Capítulo 14

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Sin siquiera pensarlo, André había culminado el curso de diseño que originalmente lo había llevado a la Universidad, pero eso no impidió que siguiera saliendo con Alessandra. Ella lo esperaba y comían juntos, iban al cine, pasaban largas tardes sentados en la hierba mientras ella leía el manual de medicina de turno y él repasaba los gráficos de la empresa.

Muchas veces, Alessandra lo fastidiaba sobre lo poco que parecía trabajar, pues siempre estaba disponible. André se limitaba a poner en blanco los ojos, algunas veces le contestaba y la mayor parte la ignoraba. Eso solo provocaba que lo intentara con más intensidad y él no entendía por qué le gustaba verlo molesto.

–Aparentemente –pronunció André, fijando sus ojos grises en ella y dejando de lado los papeles que tenía en las manos– tu propósito en la vida es fastidiarme.

Alessandra arqueó una ceja y sonrió. Entrecerró los ojos y simuló pensar.

–¡Es que te ves tan lindo cuando te enfadas! –contestó y paseó su mirada por el libro que sostenía en las manos.

–No soy un niño –murmuró André, sin poder evitarlo y Alessandra soltó una carcajada– ¿te parece que eres graciosa, verdad?

–Muy graciosa –asintió risueña y sintió como André la tomaba en brazos– ¿qué te sucede? ¡Bájame! –pidió de inmediato.

–No lo haré –sonrió él, sosteniéndola contra su pecho–. Esta es una de mis ideas de diversión.

–¿De verdad? ¡Porque no es divertido! –Alessandra se removió en sus brazos–. Si no me bajas, yo...

–Mejor no te muevas, podrías caerte –advirtió, riendo.

–Bájame... ¡ahora! –bufó Alessandra en respuesta. Elevó sus ojos azules hacia el rostro de André–. Bien, estoy perfectamente bien aquí.

–¿Ah sí? –André la miró y ella sonrió. Acercó su rostro hacia Alessandra y cuando iba a besarla, ella lo giró–. ¿Qué haces?

–Negociar –contestó, risueña–. Si me sueltas, te daré un beso.

–¿Eso es todo? Qué mala eres para negociar –dijo André, aunque la dejó en el suelo. Ella se acercó y depositó un suave beso en su mejilla.

–¿Notas que soy muy buena negociando? –susurró, se sentó con una sonrisa enorme y continuó concentrada en su libro. Esta vez, André bufó irritado.

La relación que los unía se hacía cada vez más estrecha. El tiempo juntos parecía ser más corto e intentaban salir con amigos también. Para Alessandra, era muy importante que André se llevara mejor con Emma y Carlotta. Bastaba decir que Carlotta había accedido encantada, pero Emma... con ella, había sido otra historia.

Cada vez que intentaba Alessandra que Emma, quien era su mejor amiga, entablara una relación amistosa con André, fracasaba. André decía que lo intentaba lo mejor que podía y Alessandra le creía, ella lo veía. El problema era que Emma no hacía ningún esfuerzo en hablar con él, es más, no solo lo ignoraba sino que algunas veces se comportaba totalmente grosera.

Alessandra estaba un tanto preocupada, quizás un resquicio de temor porque Emma parecía muy firme en su opinión de André. Sin embargo, Emma no lo conocía, no lo había tratado como ella sí. Él, tal vez al inicio, había sido un completo idiota, pero eso había cambiado. De alguna manera, André terminó siendo exactamente el hombre que ella quería en su vida. Que necesitaba.

Brevemente, Alessandra había conocido al mejor amigo de André, Alex Lucerni. No había tenido mucho tiempo de tratarlo pues él había viajado y de ahí las oportunidades fueron mínimas. Cuando le planteó a André la sugerencia de que debería conocer a más de sus amistades, él se encogió de hombros y le prometió que lo haría. Era así como habían terminado planeando una cita doble con Emma y el primo de André, Marcos. No había resultado del todo bien, pues Marcos estaba enamorado de alguien más, según supo después Alessandra por Emma, aunque habían llegado a congeniar, lo que era sorprendente pues Emma era muy reservada en cuanto a hombres y mucho más si eran amigos de André.

Para Alessandra, la comprensión que encontraba en André decía mucho más que su pasado. No solo era un hombre grandioso, sino que no se molestaba si ella tenía que cancelar una cita porque debía estudiar para el examen del día siguiente o porque una emergencia hubiera surgido en el pabellón infantil que ella realizaba su guardia. Varias veces había recibido sorpresivas visitas de él, quien le recordaba que debía detenerse e ir a comer, a descansar o tan solo a respirar.

André podía hacer que ella sonriera con una sola palabra. Que deseara besarlo con tan solo un gesto. Que quisiera correr a sus brazos con tan solo una mirada de sus ojos grises risueños.

Alessandra había temido la falta de compromiso que Emma le reprochaba, pues André no le había pedido ser su novia ni parecía que vislumbrara ningún compromiso cercano. Pero ella tampoco, eran jóvenes y estaban felices tal y como estaban. ¿Por qué presionar si la situación era perfecta?

Tan solo había un problema. Que Alessandra estaba segura, casi completamente segura, que estaba enamorada de André.

–Aquí te esperaré –señaló André con una sonrisa y Alessandra se cruzó de brazos– ¿qué sucede? ¿Te molesto?

–¡Me distraes! –siseó pero se acercó a besarlo brevemente–. Eres tan tú.

–Gracias, estoy feliz con ser yo en este día –contestó él, riendo. Alessandra negó con una sonrisa mientras se alejaba–. Aquí seguiré...

–Ya lo sé –murmuró, aunque él no la escuchó ya. La observó irse y André sonrió, pensando en la cena que había preparado para los dos.

André no podía creer que había estado tanto tiempo interesado en Alessandra. Y lo que era más sorprendente, se veía a sí mismo con cada día que pasaba, más intrigado por ella. No lo inquietaba, o al menos, no aún.

Sencillamente él no era de los hombres que se enamoraban. No importaba lo que los demás dijeran o lo que sus actos parecieran decir, él no amaba a Alessandra. Es que bueno, él no creía que tal cosa existía y simplemente no veía por qué no podía ser amable con ella.

No era como si no pudieran ser amigos... no que lo fueran, o quizá sí. Él no sabía qué era lo que tenían y no le interesaba etiquetarlo. Solo porque los demás lo hacían, no se suponía que él lo hiciera.

Era por esa razón, que él seguía con su vida normal. Y, aunque en su familia habían surgido rumores de que Alessandra era su novia, particularmente por la sorprendentemente poca discreción de Marcos, él los había ignorado. Él no tenía novia, él no tenía nada parecido a una relación de amor con persona alguna. Ni siquiera con Alessandra.

Exactamente por eso, Alessandra no tenía por qué conocer a su familia. Es más, nunca podría con la carga que suponía haberle presentado a Marcos, pero debía hacerlo, ella había insistido en conocer a sus amistades. ¿Quizás eso debió darle una señal de que todo se estaba complicando?

André recibió la noticia como si fuera un balde de agua fría. Intentó disimular y probablemente lo logró, aunque no del todo. Alessandra le anunciaba que conocería a su familia en la boda de Marcos, su queridísimo primo que decidió comprometerse y casarse en un tiempo record. Esas palabras, dichas con la mayor normalidad del mundo, fue lo que llevó a André a plantearse que quizá si había malinterpretado Alessandra su situación. O quizás él había sido totalmente idiota al no aclararla. Pero, ¿quién podía imaginarse que ella pensaba que eran novios o que tenían alguna clase de relación de ese tipo?

Bien, quizás y solo quizás, ella esperaba fidelidad. Aquí, había un gran problema. Gran, gran problema –pensó André.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora