Jamás en su vida había pensado que pasaría cuatro días dando tumbos encima de una carreta por caminos intransitables completamente empapada. Tenía que admitir que la primera semana el cálido sol del invierno hacía el viaje bastante agradable pese a los saltos y traqueteos del transporte. Pero estos últimos días eran un castigo. Todo el grupo parecían ratas mojadas, unos pobres pordioseros envueltos en barro de la cabeza a los pies. Odiaba el barro. Odiaba el agua, pero sobretodo odiaba a Sir Marcus.
El viaje estaba preparado, todo listo a que llegaran la docena de hombres que las escoltarían al castillo de Carrickfergus, en el condado de Antrim, en el norte de Irlanda. Estaba nerviosa. Paseaba de aquí para allá sin descanso. Se les esperaba ese día. Decidió acercarse al granero, seguro que tía Gertrudis estaba allí. Cuando se ausentaba más de dos horas de su sillón de orejas siempre estaba allí, hablándoles a los caballos, o buscando a Nieve, la gata de la cocinera que estaba por parir. Sí, allí iría a buscarla. Cogió la capa y caminó hacia la parte trasera de la casa. A lo lejos vió un grupo de hombres que se acercaban. ¡Ya están aquí!. Corrió a avisar a la tía Gertrudis. ¡Ya se iba, ya se iba!.
Tia Gertrudis era impredecible. La encontró subida a la espalda de Philip, ¡pobre chico!, intentando llegar a Nieve que estaba encaramada a bastante altura y maullando como una loca.
Tenía que reconocer que la escena era bastante divertida, un guapo y fuerte muchacho doblado por la cintura y subida a su espalda una frágil anciana, ligera como una pluma, con las faldas recogidas en la cintura y la cofia torcida, no pudo evitar sonreír.
- ¡Tía Trudi!, baja de ahí, por favor, te vas a caer. Se acercó a la pareja para ayudarla a bajar. Ya no tienes edad para estas locuras. ¿Y si te hubieras caído?, le dijo mientras la alejaba hacia una bala de paja para que se sentara.
-Tienes que bajarla mi niña. Nieve está muy gorda ya y no puede bajar sola. Tendrás que subirte tu en el muchacho, le dijo guiñándole un ojo al chico.
Ana miró al chico. Philip era un muchacho fuerte de 16 años con un cuerpo musculoso y grande que le hacía parecer mayor. Él le sonreía, y le guiñó un ojo.
- No se preocupe usté seño, yo puedo con su peso, no voy a dejarla caé. Venga suba ya seño. Le dijo el chico.
Odiaba que hicieran referencia a su peso. Siempre había sabido que no iba a ser una delicada florecilla, más bien parecía un matorral de esos redondos y encrespados. Bueno quizás exageraba. Era más alta que la media, y tenía curvas, muchas curvas por todos lados, sobretodo en el busto. El resto era bastante pasable, cara ovalada, pelo castaño, ojos castaños,...nada destacable pensaba ella, una mancha marrón, eso parecía al lado de su prima Verónica, una belleza rubia de ojos azules y pequeñita y delicada, no como ella. Bueno, el chico se lo había buscado, si no le importaba que lo chafara, pues peor para él.Ya casi la tenía, la gorda gata no dejaba de moverse, y ella también. Philip intentaba no moverse, pero un pié de Ana en su nuca fue demasiado, y cayó con Ana y la gata de cabeza entre la paja.
Sus risas se oían desde fuera del granero, y los caballeros que acababan de bajar de sus monturas se acercaron a ver que sucedía.
El espectáculo era increíble, el uno de los pesebres vacíos habían un hombre y una mujer despatarrados uno encima de otro, con las faltas de la mujer levantadas hasta la cintura, y riendo como locos mientras decían algo sobre la Nieve.
Sir Marcus frunció el ceño. Esa era la segunda vez que veía a esa criada retozando por ahí. Masculló un insulto por lo bajo y salió deprisa del lugar.
Entre las risas Ana oyó el insulto "puta". Era la misma voz. Se le acabó la diversión en ese momento. Se levantó cubierta de paja de arriba a abajo, y vió que tenía público. Se estiró la ropa y pasó a su lado caminando como una reina.
- Señores....les saludó, si me disculpan...Y salió al patio a paso lento, aunque al girar la esquina comenzó a correr como una loca.
¡Como podía tener tan mala suerte!, mascullaba mientras se cambiaba de ropa.
- Ven aquí mi niña, le dijo la tía Trudi desde la puerta, acababa de llegar y se la veía un poco cansada. Ven que te voy a arreglar el pelo. Le dijo mientras caminaba hacia el tocador.
-¡Ay! Tía, siempre me pasan unas cosas...esos hombres...no se que pensaran de mí.
-No te preocupes cariño, no te han visto la cara, las enaguas sí, y el pelo lleno de paja también, pero tu hermoso rostro no.
-¡Ojalá!...¿hermoso rostro?...tía tenemos que llamar al médico, tu vista falla. Le dijo levantándose para abrazarla.
- Ana, le dijo poniéndole la mano en el rostro. Eres igual que tu madre. Una mujer hermosa, voluptuosa, y con un corazón enorme. Tu te pareces a ella, y ella era una de las mujeres más hermosas de Inglaterra aunque era española, la hija de un sastre andaluz que conquistó a Dominic en uno de sus numerosos viajes. Tu padre la amaba con locura. Encontrarás a alguien que te ame de igual manera mi niña. Le dijo mientras la abrazaba.
-Te voy a echar de menos...
- Vamos, vamos, basta de palabrería, tenemos que bajar a saludar a esos hombres que tienen que acompañarte. Mientras hablaba iba empujándola hacia la puerta.
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Una aventura inesperada (Historia Completa)
RomanceAna, acompañante de su prima Verónica, debe partir hacia tierras inhóspitas para que esta se despose. El viaje será largo y tortuoso, sobretodo por el constante mal humor que hacia ella enfoca Sir Marcus Ren, enviado por Lord Raven, Duque de Macro...