Sir...odioso

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Intentaba no estar nerviosa, pero fracasaba estrepitosamente, tenia que entrar, si, entraría y nadie la relacionaría con esos pequeños "errores" en los que había estado envuelta. Ella era Lady Ana.

Se miró por última vez en el espejo de la entrada antes de abrir la puerta del salón. Estaba pasable.  Llevaba un bonito vestido azul que la tapaba íntegramente del cuello a los pies, ya había sido bastante bochornoso que esos hombres hubieran visto sus enaguas y sus pololos. El único problema eran sus pechos, que también habían visto en otra ocasión, eran tan abundantes que destacaban por ellos mismos, muchas veces pensaba si en vez de ser sus pechos, ella era de ellos, subió la vista a su pelo. La tía Gertrudis había podido domar sus rizos y los había metido en un moño apretado y estirado. No duraría. El pelo era tan exagerado como lo era su busto, pero al contrario que este, su pelo le gustaba, aunque tenía serias dificultades para mantenerlo a raya. Era una masa frondosa de rizos castaños que le llegaban a la cintura y que brillaban muchísimo, una herencia de su parte española, como su color de ojos, castaños, un poco achinados, de espesas pestañas, dentro de un rostro muy conocido. Suspiró.
-Allá voy,...y cogió el pomo de la puerta.

Todos se giraron a mirarla. Esperaba no tener la cara roja como un tomate.
-Buenas tardes señores, espero disculpen mi tardanza. Tío, le dijo,Verónica bajara enseguida. Soltó el discurso sin respirar y acercándose al grupo.
-No te preocupes querida, dijo su tío acercándose le  con una sonrisa. Ven, te voy a presentar a quienes os acompañaran en este viaje ya que yo no puedo. La agarró por el brazo y la situó en medio del grupo.
-Permitanme presentarles a mi querida sobrina Lady Ana Lorden. Ana querida, estos son Sir William Verst, Sir Joshen Guilbert, Lord Guy Defoy y Sir Marcus Ren.
Ana  saludó a cada uno de los caballeros, y se dio cuenta que no la reconocían, hasta que se inclinó ante Sir Marcus, cuando lo miró se dió cuenta de que él sí la reconocía. Nunca imaginó que una mirada pudiera decir tantas cosas. Desprecio, ironía, asco. Sí todo eso con una mirada. Y para agravar las cosas su voz era la voz. La voz despectiva de alguien que había sacado conclusiones, y la había juzgado.

Ana se puso bien recta esperando oír alguna despreciable cosa, pero el hombre solo la saludó y se giró a hablar con su compañero.
Menudo viaje le esperaba. Ese hombre la despreciaba sin conocerla.

En ese momento hizo su aparición Verónica, tan hermosa y delicada como siempre y todos los caballeros fijaron su atención hacia ella. Ana suspiró aliviada. No le apetecía hacer ese viaje, pero tener que hacerlo con alguien que no la apreciaba demasiado iba a ser de lo más incómodo.
Se dirigió hacia uno de los ventanales y estaba sumida en sus pensamientos cuando sonó un ligero carraspeo a su lado. Era Lord Guy Defoy.
-Disculpadme milady, vuestro tío nos ha contado que vuestro padre era un ávido viajero y que vos tenéis ascendencia española. Sería mucho atrevimiento preguntaros si podéis hablarme de ese bello país. Y le sonrió con dulzura.
Era un joven guapo quizás un poco menor que ella, y parecía bastante inofensivo.
-Por supuesto, Lord Defoy, preguntadme lo que queráis.
Ambos se sentaron en una de las otomanas y se dispusieron a charlar un rato.
Ninguno se dió cuenta de que unos ojos verdes y un ceño fruncido los miraban atentamente.

Esa mujer era una mujerzuela. No llevaban ni diez minutos en la misma sala y ya había lanzado sus redes ante el pobre Guy. Ese tonto buenazo ya estaba embelesado. Estaban sentados muy juntos, reían y se susurraban, esa arpía debía saber que los padres de Guy eran muy ricos, y él solo estaba aquí como un favor personal al prometido de Lady Verónica.
Debía protegerlo de ella. El pobre idiota ya parecía estar babeando sobre el impresionante busto de ella. Debía reconocerlo. Esa mujer estaba hecha para volver locos a los hombres, y él no tenía ganas de viajar con una mujer que iba a desorientar a todos sus hombres. Tendría que hablar con ella y dejarle claro cuatro cosas.
Caminó despacio acercándose a la pareja. La oyó hablar en un idioma extranjero. Su voz, rica, aterciopelada, susurrante, mantenía embobado al muchacho.
- Ejem....carraspeó. Los dos se giraron a mirarle.
-Si me disculpas Guy, me gustaría hablar con la señorita del viaje. Solo será un momento.
-Por supuesto...dijo el muchacho. Lady Ana, seguiremos nuestra conversación en otro momento. Y se levantó para alejarse.

Ana se levantó despacio de la otomana.
- Dígame Sir Ren, ¿de que quiere informarme?.
Él la miró fíjamente.
-Venga conmigo un momento a la terraza y se lo explicaré.
-Muy bien, dijo Ana y comenzaron a alejarse de los demás hacia afuera.

-Dígame eso tan importante para el viaje, le dijo nada más salir a la terraza poniéndose frente a él.
Marcus estaba callado.
Era un hombre impresionante. Le sacaba una cabeza completa, y la doblaba en anchura. Todo músculo, aunque se notaba que ya había dejado la treintena hacía tiempo.
Dejó de observarlo cuando él comenzó a hablar.

-Espere...espere..¿puede volver al principio?, ¿puede volver a decir lo que ha dicho?.
-Mujer, esta usted sorda...Que no lo voy a tolerar. Mis hombres están bajo mi mando, y usted va a abstenerse de tener ninguna relación con ninguno de ellos, y no digamos con varios. Puede que sus gustos sean exhibirse en público, pero no toleraré ese comportamiento durante el viaje. Su tío es un buen hombre, y su prima es una chica buena y recatada, es una pena que usted no se parezca a ellos...debe ser esa vena española, pero le advierto...

Ana echaba chispas, ese odioso patán creía que ella...que ella...gilipollas.
Idiota, imbécil, subnormal, rata asquerosa....su cerebro bullía mientras él seguía dándole lecciones sobre comportamiento moral.

-Así, que tendré que comportarme como una dama, le dijo mirándole fijamente...y se quedó pensativa un momento.
-Si, espero que sepa hacerlo, le dijo mirándola con asco. No va ha relacionarse íntimamente con ninguno de mis hombres. No quiero que avergüence a su prima ni que desconcentre a mis hombres.
- No se si podré controlarme Sir, hay muchos hombres atractivos y apetecibles en su grupo, y yo tengo las mismas necesidades que ellos. Le dijo mientras le acariciaba con una mano lentamente su camisa. Pero lo intentaré, y le prometo que si no puedo resistirme, lo haré en privado sin que vos tengáis que verlo. Y lanzándole un beso al aire volvió a entrar en el salón.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora