Paseaban por una galería como si fueran viejos amigos, sin hablar de nada en concreto. Sonrieron al pasar frente a un cuadro.
André se sentía desconcertado. Nada lo había preparado para la actitud indiferente de Alessandra, bien, prácticamente hacía como si nada hubiera sucedido y él no se veía capaz de traer a colación el tema. ¿Cómo podría? No era algo de todos los días decir a alguien: "te amo y ya que pasamos la noche juntos, sería una idea genial que aceptaras que tengamos una relación...". No había duda, era patético. ¡Se sentía totalmente patético!
Alessandra intentó ignorar a su corazón desbocado al sentir el roce del brazo de André en su costado. ¡Dios, esto no era real! Lo de la otra noche había sido un error... total y absoluto error. ¿Se había vuelto loca? No lo sabía; y lo que era peor, no importaba cuanto lo pensara, no se arrepentía. ¿Para qué? Lo hecho, estaba hecho. Ahora, tenía que encontrar una manera de decirle a André lo que significaba... es decir, nada y que no volvería a repetirse.
–No podemos simplemente ignorarlo... –soltó André con tono casual. Alessandra arqueó una ceja–. ¿Pensabas que nunca lo diría?
–Eres un caballero, ¿verdad? –Alessandra dijo en tono neutro–. Se supone que no deberías tener memoria.
–¿Qué te hace pensar que soy un caballero? –pronunció con tono bromista, aunque enseguida sus ojos grises se pusieron serios–. Alessandra, yo no puedo dejarlo estar.
–Es lo que me gustaría hacer –ella clavó sus ojos azules en él– que lo olvidemos. No hay razón para hablarlo.
–Pero...
–André, no –Alessandra negó con energía– no ahora y no en adelante. Fue una locura... yo, solo quiero que olvidemos que pasó.
–¿De verdad? Solo... ¿lo olvidamos? –preguntó, incrédulo.
–Sí, solo lo olvidamos –susurró.
–Seguro... –André se encogió de hombros–. ¿Es esta la pintura que elegiste? –señaló con aire risueño y se dirigió hacia ella– creo que también me gusta.
–¡Oh, no te atreverías! –lo amenazó en tono bromista, con una risita. André se cruzó de brazos y ella lo golpeó ligeramente, riendo nuevamente. Se sentía nerviosa y no entendía por qué. Sabía que André respetaría su deseo y lo olvidaría, pero, ¿podría ella olvidar lo sucedido?
***
El evento de caridad que conmemoraba la creación de la fundación a la que Alessandra siempre había sido muy unida era en la noche y suspiró hondo, sabiendo que había sido un error invitar a André a acompañarla. Sin embargo, ¿qué otra cosa podía hacer? Detestaba ir sola, Emma estaba demasiado ocupada en su nuevo rol y no se le antojaba ir con ella y su adorado esposo, se amaban demasiado para la tranquilidad de su espíritu.
El único soltero que conocía y era su amigo... pues André. Y lo invitó. Él no parecía dispuesto a aceptar aunque al final lo había hecho. ¿Estaría molesto? ¿Qué pensaría? Ella no quería jugar con él pero tenía la sensación de, sin querer, estar haciendo exactamente eso.
Suspiró. No era hora para ponerse a analizar las implicaciones morales de lo que hacía. No, no en esta noche. Por una noche, quería olvidarse de todo, de lo que se suponía que no debía hacer. Estaba cansada de estar triste, estaba cansada de estar sola. Solo por una noche... quería dejarlo atrás.
Se colocó el abrigo y escuchó que el timbre sonaba. André había insistido en pasar a recogerla y, ya que tenía el auto en reparación, fue la mejor idea del mundo. Ni siquiera había tenido que pedírselo.
–Buenas noches –André sonrió en el umbral. Se veía guapísimo, con su cabello pulcramente peinado y el hecho de no llevar corbata le otorgaba un aire desenfadado– si es necesario –aclaró al notar que ella miraba el cuello de su camisa– tengo una en el auto.
