Capítulo 7

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Alessandra intentó huir de su mirada gris pero sus ojos la hipnotizaban. Era atrapante la burla que leía en ellos y eso le parecía totalmente sinsentido.

–No. Sin embargo, he conocido un par de hombres como tú... –ella se pasó una mano por el cabello recogido– no ha sido nada agradable.

–¿Por qué te parece que...? –empezó a decir André cuando escuchó que su madre lo llamaba–. Lo siento, he olvidado que venía acompañado.

–Oh sí, ve con tu cita. Aunque no imaginaba que sería una buena idea un baile de caridad. ¿Quieres dar una buena impresión?

–¿Cita? –André soltó una breve carcajada–. Ah, mi querida Alessandra, estás tan equivocada conmigo –su tono indignado y divertido la mortificaron enormemente.

–¿Te estás burlando de mí? –Alessandra hizo un mohín involuntario y, contra toda lógica, giró hacia la mujer que avanzaba a ellos.

Era Danna, una de las patrocinadoras de la fundación. Pero ella... ¡Ferraz!

–Es mi...

–Es tu madre –completó Alessandra la frase que André estaba a punto de decir. Él asintió y ella, como si fuera posible, se sintió aún más torpe. ¿Cómo lo había olvidado? ¡Danna Ferraz! ¡Claro que podría venir con André aunque ella nunca antes lo hubiera visto ahí! Era su hijo.

–Sí. Es bellísima, ¿no? –presumió él con una gran sonrisa.

Alessandra empezó a mirarlo desde otra perspectiva. Siempre había pensado que los hombres como él, menospreciaban a toda mujer que se ponía frente a ellos. No obstante, André... bueno, con ella ese parecía ser el caso cuando se conocieron; sin embargo mientras miraba a su madre, quizá podría haber estado equivocada al respecto. ¿Podría ser diferente?

–Mucho. Y tiene un gran corazón también –concordó Alessandra y André le dirigió la mirada más cálida que había visto nunca en sus ojos grises. La dejó sin aliento.

–¿Tú qué haces aquí, Alessandra? –preguntó André con tono casual y ella entrecerró los ojos–. Es pura curiosidad.

–¿Ah sí? –Alessandra pareció pensarlo un momento y luego continuó–. En el tiempo que tengo libre soy voluntaria aquí.

–La fundación... por supuesto. Suena a ti –comentó André. Alessandra quiso preguntar a qué se refería pero Danna llegó a su lado.

–Hijo mío, me preguntaba por qué tardabas tanto –reprendió divertida, mirando hacia Alessandra–. Veo que has conocido a una de nuestras más entusiastas y queridas colaboradoras –saludó con un besó en la mejilla a Alessandra.

–Danna, que gusto verla –le sonrió avergonzada–. Temo que retenía a André y...

–¿Se conocen? –preguntó con curiosidad, mirándolos alternativamente. Negó–. Bien, debo continuar mi recorrido, diviértanse.

–Pero... –protestó Alessandra, sin embargo Danna se alejaba y no había mucho que decir. ¿Qué diría, qué en realidad detestaba a André? No era una gran idea.

–¿Qué dices? ¿Nos divertimos? –provocó André con una sonrisa. Alessandra puso los ojos en blanco–. Eso es un no, ¿cierto?

–¿A ti que te parece? –suspiró, un tanto exasperada–. No quiero que parezca algo que no es. Tu mamá... ¿hay alguna manera que ella crea que tú y yo...?

–No, no eres mi tipo –negó él divertido, para fastidiarla y Alessandra se sorprendió por un instante. Respiró hondo.

–Bien, me alegro –se giró y sintió que André la sostenía–. ¿Qué sucede?

–¿Bailas conmigo? –pidió con una sonrisa educada. Ella entrecerró los ojos, con sospecha–. Es una propuesta totalmente inocente.

–Sí, claro –elevó su barbilla–. Lo creo, pero no gracias.

–Está bien –le restó importancia y sonrió una vez más–. Nos vemos luego, Alessandra –se inclinó brevemente, para besarle la mejilla y se alejó.

André sostuvo a su madre entre sus brazos mientras bailaba con ella, en lo que sería la inauguración del primer baile dentro de la gala de caridad. La giró una vez más y su madre sonrió. André le correspondió.

–Gracias por hacer esto, hijo –Danna lo miró con profundo amor–. Estoy intrigada.

–Lo esperaba –André arqueó una ceja– ¿por qué decidí acompañarte?

–Eso también, ya que te ofreciste, pero no –lo analizó brevemente–. He notado que... últimamente, bueno, quizá me equivoque.

–No estás siendo clara –observó jovial.

–A veces me recuerdas tanto a tu padre –comentó con una sonrisa– aunque...

André lo veía venir. Podía recordarle a su padre, pero no en general. Leonardo siempre había sido tan correcto, tan centrado, tan... adulto. Y él, no.

–La conocía de antes –respondió André, a la pregunta que su madre no sabía cómo formular– a Alessandra –aclaró, sabiendo que no era necesario– de la Universidad –eso sí era necesario– entre nosotros, no existe nada.

Danna pareció volver a respirar, con tranquilidad. André pensó que si su propia madre tenía una reacción así... en verdad debía llegar a ser terrible.

–No es que... –Danna se mordió el labio, indecisa– aun estás tratando de encontrarte, lo sé. Alessandra es una gran chica y...

–Lo entiendo, no debo acercarme a ella. Me lo han dicho y...

–Al contrario, pienso que te haría mucho bien –asintió palmeándole el hombro– es una gran chica.

–Lo dijiste ya... –sonrió André, intentando sonar despreocupado.

–Es que lo es. Me gustaría que... si tú estás pensando... –Danna puso en blanco los ojos– esto es más difícil de lo que parece.

–¿Qué cosa? –rió largamente.

–Intentar entrometerse en la vida de un hijo sin que se note que es lo que hago.

André la abrazó brevemente antes de dejarla. El baile había concluido y él se encontraba extrañamente tranquilo. Una sensación... diferente, nueva. Quizá le gustaba, un poco.

–Lo pensaré –André besó a su madre en la frente y ella asintió, alejándose para saludar a una pareja recién llegada.

–Eso ha sido totalmente inesperado –escuchó André y giró. Sonrió a Alessandra.

–¿Qué ha sido inesperado? –preguntó intrigado.

–El cambio. Pensé que hallarías una pareja, pero... tu madre. Estoy impresionada.

–No lo hago para impresionarte –se encogió de hombros. Alessandra decidió ignorar la observación algo brusca.

–Lo sé. Quiero disculparme contigo –dijo y elevó las manos– no lo arruines.

André inspiró hondo y asintió. Decidió que la escucharía, ¿qué podía perder?

–El primer encuentro fue algo... no fue lo mejor –Alessandra prefirió omitirlo–. En la Universidad, al inicio realmente pensé que... pero me he dado cuenta que no. No soy tan interesante... tú no... –no parecía encontrar las palabras– lamento la forma en que te traté, tú no eres lo que esperaba.

–Gracias –se limitó a decir André, ante lo que parecía, un halago de Alessandra.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora