Dakota
Estoy exhausta del trabajo. Acababa de aparecer mi padre con un archivador repleto de documentos, del nuevo caso y sus trámites. Y sinceramente no tenía ningunas ganas de continuar trabajando, pero por suerte ya iba a ser la hora de la salida, por lo que ya recogía todo, y llevaba conmigo el archivador en el brazo mientras con el otro brazo colgaba mi bolso y saludaba a mi padre avisando de que me iba. Al asegurarme que se había despedido de mi, me fui en el ascensor y me topé con Christian, el cual iba con un abrigo en su ante brazo mirando de frente con seriedad.
-Venía en tu rescate.
-Gracias, pero sé tomar mi propio rumbo -. Le esquivaba con mi brazo intentando dar al botón de la primera planta, pero le dio él y me ayudó a llevar las cosas.
-Ya sé que eres muy inteligente, pero me gusta completar esa inteligencia -. Me besó apartándose las gafas de la cabeza.
-Hoy tenía ganas de ir a mi casa...
-Claro, y allí vamos.Por absurdo que sonase, había olvidado que vivía con él. Apenas me había quedado allí, ya que todas las chicas nos habíamos ido a Orlando tras el regreso de Kyla, de su luna de miel, por lo que ya han pasado unas cuantas semanas desde la boda. La semana anterior había sido el cumpleaños de mi padre, por lo que me quedé en su casa, por su cumpleaños, y esta semana tocaba el cumpleaños de mi hermano.
-¿Qué día es hoy? -Christian miró su móvil una vez más para mirar la fecha.
-Veintisiete de marzo.
-Oh dios -. Me llevé las manos a la cabeza, y salí rápidamente del ascensor hacia el exterior despidiéndome del hombre de seguridad.
-¿Qué pasa?- Me detuvo poniendo su mano en mi hombro.
-Se me había olvidado, tengo que comprar el regalo a mi hermano.
-No te preocupes, llamaré a Hailee, ella se encargará.Suspiró y entró al coche tras mio, con cara extraña, avisando al chófer de que nos llevase a casa.
(...)
Me levanté confundida de la cama, era tarde las tres de la mañana, y no veía a Christian por ningún lado. Observé bajo la sabana mi cuerpo desnudo, por lo que al levantarme, me llevé conmigo una sabana, enrollada a mi cuerpo. Fui al balcón y así tomar un poco el aire, la ciudad no dormía, oyéndose gritos, música, locales cerrando, y luces. Apoyé todo mi cuerpo en la barandilla apretando mis codos contra el hierro. La luna brillaba y parecía más grande que de costumbre, las estrellas rondaban al rededor de ella. Oí gritar a Christian, hablando por teléfono, seguido del grito se escuchó a la perfección cristal roto rompiéndose a trozos de un impacto. Bajé con rapidez hacia las escaleras, las bajé como nunca, casi consiguiendo que me cayera rodando hacia bajo, pero por suerte no ocurrió. Corrí hacia él, y tomé su mano, al verla sangrando, por el golpe. Apartó su mano escondiéndola y se apartó de mi.
-¿Qué ocurre?
Estaba exhausto y espeto de preocupación. Se apoyó firmemente en la mesa frente al ventanal, y miró al horizonte, intentando ser iluminado por algo divino, y así darme la respuesta a mi pregunta.
-Dime, ¿qué ocurre? - Volví a preguntar insistentemente.
-Tengo... -Se detuvo antes de continuar la frase. Levanté una ceja desafiante, esperando el empitud para responder -. Tengo más rostros de las que te puedes llegar a pensar.
-¿Qué?Sentí un leve dolor en el pecho, no quería seguir oyéndole, pero necesitaba hablar y decirle lo que necesitaba, para poder estar dispuesta a estar con él de por vida.
-Sólo -Tomé aire y me acerqué a él, para girarle y verle, y sentir más de cerca lo que siente, o al menos especular-. Déjame entenderte.
-No, no.
Alzó el brazo, apartándose de mí, de nuevo, como en su tiempo hizo, por su posesiva idea de controlar todo, para tener el control sobre mi. Se alejó a las escaleras, dispuesto a ir a su escritorio, en su escondrijo.

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𝑴𝒊𝒍𝒍𝒆𝒓
RomansaNuestra elección en la vida siempre fue meditada desde que teníamos apenas doce años, por muy extraño que suene. Pero sufren altibajos por intromisiones en el camino. Pasa delante tuyo y mío, mejor disfruta la a cada instante, tal vez te des cuanta...