Capítulo 25

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André se sintió estúpido. Su padre tenía razón claro, él debería saber lo que sentía. Pero no había manera de que lo supiera y se lo hizo saber.

–No puedo averiguarlo, porque ella no es una mujer libre.

–¿Qué? ¿Estás enamorado de una mujer casada? –soltó en tono de reproche.

–¡No! –André negó de inmediato–; bueno, hace poco más de una semana no estaba casada –explicó.

Leonardo lo entendió. Así que eso era lo que había sucedido. Bueno, a breves rasgos al menos. Lo que no se explicaba aún era la actitud de André.

–Y, ¿qué esperabas lograr ahogándote en alcohol y compañía femenina?

André se sonrojó levemente y carraspeó. Su padre era directo; y, una vez más, se sintió como un niño de seis años regañado. ¡Debía ser un record para un día!

–Yo no... –André suspiró– olvidarla creo. No pensé que era importante, pero... creo que estaba equivocado. Es decir... ¡no es tan fácil como tú lo haces parecer!

–¿A qué te refieres? –inquirió divertido.

–A hablar de amor y sentimientos y cosas de ese estilo. ¿Cómo puedes lograrlo sin que te de vértigo nada más pronunciarlos?

–Bueno, yo...

–Además –interrumpió André– mamá y tú tienen una relación tan sólida, que hasta parece que todo fuera tan fácil y no lo es. ¡Yo no quería enamorarme!

–Nadie quiere, André –Leonardo sacudió lentamente la cabeza–; bien, quizás algunas personas lo busquen, pero en general solo se da. No podemos controlarlo. Y, tienes razón, no es fácil... la relación entre tu madre y yo nunca fue fácil, a pesar de los años dudo que sea fácil. Pero se debe trabajar día con día en un matrimonio.

–Está bien, pero ¿qué hago yo? ¡Alessandra se casó con otro! Ama a otro... yo solo sobro en esa ecuación.

–Alessandra –repitió Leonardo despacio– ¿tu ex novia?

–No fue... –André puso en blanco los ojos– sí, la misma.

–Así que la reencontraste y sencillamente ¿te diste cuenta que la amabas?

–No precisamente... –inspiró hondo y le contó lo sucedido desde su encuentro con Alessandra. Quizás eso ayudara a dejarlo atrás.


***

André cruzó los brazos mientras fijaba la vista en la pantalla. Los gráficos desfilaban ante sus ojos pero no prestaba demasiada atención. Nadie podía culparlo de no estar intentando que todo fuera como antes, quizás ese era el error. Nada podría ser como antes. Quizás él no era el de antes... nada tenía sentido.

Escuchó que tocaban la puerta ligeramente y de inmediato pasó su hermana menor con una sonrisa. Él puso los ojos en blanco involuntariamente aunque la invitó a sentarse. ¿Podía hacer algo diferente?

Hubiera querido hacerlo... porque no estaba de ánimo para hablar de nada. Y, lastimosamente, tenía la ligera impresión que sabía de qué se trataría si Danaé estaba ahí, con ese rostro de aparente serenidad y desinterés.

–¿Empiezas tú o tendré que hacerlo yo? –interrogó André apoyando una mano en la barbilla–. Realmente hermanita, uno pensaría que tienes cosas más interesantes que hacer...

–¿A qué te refieres André? Solo quería saludarte... nada en especial.

–¿Ah sí? –la miró con los ojos entrecerrados. Claramente, sería estúpido creerle– ¿nada en especial?

–Bueno... quería saber si estabas bien –comentó suavemente.

–Tanto como podría estarlo –se encogió de hombros restándole importancia– imagino que estaba predestinado a no llegar a tiempo.

–Hummm –Danaé hizo un mohín, como si no supiera que contestarle. Suspiró– ¿sabes? Tienes razón.

–¿Qué? ¿Tengo razón? –exclamó extrañado.

–Sí, de ninguna manera podrías haber llegado a tiempo –confirmó.

–¿Qué se supone que quieres decir? Podía, pero quizá no quería hacerlo en realidad, ¿no crees?

–No –Danaé negó tajante– es que no te das cuenta, es todo.

–¿No me doy cuenta? –André la miró impaciente–. No estoy para juegos.

–No es un juego. Es solo que... los villanos no tienen finales felices. ¿No lo sabías?

–¿Qué? –André clavó sus ojos grises en ella, como si de pronto le estuviera hablando en un idioma totalmente nuevo y desconocido– ¿qué tiene que ver eso conmigo?

–Todo, por supuesto –Danaé agitó su cabello con suficiencia y André puso los ojos en blanco.

–Eres irritante y rara vez entiendo lo que dices. ¿Por qué...?

–Ya te lo dije, los villanos no tienen finales felices –repitió.

–Déjame ver si lo estoy entendiendo... ¿estás diciendo que soy un villano? ¿Acaso te parece que esto es alguna clase de cuento de hadas?

–Puedes burlarte lo que quieras, eso no lo cambiará.

–¿Y qué lo hará? –André soltó una carcajada para fastidiarla– ¿cambiar lo que soy? ¡Ah no, espera! ¿Convertirme en un príncipe azul? Permíteme recordarte que eso será algo difícil pues nuestros padres no son reyes y no abundan princesas a las que pueda convencer para convertirme en príncipe –terminó con una sonrisa irónica.

–Eres imposible, pero eres mi hermano –Danaé bajó sus ojos indecisa. Suspiró de nuevo y lo miró– no necesitas ser un príncipe para tener un final feliz.

–Yo no quiero un final feliz –arqueó una ceja ante la sonrisa incrédula de Danaé– no lo quiero. Eso de "y vivieron felices..." no pasa en la vida real.

–¿No? –Danaé sonrió divertida–. Bien, entonces no diré nada más.

–¡Espera! –ella se levantaba y él la detuvo– ¿qué tendría que hacer para tener ese final que tanto dices? ¿Cambiar lo que soy, verdad? ¿Por qué querría...?

–No –lo detuvo Danaé– esto no es un cuento, André. Es tu historia.

–Eso ya lo sé, la estoy viviendo. ¿Recuerdas?

–Pues eso es. Tú la estás viviendo...

–Sí... ¿y?

–Tú decides como vivirla. Es tu vida, tu historia.

–No entiendo a qué va...

–Fácil –lo cortó con impaciencia– ¡deja de ser el villano de tu propia historia! Construye una nueva, con quien realmente eres y deja de vivir en función a una estúpida reputación de chico malo.

–¡Yo no...! ¿Qué te hace pensar que no soy así? –la retó.

–Que te conozco bastante bien. Has sido mi hermano desde que recuerdo, ¿sabes? –rió Danaé divertida, aunque en sus ojos dorados se reflejaba seriedad–. No debería interesarte lo que los demás sientan que debes ser... sino solo tú.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora