Capítulo 23

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André no podía creer que había superado la noche, sin apenas recordarlo. Nada memorable, una cena bastante tranquila. Si no hubiera sido por la insistencia velada de cada uno de sus familiares jóvenes por conocer su estado de ánimo y la causa de él, casi podría asegurar que fue un éxito.

Lo que, por supuesto, no fue del todo. Y es que no había podido evitar, después de varias horas de indirectas, admitir que se sentía "extraño" por Alessandra y que, claro, nada pasaría pues ella estaba a punto de casarse.

En un punto a favor, eso había hecho que los comentarios de todos cesaran de golpe. Increíblemente. Sí, había sido un alivio poder escuchar nuevamente sus pensamientos; no que le trajeran paz especialmente, pero había cosas que evitaba cuestionarse y que parecía que todos se habían confabulado para preguntar. ¿Qué sientes por su boda? ¿Conoces a su esposo? ¿Lo ama? ¿Estás bien?

¡¿Por qué demonios estaría él mal?! ¡No era quien iba a casarse! Por lo que se encontraba muy, muy bien. ¡A veces la familia podía ser increíblemente molesta!

André se quitó la chaqueta con lentitud, tratando de evitar el mayor tiempo posible el recostarse. Porque una vez ahí, en su cama mientras daba vueltas intentando dormir, no había lugar a donde escapar. Y esas mismas interrogantes se presentaban en su mente una y otra vez. Quizá no las reconocería frente a nadie, ni a sí mismo, pero sí, se las formulaba.

Aún más preocupante, él se preguntaba, ¿por qué interesaba lo que Alessandra sintiera o no por su esposo? ¿Por qué sentía algo extraño al recordar las palabras de amor que había pronunciado? Parecía escucharla aún... y algo en su interior se retorcía... dolía.

Quizá tan solo necesitaba un médico y listo. Al menos eso quería creer. La otra posibilidad era aterradora... absurda. Él no podría amar a Alessandra ni aunque de eso dependiera su vida, de hecho, no creía poder enamorarse de nadie realmente. Tal vez si lo considerara, la primera en quien pensaría sería ella. Pero no lo consideraba. Ni siquiera era una opción.

Así y todo... él sabía que la idea de ver a Alessandra con otro hombre era más de lo que podía soportar. No tenía idea por qué, quizá solo era una sensación incómoda por su pasado. Sin embargo, sabía que esa razón era demasiado "fácil". Simple.

No era lo que sentía. Y no, no era por el tiempo que habían compartido años atrás. Quizás en parte sí, pero aún más, era por esas pocas horas juntos en estas semanas. Había sido tan único... tan diferente. No podía siquiera imaginarlos con nadie más.

Solo ella. Solo Alessandra. Y no tenía sentido. Y a la vez, tenía todo el sentido.


***

André no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Seguramente no lo había pensado demasiado bien. Indudablemente, no lo había pensado bien. ¿Qué se suponía que diría? ¿Qué se suponía que haría? ¿Por qué rayos lo estaba haciendo? No podía responder mientras corría como si la vida se le fuera en ello. Algo no estaba funcionando bien en su cabeza desde que había revivido la historia con Alessandra. ¡Esto no iba a funcionar!

Se detuvo, apoyó sus manos en las piernas para intentar recuperar el aliento. Escuchó una voz potente que salía de la Iglesia. Elevó su mirada y volvió a correr hasta la puerta, que se encontraba entreabierta.

Sus ojos se encontraron de frente con el beso que sellaría la unión entre Alessandra y su ahora esposo. Cuando terminó, ella se giró y sonrió, mientras él hizo lo mismo. André ni siquiera había notado que seguía parado, en mitad de la puerta, observando atónito como había llegado tarde. Muy tarde.

Trató de pensar con claridad. Intentó apartarse del lugar por el que, en unos segundos más, estarían transitando los felices novios. ¡Debía moverse! Pero se sentía ahí, atascado en mitad de la nada. Su nada.

Se sentía estúpido, humillado y como un total idiota, que era lo que seguramente diría Alessandra cuando lo viera parado, en su boda. Pero jamás lo creería. ¿Él enamorado justamente cuando ella se casaba? No, casi podía escucharla decir: tan solo es tu ego herido... nunca soportaste la idea de que alguien tuviera lo que tú no. Sin embargo no era eso, al menos no era la mayor razón. No.

Él, después de todo, quizá si la amaba. No demasiado, no con una gran intensidad, sin siquiera notarlo. Pero sentía algo tan fuerte con ella... podía imaginarse pasando años de su vida junto a ella. Su futuro.

Y, era completamente irónico, que lo notara precisamente cuando ella era inalcanzable. Cuando se había convertido en una mujer casada.

Sentía que la vida le pasaba factura por todo lo que había hecho. Por todo lo que había dejado de hacer. Huir... él había proclamado que jamás huía, no obstante era lo único que hacía... y hacía bien. ¿Compromiso? ¡Él estaba listo para correr al lado contrario, incluso elegantemente!

Sin embargo, ahora, todo había terminado –reconoció con sus ojos grises sombríos– había perdido. Debía aceptarlo e irse. Ahora.

Sintió una mano en su hombro y giró. Alex lo había alcanzado y recorría la iglesia, entendiendo el desenlace y lo obligó a moverse de ahí, antes de que siguiera haciendo el total ridículo.

–Lo siento –murmuró Alex palmeándole el hombro a André.

–No como lo siento yo –contestó con una risa seca–. Perdí.

–¿Todo era un juego? –Alex entrecerró los ojos, intentando descifrar la concisa palabra de su mejor amigo.

–Se suponía que sería un juego. Desde el inicio... ¿cómo llegó a convertirse en esto?

Alex negó lentamente. André ladeó la cabeza y continuó murmurando algo para sí. Se dirigieron a donde Alex había estacionado el auto que André le había dejado mientras corría. Alex condujo hasta el departamento de André y se aseguró que estuviera bien. André no quería compañía. Quería estar solo. Tal y como se sentía. Solo y perdido. Nadie podría entenderlo. Nadie tenía por qué intentarlo.

Se dejó caer en el sofá, mirando a su alrededor sin ver nada en realidad. ¿Para qué? La única imagen que se repetía en su mente era la de Alessandra vestida de novia, besando a un hombre frente al altar. Un hombre que no era él. Que él hubiera dado todo por ser. Era más que irónico.

El alcohol nunca había sido una opción en su vida. ¿Para qué? Él tenía todo lo que quería al alcance de sus manos, no sufría ni le dolía nada en absoluto. Jamás sintió la necesidad de olvidar. Pero ahora... ¡ahora haría lo que fuera por olvidar todo!

Así que fue hasta la colección de distintos licores que tenía para ofrecer a algún visitante ocasional o cuando atendía negocios trascendentales, pues no veía por qué limitarse a tratarlos en la empresa. Al menos no cuando eran cenas de negocios y... ¿qué más daba tomar una o dos copas que podrían ayudarlo?

Destapó una de las botellas y depositó el líquido con lentitud en una copa pequeña. Lo bebió de un trago, sintiendo su calor abrasador en la garganta. Nada, no había diferencia alguna. Quizá si tomaba otro...

No supo cómo, pero cuando lo notó, había varias botellas vacías frente a él, en la mesita de la sala y él sentía que todo en torno a sí giraba. Era una sensación curiosa y, se olvidó de todo lo que quería olvidar. En realidad, cerraba los ojos y su mundo desaparecía en el estupor que cubría su mente.

Se sentía extrañamente tranquilo. Y aburrido. ¿No se suponía que dejaría de sentirse solo? Empezó a reírse por la extraña apariencia que su mano tenía frente a sus ojos. A lo mejor debería llamar a alguien que lo acompañara.

Tomó su libreta y abrió una página al azar. No era la primera vez que necesitaba compañía y sin duda habría más de una mujer dispuesta a visitarlo. Pero ni siquiera pudo empezar a marcar antes de quedarse dormido, con el teléfono en la mano.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora