Capítulo 18

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¿Cómo demonios se le había olvidado que llegaba su cumpleaños? –se preguntó André, cuando al día siguiente recibió una llamada de su madre para recordarle la cena que le ofrecerían en la Mansión Ferraz.

Volvió a maldecir porque no era un momento oportuno. De hecho, lo que menos quería era una reunión familiar en la que todos opinarían sobre la vida que llevaba, o suponían que llevaba, y la razón de que fuera el único que permanecía soltero a sus, dentro de unas horas, treinta años.

Exhaló con exasperación. No era su culpa que todos se hubieran casado a temprana edad. Él no tenía prisa alguna, incluso dudaba que llegara ese día. Sin embargo, ¿eso impedía que opinaran y aconsejaran? ¡No, por supuesto que no!

Pasó todo el día intentando poner una sonrisa amable, cuando lo que en verdad quería era estar solo. Era una sensación extraña, nueva para él. Bien, había tenido sus momentos de hastío, pero esta semana había sido particularmente larga; y, que para colmo, culminara con la celebración de su cumpleaños, solo hacía que empeorara el panorama.

No quería explicar su estado de ánimo. De hecho, había esquivado por días a cualquier persona que pudiera preguntarle si pasaba algo. Eso, por supuesto, incluía a todos y cada uno de los que estaría en su cena de cumpleaños esa noche. ¡Qué ironía de la vida y qué apropiado regalo de cumpleaños!

–¿Qué debería comprarte como regalo de cumpleaños? –André elevó sus ojos hacia la persona que bloqueaba la entrada. Inspiró–. ¿Qué pasa? ¿No estás de humor?

–Alex –murmuró como saludo e intentó ignorarlo.

–El mismo –sonrió divertido Alex por la bienvenida que le daba André– ¿es un mal momento?

–El peor posible –contestó sin mirar– estoy muy ocupado.

–¿Ocupado? Es tu cumpleaños. ¿Escribiendo agradecimientos?

–Qué gracioso –André bufó sin sonreír siquiera–. No quiero hablar.

–Suenas muy familiar... –Alex se puso una mano en la barbilla–. Hace muchos años, yo te dije algo similar... ¿y qué hiciste tú?

–¿Cómo buen amigo te dejé solo como deseabas? –André arqueó una ceja ante la sonrisa malévola que esbozó Alex.

–No, al contrario. Insististe y te burlaste de mí. ¿Irónico?

–Pero tú eres mejor que yo. No lo harás –dijo con certeza, la que por supuesto, no sentía. Eso solo provocó una carcajada en Alex.

–Claro que te fastidiaré. ¿Cómo no? Estás soltero, tienes trabajo, dinero y tiempo libre. ¿Cómo dejar pasar una oportunidad así de averiguar qué sucede?

–No sucede nada. Solo no estoy de humor para cenas familiares.

–¿Qué ocultas? –Alex sonrió conocedor–. Sabes que, de cualquier manera, esta noche se sabrá.

–Pues que disfruten averiguándolo –murmuró André con molestia.

–Soy tu mejor amigo. Tienes que hablar con alguien –señaló.

–Hablaré cuando haya algo que discutir –puso en blanco los ojos– ¿entendido?

–No –Alex se sentó frente a él, cruzando sus brazos con diversión–. ¿Tiene que ver con una mujer, verdad?

–Eso no es difícil de imaginar –apuntó André.

– Claro que no. Pero es que, verás, tú no te pones así por ninguna mujer. Excepto... ¿recuerdas hace muchos años cuando terminaste con tu novia que no era tu novia? ¿Cómo era? –Alex simuló pensar–. Oh sí, Alessandra.

–Alex... basta –siseó entornando los ojos.

–Sí, Alessandra. Pasaste días de malhumor, saliendo con tantas chicas que ni siquiera puedo empezar a contar, pero a las que dejabas en ¿horas? Y ni así mejoraste en un tiempo y no llegaste a aceptar lo que era tan obvio para todos...

–Yo no... –André elevó sus manos en gesto cansado– fue una simple etapa que pasó, sin relación con Alessandra –murmuró en voz baja– ¿por qué la traes ahora?

–Porque es obvio por donde va tu malhumor. Es por ella.

–¡Qué no! ¿Me dejas tranquilo?

–No lo creo –Alex tenía sus ojos azules clarísimos brillando con diversión contenida. André se limitó a pasar una mano por su cabello negro, con cansancio.

–Tienes razón, de cualquier manera lo sabrán. Todos ustedes, siempre lo saben todo –soltó con fastidio–. ¿Sabes qué es lo que sucede? ¡Estoy cansado de que opinen sobre mi vida! No quiero casarme, no pienso hacerlo ni tampoco quiero enamorarme. Soy feliz tal y como estoy. ¿Es tan difícil de entender?

–Mucho –Alex se encogió de hombros–. Nos preocupamos por ti, André. No estás bien. En mucho tiempo no has estado bien, quizás estuviste bien solo cuando...

–Alessandra –lo cortó André, sabiendo lo que venía. Habían tenido esta conversación durante largo tiempo después que él se hubiera separado de ella. Y ahí iba de nuevo–. Sé lo que dirás. Te he escuchado, aunque no pareces creerlo, durante estos años. Y no funcionó con Alessandra porque así debía ser.

–No necesariamente –insistió Alex–. Tú la traicionaste y si no hubiera sido así, quizás ustedes nunca...

–Alex, yo no traicioné a Alessandra –André contestó y Alex por un momento se sorprendió–. Al menos, no como tú imaginas.

–Traición es traición, André. No tiene grados.

–¿No? –André soltó con sarcasmo–. Bien, salí con otras chicas, ¿sí? Pero no pasó nada. Nada de nada.

–¿Qué? –Alex lo miró con sorpresa y escepticismo– ¿a qué exactamente te refieres?

–A eso. Nada, ni siquiera un beso. Nada –remarcó.

–Un momento... ¿cómo no?

–¿Cómo? –André colocó sus manos contra las sienes–. Porque yo no podía pensar en otra mujer que no fuera Alessandra. Si intentaba besarlas, abrazarlas o siquiera tomar sus manos, ahí estaba ella. Sus ojos azules, su cabello rubio, su sonrisa... toda su imagen en mi cabeza. ¿Aún preguntas cómo?

–Tú... –abrió la boca con sorpresa– tú... ¿la amabas?

–¿No es lo que me has venido diciendo todos estos años, Alex? ¿Entonces sí la amaba? ¡Gracias, ni siquiera lo hubiera imaginado si no lo decías!

–No pensé que tanto... yo... –Alex entrecerró sus ojos– ¿estás mintiendo?

–¿Tú qué crees? –André arqueó su ceja.

–¿La verdad? No sé qué pensar –colocó su mano en la barbilla–. Esto es sorprendente, por decir lo menos. Ahora, si es cierto o no...

–¿Cómo lo sabrías? –André esbozó una sonrisa cínica–. Nunca lo sabrás.

–Podría averiguarlo, ¿sabes?

–Inténtalo –se encogió de hombros– no me interesa.

–¿Cómo es que siempre logras desviar la conversación a otro lado? –Alex observó antes de irse. Tanto le había intrigado que ni siquiera recordó continuar preguntando si Alessandra en el presente tenía algo que ver con su estado de ánimo. André lo consideraba una partida ganada solo por eso.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora