Capítulo 17

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André revolvió su café con lentitud y sintió que alguien llegó a su lado.

–Sabía que aparecerías –sonrió mientras elevaba sus ojos grises hacia la recién llegada– acompáñame –pidió, señalando una silla.

–Gracias, André –Alessandra pidió un café mientras él la observaba atentamente– ¿qué sucede?

–¿Sabías que estaba aquí? –él esperó su asentimiento– ¿entonces fue deliberado?

–Sí, podría decirse... –suspiró y lo miró con una sonrisa nostálgica– siempre fuiste muy guapo, André.

–Gracias por el halago –elevó una ceja– y eso solo puede significar una cosa. ¿Qué tan malo es lo que me dirás a continuación?

–Pero, André... –rió, negando ligeramente– ¿piensas que no he cambiado en estos años nada en absoluto?

–Al contrario. Estás más bella que antes y te veo muy... ¿feliz?

–Muy feliz –confirmó y se llevó una mano a la mejilla. Otra mala señal, reconoció André–. Te preguntaré algo... ¿es casualidad que estés aquí?

–No –contestó de inmediato–. Tú sabes que no –clavó sus ojos grises en ella e hizo que la recorriera un escalofrío.

–Esperaba que lo fuera –comentó bajo–. André, lo que tuvimos, sea lo que fuera, pasó. Y espero que no...

–Claro que no –negó firmemente–. Solo quería saludarte, Alessandra. ¿Se me permite, cierto?

–No debería después de lo que hiciste, pero...

–Era joven y estúpido –admitió André avergonzado, evitando que terminara.

–Eso no es excusa –Alessandra se encogió de hombros–. No lo era y no lo es ahora.

–Ya lo sé, pero ¿sirve que admita que tenías razón sobre mi estupidez?

–Sirve –asintió divertida y de inmediato cerró los ojos, como si le costara decidirse–. Sé que no lo consideras siquiera pero, bueno, siempre me ha gustado dejar las cosas claras, el terreno que piso y... –André sonrió ligeramente–; bien, quizá no he cambiado demasiado –Alessandra clavó sus ojos azules en él–. Estoy enamorada, André. Muy enamorada –confesó.

André no se lo esperaba. En realidad, no sabía que esperaba, pero definitivamente, no una confesión de amor. Que, obviamente, no iba dirigida a él. Su ego no llegaba tan lejos... ¿Quién? ¿Por qué se lo decía a él?

–Si piensas que yo deseo que lo nuestro... –André empezó a negar.

–Oh no, André, no me malinterpretes –ella le rozó la mano para que se silenciara– era solo una premisa.

–¿Una premisa? –la miró con curiosidad.

–Sí, simplemente lo dije para que... bueno, ya no lo sé. Solo... –Alessandra volvió a clavar sus ojos azules en él, tras un largo momento–. Me voy a casar, André.

–¿Qué? –esta vez, no había podido evitar que su voz sonara un tanto aguda por la sorpresa. ¿Casarse? Pero... ¡era tan joven! ¿Casarse? ¡Alessandra no podía casarse!– ¿con quién? ¿Por qué harías algo semejante?

–Precisamente, porque estoy enamorada, André –colocó su mano en la frente, meneando la cabeza con lentitud–. Realmente, no has cambiado nada, ¿verdad?

–¿Amor? ¿Casarse? ¡Alessandra! –André no podía pensar con claridad. Sencillamente las palabras en una sola frase había sido demasiado para él– ¿por qué lo harías? –repitió.

–No espero que lo entiendas pero creí que debías saberlo –aclaró–. Sé que tú no considerarías volver... "repetir" conmigo porque nunca antes lo has hecho, ¿cierto? –Alessandra lo dijo en un tono irónico pero dulce, no sonaba a reproche–. Sigues siendo tan independiente como el día que nos conocimos.

André negó y se levantó. Alessandra también lo hizo.

–No sigo siendo el mismo. También he cambiado... –André forzó una sonrisa– y te deseo la mayor felicidad, Alessandra.

Ella lo miró con sospecha. No parecía del todo confiada en lo que acababa de escuchar, sin embargo asintió. Se giró y él la detuvo del brazo.

–¿Sucede algo? –preguntó con curiosidad.

–¿No tienes ninguna duda? ¿Cómo puedes estar tan segura?

–André, basta... –Alessandra se enfadó, no obstante él negó.

–Lo digo en serio. ¿Cómo logras esa seguridad, esa confianza, ese amor? –aunque sus palabras sonaban incrédulas, ella sabía leer más allá.

–Lo sabrás cuando llegue el momento, André –le aseguró, mientras colocaba una mano en su mejilla– cuando sientas que esa persona te llena con solo sonreír; que no puedes pensar más que en ella, aun en las cosas más simples y torpes; cuando siempre que la miras, puedes leer lo que siente sin necesidad de palabras, porque están conectados de una manera que nadie más logrará; y, por sobre todo, que ella está en todo momento, lugar y pensamiento sobre tu futuro. Porque es lo que quieres y necesitas, no por deber. Sino por amor.

Alessandra sonrió ante el rostro estupefacto de André. No lo entendería hasta que le pasara. Hasta que se dejara llevar y se enamorara. Él había sido una parte muy importante de su vida y lo había amado.

Lo besó en la mejilla como despedida. Dedicó una última mirada al hombre de ojos grises que no había dicho una palabra más mientras se alejaba.

Bien, pensaba André mientras caminaba hacia su auto, no había contado con que Alessandra le facilitaría tanto las cosas. Se iba a casar, jamás podría tenerla nuevamente y era mejor alejarse. ¿Quién imaginaría que sería tan sencillo? Se iría de ahí y no volvería, no mientras hubiera la posibilidad de verla de nuevo. Porque Alessandra era feliz y se iba a casar. No, a él eso no lo afectaba en lo más mínimo.

Aunque, bien podía haber una pequeña posibilidad. No que la amara, ninguna sin duda, sino que sintiera... que existiera... algo parecido al amor. Casi amor, pero no amor. ¡Oh no! ¡¿Realmente lo estaba considerando?!

Absurdo. Era todo lo que su mente podía conjurar, inmediatamente que ese pensamiento surgió de quien sabía dónde. Claro que Alessandra había ocupado una parte importante de su vida, más tiempo del que había estado con nadie, pero... era diferente. No era algo así como lo que ella había descrito.

Es más, él dudaba que alguna vez pudiera sentir algo semejante. Nada parecido, sonaba como salido directamente de ciencia ficción. Indudablemente, Alessandra sería muy feliz si sentía lo que había dicho. No obstante, se casaba...

Esa particular palabra era lo que le ocasionaba un sinsabor indecible. Matrimonio, casarse... no, él estaba convencido que algo así solo podía ser un invento de alguna mujer, muy ingeniosa por cierto, pero que quería atar para siempre a un hombre contra su voluntad, aunque él no lo supiera.

No obstante, Alessandra no parecía de ese tipo de mujer. De hecho, ninguna de las mujeres que él apreciaba, mayormente de su familia, eran de ese tipo. Sin embargo, todas se habían casado. Y, ni hablar de los hombres.

Él era el eterno soltero. Él único que había sobrevivido a los años sin apenas rasguños en su corazón. Y así estaba feliz. Completamente feliz.

Si bien, últimamente no encontraba satisfacción alguna en la compañía femenina como antes, solo con Alessandra, él no pensaba que fuera extraño. Ella lo conocía, eso era todo. No había que darle más vueltas.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora