Alessandra se observó en el espejo por última vez antes de tomar el camino al aeropuerto. Finalmente había llegado el día en que John volvería del congreso de medicina. Se sentía más que ansiosa por verlo.
–No iré contigo –Emma habló desde la cocina– no quiero interrumpirlos.
–No lo harás –Alessandra negó, pero internamente estaba feliz de tener a John para sí– aunque si es lo que quieres...
–¡Claro que sí! Solo he venido a visitarte, verte antes de la llegada de John.
–¿Y eso por qué? –Alessandra asomó su cabeza por el umbral de la puerta de la habitación, para localizar a Emma.
–Por nada en particular –soltó con tono casual.
–Hummm –torció el gesto– ¿no vas a insistir en pensar lo que no viene al caso cierto, amiga querida?
Emma rió y puso los ojos en blanco. Alessandra apareció por detrás y lucía totalmente preciosa.
–¿Cómo me veo? –preguntó riendo–. ¡Debo asegurarme que John me haya extrañado para que no vuelva a irse durante tanto tiempo!
–Eso está mejor –aprobó Emma con una sonrisa–. Lo amas.
–¡Por supuesto que lo amo! –Alessandra clavó sus ojos azules con extrañeza por el comentario– estamos a punto de casarnos, ¿recuerdas?
–Yo sí que lo recuerdo... ¿y tú también?
Alessandra cruzó sus brazos y a continuación elevó sus manos en gesto de rendición. Suspiró.
–Todos tenemos un pasado, y algunas veces ese pasado vuelve –Alessandra no pudo evitar notar la mueca de Emma–; eso no significa –continuó–, que vaya a revivir. Para algunas personas, el pasado solo es eso... pasado.
–Está bien, no quiero cansarte con eso –Emma se disculpó– es solo que me preocupa lo que pueda suceder.
–Nada sucederá –aseguró Alessandra asintiendo vigorosamente– amo a John.
–Y él te ama a ti –Emma amplió la sonrisa– son perfectos juntos.
Alessandra suspiró, recordando la despedida compartida antes de su partida a Estados Unidos. Él le había pedido una vez más que lo acompañara, sin embargo Alessandra se negó. Tenía trabajo, voluntariado y los preparativos de la boda. Emma la mataría si la dejaba sola con todo eso, aunque Alessandra se sentía capaz de escapar de tantos detalles y problemas de la fiesta. Lo único que deseaba era una boda sencilla... pero, al parecer, era la única que deseaba eso. Ni John, ni su madre, ni su dama de honor estaban de acuerdo. Volvió a suspirar.
–Bien, ya me despido –Emma se burló con una risita– ve a buscarlo.
–Adiós, Emma –le dio un abrazo y cerró la puerta.
No habían pasado ni diez minutos cuando el timbre sonó de nuevo. Alessandra observó el paquete que tenía en las manos varias veces, antes de abrir la puerta y entregarlo al mensajero. ¿Por qué no entregar un regalo que debía haber sido entregado hace años? Y, nada más oportuno que su cumpleaños.
No era nada extraordinario. Solo una corbata... un punto final a todo el pasado.
***
Los regalos no habían tardado en llegar durante la semana de la boda. Alessandra se sentía emocionada por cada uno de los paquetes, los examinaba con sumo cuidado, sabiendo que cada uno contribuiría a comenzar una nueva vida juntos.
–¡Con cuidado! –gritó y John elevó una ceja con sorpresa–. Lo siento, es que no quiero que dañes las envolturas.
–¿Por qué no? –sonrió divertido– ¿acaso las piensas guardar?
Alessandra hizo un mohín y giró su cabeza con fingido enfado.
–Cariño –susurró él levantándose a abrazarla– está bien, lo haré con cuidado –le besó en la cabeza levemente– eres tan única.
–Eso no lo dices imparcialmente –elevó sus ojos azules hacia el rostro de John– te extrañaba tanto, ¿sabes?
–Lo sé –asintió– yo también te extrañaba.
John volvió a tomar el paquete que había dejado a un lado para, en lugar de rasgar el papel, trata de desenvolverlo con cuidado. Sonrió, sabiendo que Alessandra lo miraba de reojo, esperando que siguiera sus indicaciones.
–¿Es una broma? –pronunció John con una risita– ¿tiene que serlo, verdad?
Alessandra mostró una mirada interrogante hacia las palabras de John. Él continuaba sosteniendo el regalo que tal reacción había provocado.
–¿Qué sucede? –preguntó con curiosidad, levantándose hacia él– ¿qué es?
–Un libro –explicó y Alessandra ladeó la cabeza, esperando una explicación con mayor sentido– es un libro de ¡medicina!
–¿De medicina? –repitió incrédula. John asintió y Alessandra en un instante se lo quitó de las manos–. Es un manual de medicina.
–Exacto. ¿Debo suponer que por qué somos médicos esto es pertinente, verdad?
La diversión de John no parecía ser compartida por Alessandra, quien se limitó a mirar alternativamente el rostro de su esposo, el papel que había envuelto el libro y el manual en sus manos.
–¿Quién...? –se aclaró la voz– ¿de quién es?
–No lo sé –se encogió de hombros– no traía tarjeta.
John continuaba creyendo que era una especie de broma y que la falta de una tarjeta solo lo confirmaba. Alessandra no. Ella conocía ese manual, esa recopilación. Era la misma que leía cuando estaba con André, que leyó durante días a su lado. ¿Coincidencia? Lo dudaba. Aquel extraño sentido del humor y sin una tarjeta, debía ser André, retribuyendo el regalo que ella le había dado por su cumpleaños.
–Interesante –pronunció Alessandra, sin tener demasiado que decir, pero sabiendo que debía decir algo–; sin duda, ha sido una broma.
–Lo sé, es interesante en verdad si te pones a verlo con calma –John la besó en la mejilla, riendo aún–. No pensé que ninguno de nuestros amigos tuviera un sentido del humor tan particular.
–Sí, pero tampoco serviría de nada preguntar... –soltó con un poco de inquietud. John negó, sonriendo–. ¿Comemos?
–¿Ahora? –sus ojos marrones la estudiaron con rapidez– ¿sucede algo?
–Sí, es que ya tengo hambre –confirmó con firmeza.
–Pero fuiste tú quien dijo que quería abrir primero los regalos y no harías absolutamente nada más hasta terminar.
–Lo sé, pero me equivoqué –Alessandra le pasó una mano por el rostro–. Te amo John, te amo tanto.
–Y yo te amo Alessandra, siempre te amaré –pronunció y la besó los labios con suavidad e intensidad. Alessandra supo que no podría haber nada más perfecto que ese momento junto a John.
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Casi amor (Italia #11)
RomanceAndré Ferraz no creía en el amor. Lo había visto de cerca, en su familia abundaban ejemplos, pero no estaba interesado en algo así. Él se divertía y era completamente feliz sin ataduras. Nadie se le ha resistido... hasta ahora. Encuentra en Alessan...