaza– ¿qué pasó? ¿Ella de nuevo?
–¿Quién de nuevo? –esta vez, su prima Aurora se unía a la improvisada conversación de bienvenida–. ¿André? –interrogó.
–Nadie –siseó entre dientes, pero tal parecía que nadie le prestaba atención.
–Alessandra –contestó Christopher con una sonrisa a Aurora–. Al menos, es el nombre que escuché.
–Tú siempre tan eficiente, amor –Aurora tomó su mano con una sonrisa.
André sintió intensas arcadas. Por eso detestaba las reuniones familiares, tanta muestra de empalagoso cariño podía enfermarlo a uno. Y, lo que era peor, no eran la única pareja así. De hecho, ni un solo miembro de la reunión estaba sin pareja, excepto claro, él mismo. Y no eran que las muestras de afecto fueran exageradas o de mal gusto... sino que a él, personalmente, le resultaban molestas por alguna razón que no tenía clara. Era un fastidio.
–¿Qué pasó con Alessandra? –inquirió con curiosidad Rose– ¿vendrá?
–No, claro que... –empezó André para contestarle a su prima pero fue interrumpido.
–¿Por qué vendría Alessandra? –Marcos preguntó, apenas llegó–. ¿André?
–¿No has sabido que se reencontraron? –Danaé hizo una señal hacia Marcos, como diciéndole que le explicaría luego–. Es la pediatra de Liz.
–¿De verdad? ¡Qué casualidad! –Rose dijo con diversión.
–¡¿Se pueden callar todos?! –estalló André con impaciencia, obteniendo las miradas curiosas de los miembros más adultos de la familia–. Lo lamento –se disculpó con un hilo de voz y se dirigió a saludarlos, pues aún no lo había hecho–. Esto se termina aquí –siseó, regresando sobre sus pasos al grupo que había abandonado instantes atrás– mi vida privada ¡no es asunto de ninguno de ustedes!
–Sí que está de un carácter extraño –observó Rose, sin darle importancia– ¿creen que podríamos obtener más información de él?
–Rose –su nombre fue pronunciado con tono de advertencia, por nada menos que su esposo Ian– ¿aún no aprendes que la curiosidad no es buena?
–Ian, no me obligues a callarte –le contestó con insolencia– sabes que puedo –se burló abiertamente– título y todo, no te sirve conmigo.
–Lo sé, Rose –Ian sonrió con paciencia– pero no olvides que soy uno de los pocos que pueden silenciarte en un segundo.
–El hombre tiene razón –Marcos, gemelo de Rose reconoció con una carcajada– aun no puedo creer que haya logrado callarte tantas veces.
–Tú, cállate –Rose entornó sus ojos celestes en amenaza– que Ian sabe en qué equipo le conviene jugar.
–Esto no es un juego, y si lo fuera, él ya ganó al conseguir lo que ninguno de nosotros pudo... callarte –repitió riendo y esquivó el golpe en el hombro que Rose le lanzó–. Aun puedo leer tus movimientos, hermanita.
–¿Estás seguro que no puedo golpearlo, Ian? –Rose giró hacia su esposo, que arqueaba una ceja, intentando contener una carcajada, era evidente.
–No, amor –él le sonrió ampliamente– no es propio de una duquesa.
Rose parecía que continuaría con la discusión, pero mientras pronunciaba aquellas palabras, Ian le acarició el rostro levemente y sonrió. Rose volvió a sus brazos.
–Podríamos preguntar –intervino Christopher reflexionando, como de costumbre– pero sería más efectivo si alguien más nos dijera qué sucede –miró con intención hacia Alex, quien negó categóricamente.
–De ninguna manera –Alex se encogió de hombros– me gusta fastidiar a André, pero siempre será mi mejor amigo y no revelaré nada.
–Entonces, sí que sabes algo, ¿verdad? –Beth clavó sus ojos verdes en él– ¿tiene relación con Alessandra?
