Capítulo 12

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Las salidas se hicieron frecuentes con el pasar del tiempo. Al principio, Alessandra había ocultado todo muy bien, pero las excusas empezaban a terminársele. No podía negar que cada vez pasaban más tiempo juntos; y, finalmente, Emma y Carlotta la confrontaron al respecto.

Alessandra tuvo que admitirlo. Se sentía totalmente atraída por André, para su eterno pesar. Carlotta no pudo evitar reírse pero Emma se encontraba bastante seria. Sin duda, era un tema serio aunque no para tanto. Alessandra intentó restarle importancia, en vano.

–Seguro que es nada –Emma ni siquiera la miró– no lo dudo.

–Es que no lo es –insistió Alessandra tomando asiento a su lado–. ¿Emma?

–Está bien, no lo es –Emma pasó de página el libro que tenía entre las manos.

–¡Ni siquiera me escuchas! –Alessandra se cruzó de brazos– ¿estás molesta?

–¿Por qué piensas algo semejante? –contestó, con un evidente tono de que había acertado–. ¿Por qué estás absolutamente idiota por André? No, ¿por qué sería algo que me interesara? Tú lo puedes manejar, evidentemente –nuevamente cambió de página, con molestia.

–No estoy idiota por nadie –utilizó sus palabras con duda Alessandra–. ¡Emma! –insistió y como no la miraba, le cerró el libro con fuerza–. André es un amigo.

–Sigue repitiéndolo –su mirada destelló– te servirá para convencerte.

–No soy una niña –Alessandra volvió a cruzar sus brazos– yo sé que no debo tomarlo en serio. Es André, sé cómo es.

–¿Realmente lo sabes? –Emma entrecerró sus ojos con incredulidad–. Tú no llegas a saber ni una cosa, Alessandra.

–Estás muy cerca de insultarme –protestó ofendida– no sé qué te sucede.

–Exactamente mis pensamientos hacia ti –murmuró y se levantó–. Es una pérdida de tiempo, no trates de convencerme a mí de que no sucede nada.

–No estaba haciendo eso –se defendió– eres mi amiga y quería que habláramos.

–Seguro –Emma suspiró–. No sé qué te ha pasado, pero estás diferente.

Nuevamente, aquel tono que indicaba que sus palabras implicaban mucho más de lo que realmente decía. Alessandra odiaba eso. ¿Por qué no se lo decía simplemente y ya?


***

–¡Estás enamorado! –la risa masculina no se hizo esperar.

–No lo estoy –respondió Alex con hostilidad mientras fulminaba con la mirada a André– no es gracioso.

–Es más que gracioso –se defendió André– ¿cómo puedes estar enamorado? ¡Alex!

–¿Qué tendría de extraño? Además, que no lo estoy.

–El mismo hecho que admitas que no tendría nada de extraño es lo que me hace suponer que he acertado. ¿Quién es la afortunada?

–Que no estoy... –Alex inspiró hondo– y si así fuera, nunca lo adivinarías.

–Lo estás, lo sabía –insistió André, divertido–. ¿Por qué no lo sabría?

–No... ¡ya déjame tranquilo!

–Estas irritable y de mal humor todo el tiempo, últimamente. ¿A qué se deberá? –André se golpeó la frente teatralmente–. Claro, a que estás enamorado.

–¿Sabes lo cerca que estoy de levantarme y golpearte? –Alex sonrió falsamente–; pero, tengo cosas más interesantes que hacer.

–Es tan gracioso –André se levantó de la silla que ocupaba frente a Alex– ¡crees estar enamorado!

Alex murmuró algo que André no alcanzó a escuchar, aunque estaba seguro de que tenía una idea de lo que sería. No le importó.

–¿Por qué no me cuentas cómo ha pasado eso?

–Déjame tranquilo –Alex habló despacio– ¿lo has entendido?

–Eres mi mejor amigo, jamás te dejaré tranquilo –él sonrió–; además, este será un tema por el que yo no caeré, por lo que no lo dejaré estar.

Alex lo observó con sus ojos azules clarísimos, llenos de incredulidad y escepticismo. Sonrió levemente.

–¿Realmente te crees inmune al amor?

–¿Inmune? Alex, por favor... –André puso en blanco los ojos– el amor no existe.

–¿No existe? –Alex se sorprendió por la burla que detectó en su voz– ¿lo crees?

–¿Tú no? –André no podía creer que estuvieran teniendo una conversación así– ¿qué has hecho todos estos años mientras salíamos con chicas? ¿Lo hacías porque buscabas el amor?

–No –Alex negó de inmediato. André lo miró sin entender– no lo creerías.

–Intenta –se cruzó de brazos– tengo curiosidad.

–No me importa –Alex encogió sus hombros– no pienso discutirlo contigo.

–Esto es reciente –André no parecía escucharlo–; por tanto, tiene que deberse a algo que sucedió... hace poco –reflexionó.

Alex arqueó una ceja. Nunca acertaría. Ni en mil años.

–Aurora –soltó André y Alex lo miró fijamente– ¿estás enamorado de Aurora?

–Déjame tranquilo –murmuró, levantándose para abrir la puerta– vete.

–¡Estás enamorado de Aurora! –André insistió y se cruzó de brazos– ¡pero si apenas empezaron a salir! ¿Cuántas veces han salido? ¿Una, dos?

–¡Qué te vayas! –insistió Alex con tono duro.

–No sé qué rayos te pasa –André se levantó, sorprendido– pero ¡ya supéralo!

–¡Tú no sabes nada! Ni una maldita cosa, así que ¡déjame tranquilo!

André puso en blanco los ojos. Estaba poco acostumbrado a los ataques de furia que últimamente parecían ser la orden del día para su mejor amigo Alex Lucerni, sin embargo intentó comprenderlo. No que pudiera. Él no podía entender que era lo que le sucedía y menos si se trataba de amor. Amor...

Curiosa situación la de Alex. ¿Podría haber pasado por alto que su mejor amigo estaba enamorado durante mucho tiempo? Porque bien, conocían a Aurora de toda la vida. Ella, después de todo, era su prima Aurora para ser exactos.

Así que sí, bien podía. Pero él no podía creer que estuviera equivocado con respecto a Alex. Siempre había creído que compartían las ideas sobre el amor y todo lo relacionado. Que no existía. Que era solo una ilusión. Claro que nunca lo habían hablado realmente, él solo lo había asumido.

Alex enamorado. Solo imaginarlo y podía sentir la risa burbujeando en su interior. ¡Su mejor amigo enamorado! ¿Cómo no podría reírse de algo semejante?

Se dirigió a la última clase de la tarde que tendría en la Universidad. Quizás encontraría a Alessandra por algún lugar. Sonrió.

Alessandra había sido una grata sorpresa en esos últimos meses. Le encantaba estar en su compañía y, sorprendentemente, aún no se había aburrido de ella. Así que seguían comiendo juntos, saliendo, yendo cada mes a la fundación.

Eran días interesantes. Y él se encontraba... tranquilo. Satisfecho, de cierta manera. Era curioso también, pero nada importante. Tarde o temprano, pasaría. Solo era cuestión de tiempo.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora