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Emma

Kyla llevaba desde las nueve de la mañana gritando y dando brincos por el salón . Y desde entonces intenté dormir, pero se me hacía imposible.

Me levanté y fui directamente al baño a asearme. Terminé y me fui de nuevo al vestidor para vestirme con una simple camiseta larga.
Salí hacia el salón y me encontré Kyla encima del sofá bailando como los Rolling Stones.

-¿A qué se debe tanta alegría? -Mi voz se alzaba intentando que me oyera por encima de la música.
-La vida esta cambiando.

Puse las manos en la cabeza, ya que me empezaba a doler con el volumen tan alto.
Me dirigí al reproductor de música y le baje el volumen.
Kyla se bajó del sofá con cuidado y se fue haciendo una coleta a su larga melena, a mientras se dirigía a la nevera.

-Eres una aguafiestas...
-Claro.
-¿Quieres zumo?
-Si -. Me sirvió desde una jarra, un vaso de zumo de pomelo.

Nos sentamos en la barra de la cocina y nos servimos con unas galletas para desayunar.

-Sigo sin creerme que hayas dormido con Bellamy Miller.
-Ni yo. Pero ya que el destino me juega con estas cartas desearía sacar la baraja entera.
-Que poético... Y yo aquí sola.
-¿Sigues con eso?
-Si. ¿Has sabido algo de Dakota? Ayer se fue en medio de la comida, y no la volví a ver.
-Y yo desde la graduación.

Estábamos confusas con la poca comunicación que habíamos tenido Dakota y yo desde el urgente mensaje.
Cogimos el ordenador y lo pusimos en la mesa en frente de las dos, para hacer una vídeo llamada. No respondió.

-Puede que esté ocupada. Recuerda que ayer tuvo que irse por asuntos de trabajo.
-Si es cierto -. Respondí confusa.

Me senté frente a la ventana del salón, con un libro de poesía en la mano, reviviendo mis partes favoritas. Un libro donde representaban muchas poesías clásicas.

Rodando a goterones solos,
a gotas como dientes,
a espesos goterones de mermelada y sangre,
rodando a goterones,
cae el agua,
como una espada en gotas,
como un desgarrador río de vidrio,
cae mordiendo,
golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del
alma,
rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.

Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,
un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose,
cae el agua,
a goterones lentos,
hacia su mar, hacia su seco océano,
hacia su ola sin agua.

Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,
bodegas, cigarras,
poblaciones, estímulos,
habitaciones, niñas
durmiendo con las manos en el corazón,
soñando con bandidos, con incendios,
veo barcos,
veo árboles de médula
erizados como gatos rabiosos,
veo sangre, puñales y medias de mujer,
y pelos de hombre,
veo camas, veo corredores donde grita una virgen,
veo frazadas y órganos y hoteles.

Veo los sueños sigilosos,
admito los postreros días,
y también los orígenes, y también los recuerdos,
como un párpado atrozmente levantado a la fuerza
estoy mirando.

Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.

Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma
en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro al mundo.

𝑴𝒊𝒍𝒍𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora