Capítulo 45

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André clavó sus ojos grises profundamente confusos en ella, como si hubiera perdido la razón. Y, realmente sentía que así había sido. Es decir, ¿qué significaba aquel arrebato? Aún podía ver su agitación, sus ojos azules furiosos se fijaban en él y lo fulminaban. Intentó pensar detenidamente sus palabras.

–Sí, es cierto... vine contigo, Alessandra –inspiró hondo–; y me estaba negando a bailar, pero tú me comprometiste a hacerlo.

–¿Es esa tu excusa? ¡Cómo si yo te hubiera obligado!

–No quise decir eso –habló con voz calmada André–; sencillamente, no quería ser descortés diciéndole que no me interesaba bailar con ella.

–¿Ah no? ¿Por qué no? ¡Tan joven, hermosa y mirándote así!

–No tengo idea a qué te refieres –se encogió de hombros– y solo me interesas tú, por eso vine contigo. ¿No es obvio?

–Eso no es cierto –negó Alessandra con terquedad– si yo te interesara... si tú realmente sintieras algo por mí... –cruzó sus brazos, con frustración– no sé, sería diferente y tú...

–¿Y yo...? Realmente, si no te conociera, diría que estás celosa –bromeó André, intentando entender qué sucedía. Alessandra cerró la boca de pronto, mirándolo fijamente–. Era una broma.

–¿Celosa? ¿Cómo puedes...? –Alessandra no quería creerlo; no obstante, exactamente era eso. Estaba celosa. ¡Celosa! ¿Por qué? ¡Ellos no tenían nada!–. Entre tú y yo...

–Lo sé, te he dicho que era una broma –André le retiró el mechón rubio de la frente con una leve sonrisa– ¿estás bien?

–No –sus ojos azules lo miraron con intensidad– no me siento bien.

–¿Qué sucede? ¿Quieres que te lleve a tu casa? –se alarmó André, listo para tomarla en sus brazos y llevarla a cualquier lugar.

–No, no es eso –Alessandra cerró los ojos. Necesitaba pensar. Eran demasiadas emociones a la vez.

–Si quieres, puedo entrar y excusarte con...

–André... –tomó su mano con urgencia– ¿realmente no te interesa Camille?

–¿Qué? –pronunció, desconcertado–. ¡Ni siquiera la conozco!

–Eso no tiene nada que ver y no responde mi pregunta.

–Alessandra, escucha –André tomó su rostro entre las manos– no me interesa conocerla, ni un poco. Es tan solo una niña y no he podido siquiera fingir el mínimo interés en lo que decía.

–¿Por qué, André? –susurró Alessandra.

–Tú sabes por qué, Alessandra –contestó André receloso.

–Dímelo –urgió.

–Alessandra, por favor...

–¡Dímelo! –insistió.

–Porque te amo, Alessandra –confesó André, incómodo–. Creo que necesitas un tiempo a solas –dijo con tono seco, soltándola de golpe y alejándose.

Alessandra miró como André se alejaba y sintió que su corazón se estrujaba. Estaba haciendo que sufriera, no quería hacerlo pero no podía evitarlo. Si tan solo todo fuera... no sabía, sin embargo era complicado. Ella no quería algo complicado. ¿Verdad?

André se sintió aún más idiota que antes. Era oficial. Alessandra se estaba burlando de él, de lo que sentía por ella. Jugaba con él, como pensaba lo había hecho él con ella alguna vez. ¡Rayos, cuánto la amaba! Porque no importaba lo que hiciera... no podía apagar aquel maldito sentimiento cada vez que la evocaba.

–André... –él escuchó a sus espaldas la voz de Alessandra, antes de sentir como sus brazos rodeaban su cintura– lo siento –murmuró contra su espalda.

–Alessandra, no puedo hacer esto –André intentó que su voz sonara firme, pero todo su ser se estremecía con el suave contacto de ella.

–Lo sé, lo siento –se disculpó, apoyándose más en él. André dejó salir el aire lentamente– soy egoísta contigo... no debería.

–Alessandra... –André giró entre sus brazos y la estrechó contra él– lo entiendo.

–No, no tienes por qué decirlo.

–Es la verdad –sus ojos grises la miraron lentamente– también fui egoísta contigo. Sé lo que se siente cuando estás tan confundido, aterrado y perdido que te aferras a lo único que se siente real. Que te hace sentir... vivo.

–Diferente –murmuró Alessandra, elevando sus ojos azules hacia él–. André, yo quisiera poder...

–Ya lo sé –la acalló. Sí, lo sabía. Él también quisiera que Alessandra pudiera amarlo. Todo sería más sencillo, sería simplemente... feliz. Pero no era así.

Se quedaron abrazados por largo rato, como si el mundo a su alrededor hubiera perdido sentido. Lo que era muy adecuado a sus sentimientos. Todo parecía un caos, excepto cuando estaban juntos. Porque, en ese momento en que estaban en brazos del otro, la soledad desaparecía. Eran uno.

–¿Regresamos? –André le tomó de la mano y Alessandra asintió–. Te encantan este tipo de eventos.

–Lo sé, pero no estoy de ánimo para ver... –suspiró– ¿puedes alejarte de ella?

–No tenía ninguna intención diferente –aseguró André besándole en la frente con suavidad– ¿estamos bien?

–Sí –confirmó Alessandra, aferrándose con fuerza a la mano de André– sí.

André sonrió y la guio hasta el salón. Se movió entre los invitados, esperó que iniciara una pieza musical y llevó a Alessandra hasta la pista.

–Tampoco es necesario que bailemos –protestó, incómoda.

–Lo sé, pero me gusta bailar contigo. ¿Te molesta?

–No –Alessandra sonrió y se dejó llevar por él. ¿Molestarle? Al contrario. Muy al contrario. Suspiró.

André no podía creer que volvía a tener a Alessandra en sus brazos, tan cerca... parecían siglos desde la última vez. La miraba sonreír, hablar y reír. Se veía relajada, casi podía decir que se veía... feliz.

Sus ojos azules brillaban risueños, sus mejillas habían adquirido un tono rosa encantador y aquel mechón rubio rebelde le cubría levemente la frente y le daba un aire vulnerable y dulce. ¡Sí, la amaba!

–Te ves feliz –comentó Alessandra en voz baja.

–Soy feliz –contestó André, acercando su boca al oído de ella– contigo.

–André, no digas eso...

–Lo intento, pero tú no me lo pones fácil.

–André... –Alessandra suspiró.

–Te ves hermosa, Alessandra. Sencillamente... adorable –alabó André.

–¿Ves? Ahora sí eres tú –Alessandra elevó su mano hasta la mejilla de él, le recorrió la mandíbula con un dedo y sonrió. ¿Estaba loca por querer besarlo? Seguramente.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora