Capítulo 51

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Alessandra clavó sus ojos azules en André con incredulidad. Un sobrecogedor sentimiento se extendió por ella, instándola a abrazarlo y no dejarlo ir jamás. ¿André se iba? ¿Por cuánto tiempo? André... ¿la estaba abandonando?

Cerró los ojos con fuerza y sintió como él se acercaba. Suavemente, como de costumbre, pasó sus dedos por la frente de ella y le quitó el mechón rubio que detestaba y siempre caía. Las palabras empezaban a formarse en su corazón y se quedaban atoradas en su garganta. "No te vayas..."

–¿Te vas? –preguntó Alessandra en un susurró, abriendo sus ojos azules para mirarlo. Tan cerca, era doloroso pensar que no estaría más.

–Sí, creo que es lo mejor –André suspiró ruidosamente– ¿lo ves? Soy un desastre. Creo que he sido la diversión de mi familia por suficientes años, necesito un tiempo a solas, para volver a ser yo.

–Me gustas así –sonrió temblorosamente Alessandra y él la miró con ternura– eres tú, André.

–No me siento yo –contestó él encogiéndose de hombros.

–Eres tú, solo que estás sintiendo algo diferente –Alessandra sonrió recordando las palabras de Emma– diferente no es malo.

–Supongo que no –André retiró la mano del cabello de Alessandra– pero cuando es imposible, simplemente debemos reconocerlo y dar un paso atrás.

–Y encontrarnos a nosotros mismos –completó Alessandra. André asintió–. Yo pensé alguna vez algo similar –habló con una leve tristeza– pero un amigo, inesperadamente, me hizo ver que no era así. Que nada era imposible... esas fueron sus palabras exactas.

–Alessandra... –André la miró con dolor reflejado en sus ojos grises.

–André, te amo –empezó Alessandra y él dio un salto atrás, como si las palabras lo hubieran quemado–; y no, no logro explicármelo, sin embargo... –Alessandra le tomó una mano, clavando sus ojos azules con intensidad en él, acercándolo– me enamoré de ti, André. De nuevo. No pensé que fuera posible enamorarse dos veces de la misma persona, pero sí lo es. Quiero entender cómo sucedió, qué cambió... solo sé, que de alguna manera, eres el mismo de antes y no lo eres. Quizá fue eso. Quizás es algo más. Solo sé que... te amo. Te amé antes y he vuelto a amarte.

André se quedó en silencio, sin saber qué podía decir ante la declaración de Alessandra. Se sentía incrédulo, en cierta manera, parecía un sueño. ¿Podía ser que siguiera durmiendo? No parecían haber pasado solo un par de horas desde anoche. ¿Realmente le había dicho que lo amaba? ¿Alessandra?

–André, sería un buen momento para que dijeras algo –los ojos azules de Alessandra se llenaron de lágrimas– me estás asustando...

Él no respondió. Alessandra inspiró hondo. Temía haberse equivocado, pero no podía aceptar algo así. Después de tantos años, esos meses juntos, él... no, no podía estar equivocada. André la amaba, se lo había demostrado y lo podía sentir, con creciente claridad. Él la amaba y no se iría a ningún lugar. Creía en él.

–¿Sabes? No me cansaba de repetirme que era un error, que solo estaba confundida, que tú eras... que todo se trataba del pasado. Pero no era cierto. ¡Te amo! He vuelto a amarte –una mezcla de incredulidad y alegría teñían su voz– ¿podrías explicarme cómo sucedió eso? No, claro que no. Tú no me amabas antes... o no lo sabías. Luego, quizá sí. ¿Ahora? Yo creo que sí, creo en ti, André. Tú puedes amar... esa mujer estaba equivocada contigo, yo sé que eres capaz de amar con intensidad y... –Alessandra inspiró hondo– ¡por favor, dime algo! Lo que sea...

–¿Me permites recuperarme de la sorpresa antes de que continúes? –André pidió, estrechándole una mano entre las suyas–. No lo esperaba. No pensé que podría suceder... es increíble. Tú... realmente... ¿me amas?

–André... –Alessandra le pasó una mano por la mejilla– ¿te sientes bien? Te ves un poco... ¿pálido? –bromeó entre lágrimas.

–Yo jamás me veo pálido –bufó él con fastidio– me siento muy bien. Sorprendido.

–¿Te sorprendí? –sonrió un poco, mientras él secaba con el dorso de la mano las lágrimas que aún resbalaban por las mejillas de Alessandra.

–No tienes ni idea –André clavó sus ojos grises en ella– te amo. Te he amado durante tanto tiempo que... todo se siente bastante irreal.

–¿No has dejado de amarme? ¿Ni un instante?

–No, pero lo intenté, créeme –Alessandra puso los ojos en blanco y él rió–; no obstante, soy un hombre de mucha paciencia y llegué a la conclusión de que es mejor esperar por ti que estar con cientos de mujeres...

–¿Solo cientos? ¡Dios, me decepcionas! –exclamó irónica.

–¿Miles? Podría considerarlo si...

Alessandra frunció el ceño y le dio un codazo en el costado. André la tomó entre sus brazos y la estrechó con fuerza, apoyando la frente contra la suya.

–Te extrañé, cuánto te extrañé –murmuró contra sus labios.

–Hemos estado juntos por meses, André.

–No así... te perdí hace años y no pensé que podría recuperarte. Pero estás aquí... y no te irás –una nota de anhelo cubría su voz y se encontró sonriendo levemente.

–No, no lo haré.

–Tampoco lo permitiría –André le besó los labios una y otra vez– te amo.

–Lo sé.

–Y te extrañé.

–Ya lo dijiste.

–Pero me gusta que lo sepas.

–Y a mí me encanta escucharlo.

–Alessandra... –se alejó un instante.

–¿Sí? –inquirió, abriendo sus brazos para que se acercara a ella– ¿qué sucede?

–Me gusta mirarte –él la observó con lentitud–; en realidad, me encanta la manera en que me miras ahora... –asintió aprobador y, aun incrédulo, la acercó a él– te amo.

–Y yo te amo –susurró contra sus labios.

–Esa es una respuesta mejor –bromeó y la estrechó nuevamente. Nunca se cansaría de sentirla en sus brazos, como si no existiera nadie más. Como si el tiempo se hubiera detenido. Como si nunca la hubiera dejado ir. Estaban juntos y esta vez sería para siempre... quizás, un poco más.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora