–No me interesa en lo absoluto –Alessandra miró hacia Emma por ayuda pero ella se encogió de hombros. Volvió sus ojos azules hacia Carlotta–. ¿por qué me invitas a mí?
–¿Por qué no lo haría? Eres mi amiga y... –las dos la miraron con sospecha y Carlotta suspiró– quiero que me presentes a André Ferraz.
–¿Qué? –Alessandra soltó con sorpresa y rió–. ¿Qué te lo presente? No sé porque tienes la idea de que...
–¿Por qué? Alessandra, no nos puedes engañar. Lo vimos alejarse aquella vez que estabas con Erik, te hemos visto varias veces en su compañía.
–No exactamente. He tenido la mala suerte de que el campus no parezca lo suficientemente grande y me lo encuentro constantemente. Eso no significa que...
–¡Claro que sí! –insistió Carlotta.
–¡Claro que no! –Emma interrumpió con vehemencia y las dos la miraron con sorpresa–. Alessandra tiene cosas más importantes que hacer y jamás se fijaría en él, está perfectamente claro.
–¿Por qué no lo haría? Es joven, guapo, inteligente, millonario y...
–Y arrogante, idiota, inmaduro, egoísta, insoportable –completó Alessandra con intención–. Emma tiene razón, lo dejé perfectamente claro y lo repito. Yo jamás estaré con André Ferraz. Ese día no llegará.
–¿Jamás? Nunca digas nunca... –la fastidió Carlotta.
–¿No? Lo repito... ¡Nunca estaré con André Ferraz, ni aunque sea el último hombre de la Tierra!
Emma sonrió divertida y Carlotta negó mientras la reprendía en silencio, pero también parecía a punto de echarse a reír. Alessandra se encogió de hombros, divertida; no le parecía improbable lo que acababa de declarar. Es más, no existía otra alternativa. Los hombres como él... definitivamente, André Ferraz... nunca podría fijarse en alguien como él y menos amarlo. ¡Nunca!
–Yo sí lo estaría –Carlotta comentó con descaro– no me haría daño un hombre como él sosteniéndome en sus brazos.
–¿Y dejándote caer en un par de días mientras va por una nueva conquista?
–¡Emma! –Alessandra la miró con sorpresa–. Realmente no te agrada André.
–Ni a ti –le respondió Emma sonriendo– solo que yo expreso lo que pensamos.
–¡Yo también! –Alessandra puso en blanco los ojos–. No me he limitado en decir lo que pienso, incluso si él está presente.
–Yo también digo lo que pienso de él –Carlotta se cruzó de brazos– y quiero conocerlo. ¡Alessandra, vamos!
–¡Pensé que ya lo conocías! –señaló confundida– ¿no era así?
–Lo he visto en un par de fiestas pero el interés que tiene por ti...
–No tiene ningún interés por mí.
–Oh claro que lo tengo –escucharon una voz masculina a sus espaldas y las tres giraron de inmediato. El hombre del que tanto hablaban se había materializado ahí, en el pasillo, quien sabía de dónde había venido o desde qué momento había escuchado–. Eres una mujer bellísima y divertida. ¿Por qué no me interesaría?
–Porque no es para ti –Emma contestó de inmediato y él giró. No recordaba haberla conocido pero parecía tener una opinión decidida sobre él.
–¿Sabías que es de mala educación escuchar las conversaciones de los demás? –dijo Alessandra antes de que André le contestara a Emma– ¿qué haces aquí?
–Vine a dejarte esto –André le extendió un par de hojas que Alessandra miró con curiosidad–. Las dejaste caer la última vez que nos encontramos, en la cafetería.
–Oh sí, gracias –Alessandra asintió azorada, recordando como él había estado rodeado por al menos tres jóvenes y ella había pasado por su lado. Él la había llamado por su nombre y, torpemente, había tropezado. ¿Qué le pasaba cuando estaba cerca? ¡Parecía totalmente torpe cuando la miraba! O quizás había sido la manera en que la había llamado...
–De nada –André sonrió levemente y se despidió de las jóvenes.
Se miraron confundidas. Alessandra mucho más extrañada que nadie. Realmente, parecía que la había buscado tan solo para entregarle las hojas y nada más. Sus anteriores encuentros, sin incluir el de la cafetería, durante las semanas pasadas, habían parecido todo menos casuales. Solo aquel último... donde por primera vez la había llamado Alessandra. Y ella había tropezado como si nunca antes hubiera escuchado su nombre. ¡Total estupidez!
–¿Desde qué momento...? –interrumpió el silencio Carlotta y tanto Emma como Alessandra no necesitaron que terminara. Negaron con rapidez–. ¿Qué tanto creen que escuchara?
–No lo sé, pero no me interesa demasiado –contestó Alessandra– es la verdad.
–Sí, pero... –Emma miró hacia ella– ¿y si lo tomara como un desafío?
–¿Qué? –Alessandra la miró confundida– ¿un desafío?
–Sí, tú entiendes. Te desagrada completamente y no debe estar acostumbrado al rechazo, por lo tanto insistiría hasta que...
–No, sería demasiado infantil –Alessandra negó con una risita– además, no importa lo que haga, nunca lo lograría. ¿Sorprenderme? ¿Impresionarme? ¿Enamorarme?
–Eres demasiado presuntuosa. Cuidado –advirtió Carlotta.
–No querida, solo realista. Sería demasiado esfuerzo por su parte y realmente no soy tan interesante –se encogió de hombros.
–Esperemos que él piense lo mismo –Emma murmuró con preocupación– hombres así, son de cuidado Alessandra.
–Lo sé, amiga mía. No debes advertírmelo porque...
–Nunca está demás –Carlotta agregó sorprendentemente–. Alessandra, cuidado.
–En verdad chicas, ¿creen que soy tan ingenua?
Las aludidas cruzaron miradas mientras Alessandra puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, ofendida. Ellas sonrieron y Alessandra suspiró. Quizás había sido ingenua en el pasado, en varias ocasiones, pero había cambiado.
Generalmente le agradaban todas las personas, un defecto que había intentado corregir con ahínco, después de la última vez que la habían engañado. No que hubiera sido algo extraordinario, pero le había demostrado que quizá si confiaba demasiado en los demás.
Ahora no. Miraba a André y todo lo que veía era peligro. Eso la inquietaba. Estaba segura que no caería rendida en sus brazos ni nada, sin embargo no quería tentar a la suerte. No tenía miedo de él. ¿Por qué lo tendría?
Era un hombre más. Guapo sí, pero arrogante y estúpido. No era alguien agradable... desde que lo había conocido. Imposible que cambiara en tan poco tiempo o que ella hubiera tenido la impresión incorrecta.
Por algo era importante la primera impresión. El impacto inicial era algo que no se podía recuperar ni planificar. Y no le había agradado. Lo había detestado.
Realmente, no estaba preocupada. En lo absoluto. No lo vería más, al menos, no como en esas semanas... ahora ya tenía cientos de nuevas chicas en las que fijarse.
No, no era nada especial. ¿Por qué él pensaría lo contrario? ¿Por qué le interesaría a ella lo que él pensara? No, simplemente para tenerlo lejos. Sí, era lo único.
ESTÁS LEYENDO
Casi amor (Italia #11)
RomanceAndré Ferraz no creía en el amor. Lo había visto de cerca, en su familia abundaban ejemplos, pero no estaba interesado en algo así. Él se divertía y era completamente feliz sin ataduras. Nadie se le ha resistido... hasta ahora. Encuentra en Alessan...