Alessandra abrió los ojos con rapidez. No podía creer lo que había estado soñando. ¿Y por qué, entre todos los hombres, era André? ¡Eso tenía que ser una broma!
Intentó respirar profundamente. Una y otra vez. Solo había sido un sueño. Nada más que un estúpido sueño, seguramente producto del baile que habían compartido. No debía darle más importancia de la que tenía. Es decir, ninguna.
Exactamente. Una pesadilla, poco menos que un efímero deseo... ¿deseo?
Se levantó con rapidez. Prendió la lámpara de su mesa de noche y abrió la enciclopedia médica que había estado repasando. Debía emplear su tiempo en algo productivo, ¿verdad?
Sí, aun cuando fueran las tres de la mañana. No tenía sueño, no quería volver a dormir... había descansado lo suficiente, debía ocuparse. Sí, debía.
***
Prácticamente dos semanas habían transcurrido desde el baile que habían compartido y curiosamente, no había visto demasiado a André. Casi nada. ¿Por qué le interesaba? –apoyó la barbilla en su mano– no, no le interesaba. Solo era curiosidad. Antes parecía encontrarlo a todo momento y ahora...
Parecía haberse esfumado. Como si hubiera desaparecido. Y no, no importaba lo que dijeran, no le interesaba. Nada había pasado en ese baile. Un instante que pareció... bueno, sea lo que fuera, no duraría. No había durado. No quería que durara porque ella no estaba interesada.
–¿Verdad, Alessandra? –Emma repitió perspicaz–. ¿Sigues con nosotras?
–Graciosa –sacudió imperceptiblemente la cabeza–. Estaba pensando en la fundación. Me gustaría ver como ha quedado todo.
–¿De nuevo? –preguntó con extrañeza Carlotta– ¿no fuiste ayer, anteayer y...?
–Es diferente –intentó justificarse con rapidez– simplemente, yo...
–Te lo advertí. ¿Acaso no lo hice? –Emma puso en blanco los ojos.
–¿De qué estás hablando? –Alessandra hizo una mueca.
–¿No se lo advertí? –continuó Emma, mirando a Carlotta, quien asintió con firmeza–. ¡Eres terca, Alessandra!
–Y demasiado confiada –añadió Carlotta–. Confías demasiado en tu fortaleza.
–¡Soy fuerte! ¿No lo soy? ¿Por qué...? –suspiró–. Un momento... ¿de qué hablan?
–Es evidente –Carlotta torció el gesto– ¿realmente no lo notas?
–¿Notarlo? Ni siquiera si la golpeara un rayo con la verdad lo creería –replicó Emma, intentando bromear.
–¿De qué rayos hablan? –Alessandra resopló–. Estoy perdida.
–Exacto –Emma suspiró– hasta que lo notas –se burló.
–Esto no es divertido –se quejó–. Chicas, ¿a qué se refieren?
–Has estado distraída... ¿desde cuándo? –Emma fingió pensar–. Ah sí, el baile. ¿Qué sucedió ahí? Nada extraordinario –se contestaba ella misma– solo bailaste con un hombre que detestas y lo disfrutaste. ¿Qué más? ¡Ah sí! Que él hubiera estado con otra chica y rechazado, no significaba nada... tú solo, de pronto, quisiste bailar.
–No te sigo –negó Alessandra con terquedad.
–Es evidente. Querías estar con él. Sea que lo deseaste en ese instante o antes, tú...
–De verdad, no sé a qué quieres llegar con esto, Emma.
–¡Estás enamorada de André! –soltó impaciente Carlotta– eso es a lo que quería llegar. ¿De acuerdo?
–¡¿Qué?! –Alessandra intentó decir, pero ningún sonido salió de sus labios.
–Lo estás, quieras aceptarlo o no. Al menos, te gusta muchísimo –completó.
Alessandra giró hacia Emma, en busca de ayuda, pero esta se limitó a asentir.
–No es cierto. ¿Por qué piensan algo así? Yo no soy tan estúpida... él es tan idiota... yo jamás... ¿cómo pueden creer algo así? –repitió.
–Querida, ¿por qué vas a la Fundación? ¿Por qué miras a todos lados en la Universidad, siempre que caminamos? ¿Qué...?
–Siempre he ido a la fundación –resopló con frustración– y si camino sin mirar en la Universidad, chocaré con muchas personas, te lo garantizo.
Emma y Carlotta intercambiaron miradas. Alessandra puso los ojos en blanco, irritada. Estaba furiosa. Con sus amigas por sugerir algo semejante. ¡Ella! ¿Cómo podían siquiera pensarlo? Y de André... ¡tamaña estupidez!
No, no estaba en ninguna etapa de negación como sugirieron. Estaba furiosa. Porque pudieran creerla tan estúpida. Sus propias amigas, eso era todo.
***
–¿Cómo adiviné que no duraría? –Alex elevó sus ojos azules clarísimos hacia él.
–Te equivocas, solo he estado un tanto ocupado –se excusó– pero estoy poniéndome al día, ahora mismo –André cruzó sus brazos.
–¿Por qué no me extraña que tu resolución haya... decaído? –Alex dejó definitivamente los papeles que estudiaba y se concentró en su mejor amigo–. Entonces, ¿ya se ha marchado?
–Efectivamente –confirmó André– justo a tiempo. Empezaba a aburrirme.
–¿Qué? –Alex abrió sus ojos con sorpresa–. ¿Aburrirte de Natalia? Eso es nuevo.
–Es que retrasó un asunto que tengo que atender.
–Eso no puede ser bueno.
–Será muy bueno –André replicó divertido– ¿también crees que soy terrible?
–Sin duda, no serías la primera persona a quien defendería –Alex sonrió divertido– pero tendrás tus razones.
–Entonces, ¿no quieres saber?
–No –negó con firmeza.
–¿No tienes ni un poco de curiosidad? –André arqueó una ceja
–Ni un poco –Alex se pasó una mano por el cabello rubio– sospecho, que igual no quiero estar involucrado.
–Algo no está bien contigo –André inquirió con sus ojos grises– pero, tarde o temprano lo sabré.
–Hasta entonces... –se encogió de hombros– igual, no quiero saber aún.
–Estaré esperando... –se despidió André, sabiendo que Alex querría saberlo. De una u otra manera, siempre terminaba involucrándolo y parecía que Alex quería evitar problemas ahora. Curioso desenlace.
Camino a la Universidad, sopesó sus posibilidades. ¿Esperar un encuentro fortuito o buscar uno? Interesante planteamiento. No estaba muy seguro de su siguiente movimiento. Natalia no había sido de ayuda, tan solo una distracción. Alex, ni siquiera lo había escuchado.
Tendría que pensarlo solo. Detenidamente. Alessandra no era como cualquier otra mujer, indudablemente. Necesitaba ir con sumo cuidado, cada paso podía significar un adelanto o su total destrucción. Frágil.
Estaba fascinado. Lo había concluido. En cuanto la había tenido en sus brazos, había estado seguro. Un impacto total. Fascinado. Total y absolutamente.
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Casi amor (Italia #11)
RomanceAndré Ferraz no creía en el amor. Lo había visto de cerca, en su familia abundaban ejemplos, pero no estaba interesado en algo así. Él se divertía y era completamente feliz sin ataduras. Nadie se le ha resistido... hasta ahora. Encuentra en Alessan...