–Tiene lógica –Danaé hablaba mientras acariciaba levemente el brazo de Alex, su esposo–. André empezó con esta actitud cuando acompañó a Beth con Liz al pediatra. Es decir, con la pediatra que resultó ser Alessandra.
–Sí, a mí nadie me quita de la cabeza que André se enamoró de ella –Rose volvió a intervenir con desenfado. Ian le envió una mirada de advertencia–. ¿Qué? Es la verdad y todos lo vimos, solo que nadie se atrevía a decir.
–Empiezas a sonar como Daila –Alex se refirió a la antigua actitud de su hermana menor– pero no sé a dónde llevará todo esto.
–Es preparación de tácticas de interrogatorio –contestó riendo Aurora– es el cumpleaños de André, ¿o no?
–Exacto, después de todo, ¿qué mejor momento del año para interrogar a alguien que el día que nació? –bromeó Marcos.
–Es precisamente lo que pienso –Aurora agitó su cabello negro– ¿quién empezará?
–Yo –tomó la palabra Alex y todos lo miraron– ¿qué? ¿Solo porque no revelo nuestras conversaciones significa que no puedo interrogarlo?
–No, tú no eres efectivo –negó Aurora rápidamente– ¿Danaé?
–Creo que Beth sería más efectiva, en ese caso –replicó Danaé– ella es la mayor.
–Quizás –Aurora asintió– pero la más intuitiva para estos asuntos, eres tú.
–Es cierto –Christopher confirmó.
–Opino seriamente que debería ser yo –se ofreció Rose– se me dan muy bien los interrogatorios y obtener confesiones.
–También cierto –Christopher le sonrió– deberías haber sido investigadora.
–Créeme que lo he pensado, pero a alguien no le agradaría la idea –clavó sus ojos con intención en Ian y luego en sus padres.
–Sea quien sea –Marcos intervino– deberán decidirlo ya pues André se dirige aquí.
André había saludado a su padre, a su hermano mayor Stefano y su esposa, al mejor amigo de su padre Sebastien y su esposa Doménica. Por último se dirigió hacia su tía Melina y su esposo Daniel, quienes conversaban con Carolina, la mejor amiga de su madre y Fernando, su esposo. Inspiró hondo, sabiendo que debía regresar con el grupo "joven", a quienes no se le antojaba ver de nuevo en por lo menos varios días. Seguirían preguntando sobre su vida privada, estaba seguro. En el pasado, no habían agotado el tema de Alessandra en meses... ¿por qué esta vez sería diferente? Era obvio que no lo sería.
En cuanto él llegó, todos se quedaron en un sospechoso silencio por un instante. Intercambiaron miradas y, cuando Alex iba a tomar la palabra, André levantó la mano rápidamente.
–Sé lo que sigue –sus ojos grises se fijaron en cada uno de los presentes que conformaban una especie de círculo a su alrededor– quieren saber sobre Alessandra. Alex empezará con una broma sin gracia –observó la mirada azul clarísima de su mejor amigo ofendida–; después, Beth utilizará su mejor tono de "siempre fui la mayor" para regañarme por la vida que llevé. A continuación, Danaé y Marcos tomarán la palabra con alguna clase de comentario acertado pero misterioso, que será aclarado por Christopher. Aurora finalmente preguntará con toda delicadeza lo que quieren saber todos, sin embargo será Rose quien lo dirá directamente y sin adornos. ¿Me faltó algo?
Varias miradas se entrecruzaron con confusión e indignación. André arqueó una ceja y se escucharon dos potentes carcajadas procedentes de Lucian, esposo de Beth y de Ian, esposo de Rose.
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Casi amor (Italia #11)
RomanceAndré Ferraz no creía en el amor. Lo había visto de cerca, en su familia abundaban ejemplos, pero no estaba interesado en algo así. Él se divertía y era completamente feliz sin ataduras. Nadie se le ha resistido... hasta ahora. Encuentra en Alessan...