–No, así vas muy bien –sonrió Alessandra y esperó el típico cumplido de André, que no llegó– ¿vamos?
–Por supuesto –le ofreció el brazo. Ella lo tomó y fueron hasta su deportivo.
–Gracias por acompañarme –habló Alessandra una vez se encaminaron hacia el lugar. André asintió con una leve sonrisa, sin mirarla– ¿estás bien?
–Sí, muy bien –André condujo totalmente concentrado. Alessandra suspiró– ¿y tú?
–Bastante bien –Alessandra observó el rostro de André, intentando descifrar si sucedía algo, pero no. Todo parecía estar... bien. Lo que no debería ser. ¿Cómo estaba tan bien después de que ella le pidiera que olvidara todo? ¿Acaso ya no la amaba?
–¿Estás enfadada? –André detuvo el auto y clavó sus ojos grises con curiosidad. Alessandra negó–. Has fruncido el ceño.
–¿Y cuál es el punto? –soltó con un poco de hostilidad. André reprimió una sonrisa.
–Ninguno, supongo –se encogió de hombros, bajó del auto y le abrió la puerta– ¿vamos, Alessandra? –le ofreció el brazo nuevamente.
Al poco tiempo de su llegada, gran parte de los invitados fueron ingresando al lugar. Alessandra intentó coordinar lo que debía, sin embargo no podía evitar mirar hacia André, que se encontraba apoyado en una pared, en un rincón y, cada vez que notaba su mirada, sonreía. ¡Y no podía evitar sonrojarse! ¿Qué clase de estupidez era esa?
–¿Estás bien, Alessandra? –Camille, una de las jóvenes pasantes la miró con curiosidad–. ¡Oh! Si quieres, puedes ir con tu novio. Yo atenderé todo aquí.
–No es mi novio –pronunció cortante Alessandra. Camille se sintió intimidada por aquel esbozo de malgenio– es un amigo, nada más.
–Ah... ¿de verdad? –los ojos celestes de Camille brillaron con picardía. Alessandra puso en blanco los ojos, otra más.
–Sí, pero está enamorado –añadió Alessandra, sin saber por qué.
–¿De verdad? ¡Qué lástima! ¿Tiene novia?
–¿Y eso por qué te interesa? –censuró con tono frío Alessandra.
–Solo intentaba conversar –contestó ofendida y se alejó.
Alessandra inspiró hondo, tenía que calmarse. ¿Qué rayos le sucedía?
–Sí, como no. Solo conversar –murmuró Alessandra, desviando sus ojos azules hacia uno de los mayores contribuyentes de la fundación. Se encaminó para hablarle.
André intentaba no pensar en los motivos que habían impulsado a Alessandra a invitarlo a ese evento. No quería ilusionarse con algo que, quedó bastante claro, no sucedería. El momento más mágico de su vida adulta, para Alessandra no había sucedido. Y esa era la verdad.
Pensó que se alejaría, de hecho, daba por sentado que esa sería la actitud de Alessandra. Se equivocaba. Si bien proclamaba que debían olvidar todo, que ni siquiera una amistad era posible y que debían separarse (al menos, eso había concluido él después de escucharla durante horas)... lo invitaba. Lo buscaba.
Se sentía atrapado en un juego del que no quería ser parte. Tan familiar que le daba escalofríos. Él mismo solía jugar así, solo que esta vez, él no era quien tenía el control.
Era consciente de lo idiota que se veía con aquellasonrisa que afloraba en sus labios cada vez que se encontraba con los ojosazules de Alessandra, pero no podía evitarlo. Era demasiado difícil por sí solohablarle como si nada entre ellos hubiera cambiado como para cuidar también susgestos.
ESTÁS LEYENDO
Casi amor (Italia #11)
RomanceAndré Ferraz no creía en el amor. Lo había visto de cerca, en su familia abundaban ejemplos, pero no estaba interesado en algo así. Él se divertía y era completamente feliz sin ataduras. Nadie se le ha resistido... hasta ahora. Encuentra en Alessan...