Capítulo 48

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–No es nada –murmuró André, intentando cerrar el cajón. Alessandra pasó sus brazos por la cintura de él, para impedir que lo asegurara. Se miraron por un instante, en aquella extraña posición en que André sujetaba con sus brazos a la espalda el cajón y Alessandra prácticamente lo abrazaba, pues sus brazos estaban a los costados de él y sujetaban el asa del cajón.

–¿Por qué no quieres que las vea? –Alessandra bajó los brazos y se alejó– ¿guardas fotografías de otras mujeres, cierto?

–¿Qué? –André inquirió desorientado, como si no entendiera a qué se refería– ¿qué? –repitió, sin saber qué decir.

–¿Qué otra cosa sería? –suspiró–. Vámonos.

–Alessandra... –él inspiró hondo, no quería hacerlo pero tendría qué hacerlo– guardo fotografías de una sola mujer –confesó en voz baja– solo... tuyas.

Ella giró su cabeza de inmediato, sorprendida. Clavó sus ojos azules en el rostro de André, que se había sonrojado levemente. Sintió como su corazón se saltaba varios latidos y volvió a suspirar.

–¿Y por qué no quieres que las vea, entonces? –susurró acercándose.

–Porque no quiero que te sientas incómoda.

–Eso no es posible –aseguró Alessandra, tomándole la mano con una sonrisa. André asintió y la dejó acercarse. Caminó hasta la ventana de su habitación, dejando que Alessandra mirara lo que quisiera en ese cajón que contenía sus secretos y todo lo que había apreciado a través de los años. No importaba ya. Ella podía verlo todo porque no tenía secretos con ella. La amaba, así de sencillo.

Alessandra dejó a un lado las fotografías que ya había visto. Sonrió y reconoció la primera fotografía que había aparecido. Era ella, hacía bastantes años y recordaba el lugar que había ocupado en su habitación hasta que André la había tomado, en contra de su voluntad. Nunca le había gustado como se veía ahí, despeinada y sonrojada por el ejercicio al aire libre pero él había dicho que estaba encantadora y se la llevó.

Nunca había pensado en las fotografías que se habían tomado juntos, a pesar de proclamar que le encantaban los recuerdos que quedaban captados. Sencillamente, ella no había pensado que con André fuera a pasar nada y luego... pues, en lo último que pensaba era en que todo quedaría reducido a memorias pasadas. Sin embargo André... bueno, él sí que había guardado cada fotografía que recordaba se había tomado. Sonrió pasándolas mientras contenía el aliento, podía sentir sus ojos llenarse de lágrimas por la emoción que se reflejaban en esos momentos capturados. Podía notar el cambio en ella... como sus ojos azules iban adquiriendo aquel brillo que delataba su amor por el joven que la sostenía en brazos riendo. Solo que, algo más llamó su atención. Los ojos grises de André, generalmente risueños y despreocupados, también iban cambiando. Nunca lo había tenido en cuenta durante su relación, siempre pensó que había sido igual pero no. La manera en que la miraba... lo que reflejaban aquellas profundidades grises hizo que ahogara un grito de sorpresa. ¿Era posible que la amara sin que él lo supiera?

A juzgar por las fotografías, sí lo era. André no podía disimularlo, como ahora. Y lo comprendió, lo supo con certeza. André Ferraz la amaba.

Las últimas imágenes ella nunca las había visto. Eran tres fotografías que los retrataban en la boda del primo de André, el evento familiar que había marcado su separación. Inspiró hondo, sabiendo que era cuestión del pasado. Pero sí que la había lastimado. Había sido tan tonto... y ella también por no darse cuenta.

–Lo siento –susurró André a su lado. Alessandra ni siquiera había notado que se acercó– no sabes cuánto lo siento.

–No pasa nada –negó Alessandra, secando con sus manos unas lágrimas que habían resbalado por sus mejillas.

–Claro que sí. Fui tan idiota... –André tomó una de las fotografías, en que estaban abrazados y riendo– el mayor de los idiotas.

–Tardaste en notarlo –intentó bromear Alessandra y su voz sonaba un tanto quebrada. Carraspeó.

–Un par de años, nada más –sonrió él con tristeza.

–André... –Alessandra pasó su mano por el rostro masculino– gracias.

–¿Por...? –empezaba a preguntar desorientado pero ella puso la palma de su mano en la nuca de él y lo arrastró hasta que sus labios se tocaron. Aquel sencillo gesto contenía tantas emociones y recuerdos, sin embargo para André solo prevaleció una, el perdón... el absoluto y total perdón por lo sucedido entre ellos años atrás.


***

–¿Estás ocupado, André? –Alex entró a su oficina con aire desenfadado. André, como siempre, dejó de lado los gráficos que estudiaba y clavó sus ojos grises en él– ¿qué sucede? ¿Estás de mal humor?

–No, de hecho, no. Estoy de muy buen humor pero prefiero ahorrarme todo e ir directamente a la cuestión. ¿Qué planeas, Alex?

–¿Planear? –sonrió con inocencia. André arqueó una ceja con suspicacia– nada.

–Seguro... –André cruzó sus brazos, con una sonrisa de impaciencia. Alex inspiró hondo y sonrió ampliamente.

–¿Sabes qué sería una buena idea? –soltó con falso tono de improvisación.

–¿Qué cosa, Alex? –habló André, como si lo hiciera con un niño pequeño.

–Deberíamos salir a cenar –dijo con orgullo, como si la idea fuera increíblemente genial. André lo miró escéptico.

–¿Tú y yo? –rió divertido. Alex puso en blanco los ojos, con impaciencia.

–No exactamente. Tú, Danaé, Alessandra y yo.

–¿Por qué haríamos algo semejante? –André se masajeó las sienes–; en verdad, ¿por qué? Además, ¿por qué con Alessandra?

–A Danaé le gustaría volver a verla y a mí también. Sé que últimamente tú y ella están muy unidos y...

–No tengo tiempo para esto, Lucerni –contestó irritado André– realmente, no.

–¿Para qué? Según tengo entendido, siempre tienes tiempo para verla. ¿Por qué no cenan con nosotros? No es como si les fuéramos a cuestionar sobre su relación...

–Exacto, Alex –la impaciencia de André era cada vez más evidente– no tengo la menor idea de lo que tenemos. La "relación" que dices, no existe. No sé en dónde estoy con ella... así que, mejor no.

–¿Acaso tú temes asustarla? –Alex clavó sus ojos azules clarísimos con incredulidad. André bufó por lo bajo– ¿no quieres perderla?

–No Alex, no quiero. Y es por eso que no pienso dar ni un paso en falso con Alessandra. Si alguna vez quiere estar con alguien de mi familia, creo que lo sabré e indudablemente este no es el momento.

–Danaé tenía mucho ilusión en esto –el tono de Alex se tornó bajo y afilado– creo que deberías considerarlo, André –frunció el ceño. André puso en blanco los ojos, aunque asintió– ¿hablarás con Alessandra?

–Si no me queda más remedio... –gruñó y Alex se alejó satisfecho.

André decidió que no quería perder el tiempo y llamó a Alessandra a su celular, temiendo lo que pasaría a continuación. Inspiró hondo y a breves rasgos, le contó de los planes para la cena. Sería la primera vez que se veían desde que se hubieran despedido, tras dejar la Mansión Ferraz juntos. Estaba preparado para la negativa que positivamente vendría, pero no fue así. Alessandra le dijo que era sorpresivo, pero estaba encantada de ir, después de todo, eran la hermana y el mejor amigo de André, no podía negarse. Al colgar, André aún se sentía incrédulo por la conclusión.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora