–No bromeaba –Alessandra lo enfrentó–. Realmente no tengo ningún interés en conocerte; y sí, me desagradas –contestó a su pregunta.
–Siempre eres tan ¿directa? –André se encontraba interesado.
–Trato... –ella continuó caminando, pero él la seguía– ¿qué quieres?
–¿Cuál es tu nombre? No me lo has dicho.
–¿No te parece que debe existir una razón? ¡No me interesas! –repitió.
–Tú a mí tampoco –André sonrió, descarado–; pero me parece interesante tu aparente odio hacia mí, cuando ni siquiera me conoces.
–No necesito conocerte para... –Alessandra suspiró, pidiendo paciencia a los cielos–. Mira André, toma tu curso y déjame tranquila. ¿Podrías?
–Solo trataba de ser amable –añadió con tono de burla–. Después de todo, tú fuiste quien casi arruina mi auto y debería ser amable conmigo. ¿No te parece?
–¡Yo no...! –Alessandra había girado y encontró sus ojos grises burlones. Eso era lo que él había esperado. Que se detuviera y lo confrontara. ¡Idiota!–. Adiós.
–Espera un momento... ¿qué estudias aquí? –su voz sonaba bastante incrédula.
–¿Por qué? Para tu información, hace años que las mujeres podemos estudiar también. ¿Sabías?
–No es eso –si le decía lo que pensaba, seguramente lo golpearía. Se sentía sorprendido, jamás había tenido que cuidar lo que le decía a una mujer, porque siempre había parecido que sabía lo que debía decir, sin siquiera detenerse a pensarlo. Pero con ella... era diferente–. ¿Qué estudias? –insistió.
–Medicina –respondió automáticamente y se lamentó. ¿Ahora la buscaría en su facultad solo para continuar fastidiándola? ¿Por qué lo hacía?–. ¿Por qué?
–Eres demasiado hermosa para eso –André lo supo, aun antes de terminar la frase, que ella no lo tomaría como un halago.
–Eres un completo idiota –sus ojos azules refulgían llenos de rabia–. ¿El aspecto físico está ligado con la inteligencia? Deberías saber que no es así, porque tú eres... guapo –se encogió de hombros– y no pasas de ser un estúpido.
–¡Eh! –André se quedó sin palabras pero tenía que decir algo, aunque fuera una exclamación sin sentido. ¿Lo había llamado estúpido e idiota? ¡Qué le pasaba!–. Ni siquiera me conoces. Y te he dicho que ya estudié aquí. ¿Qué te hace pensar eso?
–Que tienes mucho dinero –contestó Alessandra con una risita.
André emitió un bufido de impaciencia. Esa mujer lo estaba sacando de quicio. ¿Cuándo había sido la última vez que él había perdido la calma? ¡Con ella ya iban dos veces en menos de un día!
–Que soy tan inteligente o más que cualquier otra persona que estudia aquí –André la miró con altivez–, es por eso que tomaré otro curso. El nivel académico es bueno.
–Mucha suerte con tu curso de... –Alessandra puso una mano en su barbilla.
–De Diseño –completó él–. Para que lo sepas, soy uno de los mejores en mi trabajo y si tomo este curso, es para entender mejor el desempeño de la empresa –no sabía por qué había explicado, no obstante ya estaba dicho.
–Cualquiera puede surgir en un área donde su padre es el dueño de todo.
–Mi padre no... –André cerró la boca. Entonces ella sabía quién era él. Sin embargo, él, no tenía la menor idea de quién era ella.
–¿No es el dueño de la empresa en la que eres uno de los mejores? –se burló.
–Conoces la empresa –soltó, sin saber qué decir.
Alessandra asintió satisfecha. Él lo sabía y ella también. Esta vez, había ganado ella y por mucho. Elevó una ceja arrogante y sonrió a medias. Se alejó.
–Maldición –murmuró André y volvió a entrar a la oficina de financiamiento. No había duda alguna de que él tomaría un curso y, si no fuera tan evidente, incluso tomaría una clase o dos de medicina para demostrarle que él era más inteligente de lo que ella se creía que era... ¿por qué le importaba? ¿Por qué?
Ella no era nadie. Nadie... y él, él era André Ferraz. Punto final.
***
André guardó su portátil y se dirigió a su auto. En uno de los espacios abiertos del campus, notó que había varios grupos de estudiantes y una joven particularmente familiar llevaba varios libros con dificultad, mientras los sorteaba en su camino. Se acercó sin siquiera notarlo.
–Hola –André apareció frente a ella, provocando que casi arrojara todo– ¿estás bien?
–Estaba perfectamente bien hasta que apareciste –contestó sin siquiera saludarlo Alessandra. No había sido un día particularmente bueno, no obstante solo parecía que empeoraba con el pasar de las horas– ¿me dejarías pasar?
–¿Puedo ayudarte? –ofreció André y ella se movió a un lado, pero él le bloqueó el paso divertido–. ¿No?
–¿Por qué haces esto? No es divertido que me persigas, ¿sabes?
–No te perseguía. Pasaba por aquí y decidí acercarme a ayudarte. No podías con tus libros y...
–¿Y tú tan amable y caballeroso pensaste ofrecerme una mano?
–Exactamente. ¿Ves como si te agrado? –André decidió omitir el sarcasmo y posterior bufido que soltó Alessandra.
–Bien, en ese caso, gracias –le brindó una sonrisa forzada y él le retiró los dos libros más grandes de los brazos.
–De nada –empezaron a caminar hacia donde sea que se dirigiera Alessandra; no obstante, André debía añadir–: ¿tanto costaba decirlo?
–¡Eres un...! –Alessandra clavó sus ojos azules relampagueantes en él, sin embargo escuchó su nombre y se detuvo–: ¡Hola, Erik!
–Hola, Alessandra –él se acercó con una sonrisa, tomó los demás libros de sus manos y le besó en la mejilla– ¿todo esto?
–Y eso –señaló ella divertida hacia los que sostenía André.
–¡Y me pregunto por qué eres de las mejores! –Erik miró brevemente al desconocido y giró hacia Alessandra.
–Ah, él es André... –comentó con desgana. Erik asintió y André intentó sonreír despreocupadamente–. ¿Vamos?
André se preguntó qué rayos hacía ahí, mientras ella, ahora sabía que su nombre era Alessandra, hablaba animadamente con el tal Erik y él sobraba. ¡Él sobraba! ¿Cómo había pasado eso? ¡A él jamás le había pasado algo semejante!
Debería arrojar los libros e irse. No entendía que era lo que lo detenía. Sinceramente, es lo que habría hecho, sin más preámbulo. Por qué no lo hacía, era un misterio para él.
Quizá porque desde que había empezado ese curso, no se había sentido él mismo. O un poco antes. Desde que la había conocido. Pero ¿por qué? ¿Qué tenía ella, además de ser hermosa e inteligente? Una combinación no demasiado apetecible...
–Aquí está bien, gracias –sintió como Alessandra le retiraba los libros de sus manos y él se limitó a asentir. Debía alejarse, lo sintió. A cierta distancia, miró de nuevo hacia ella. Sonreía. ¡Pero qué manera de sonreír! Otras dos chicas estaban a su lado en ese momento, aparte de Erik... ella parecía iluminarlos. ¡Qué ironía!
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Casi amor (Italia #11)
RomanceAndré Ferraz no creía en el amor. Lo había visto de cerca, en su familia abundaban ejemplos, pero no estaba interesado en algo así. Él se divertía y era completamente feliz sin ataduras. Nadie se le ha resistido... hasta ahora. Encuentra en Alessan...