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El castillo estaba revolucionado, el hijo del señor había regresado junto con Donald y dos viajeros. Los sirvientes corrían de un lado a otro para dejarlo todo preparado. Las criadas chocaban unas con otras cuando miraban al hijo del Lord, daba igual que estuviera cubierto de polvo, era hermoso, el espécimen de hombre que aparece en los sueños de las muchachas siempre.

Magnus suspiró con agrado cuando reposó su enorme cuerpo en una de las cómodas sillas de su padre frente al fuego. Ignoró a los sirvientes que pululaban a su alrededor, por lo que ignoraba totalmente las lánguidas miradas de amor de las muchachas que trabajaban a su alrededor.
Se quedó mirando las llamas mientras pensaba en los acontecimientos que habían acaecido desde que llegaran al castillo.
Tras el último fiasco con la flecha y el niño, habían continuado y habían llegado al castillo unas pocas horas más tarde. Había enviado a sus habitaciones a los dos invitados indeseados y había puesto un centinela en cada una de las puertas, les había proporcionado alimento y lo necesario para asearse. En una hora la mujer hablaría con su hermana y acabaría todo este embrollo. Con un movimiento fluido se levantó para ir a cambiarse y adecentarse, ignorando los suspiros y las miradas lánguidas de las féminas.

Ya iba por el tercer lavado de pelo. Sumergió la cabeza dentro de la bañera para enjuagarse el cabello. Volvió a coger la pastilla de jabón y procedió a enjabonarse entera, un suave aroma a hierbabuena la envolvía. Era maravilloso, tantos días estando mojada, y luego empolvada, le hacía agradecer sentirse limpia, suave y perfumada...perfecta.
Se recostó en la tina y cerró los ojos unos minutos.

Un sonido al cerrarse la puerta sacó a Ana del sueño ligero que había provocado su baño caliente. Se incorporó bruscamente derramando el agua fuera de la bañera. Miró a la puerta asustada, pero solo era una de las criadas llevando un fardo de ropa. Pensó en Magnus, su captor le había dado una hora para arreglarse, y no sabía cuanto tiempo había permanecido dormida, y ese zopenco era capaz de entrar y sacarla a rastras desnuda y mojada. Le agradeció a la criada las ropas, y desechó su ayuda para vestirse. Después de tantos días sin ninguna intimidad, agradecía enormemente estar un rato a solas.
Comenzó a vestirse con entusiasmo, le habían traído ropas de calidad, seguramente de alguna dama del castillo, esperaba que le viniera bien, porque ella estaba muy desarrollada en algunos lados.

Marcus estaba dentro de la enorme tina, había pedido el agua lo más caliente posible, y aunque encogerse en la tina le había costado unos cuantos gruñidos de dolor, en ese momento estaba estupendamente. La criada le había dejado ropa limpia, y lo había afeitado mientras permanecía dentro de su baño. Estaba en la gloria. Cerró los ojos y se puso a pensar en Ana, ¿porqué le molestaba tanto lo que hacía esa mujer?¿porqué no soportaba que mirara a otros hombres?¿porqué?. Era hermosa voluptuosa y exuberante, había mujeres más hermosas, pero ninguna le hacía hervir la sangre como ella. Ana con una sonrisa le hacía que le temblaran las rodillas y le palpitara el corazón, ¿se habría enamorado?¿amor?¡que horror!, no podía ser, no, no, no. Se levantó de golpe de la bañera, y salió mientras fruncía el ceño y balbuceaba de forma incoherente. ¡Enamorado! ¡Bah! ¡Chorradas!¡no¡ ¡no!

Estaba lista, el vestido era de una preciosa seda verde con bordados de hojas en las orillas, y que le quedaba perfecto, un poco apretado del busto, pero perfecto al fin y al cabo. Se había dejado el pelo suelto después de cepillarlo intensamente. Se sentía de maravilla, limpia y fresca, ya estaba preparada para acabar con esa aventura.

Alana estaba nerviosa. Ya estaba allí. Era la hora de la verdad.
Paseaba arriba y abajo sin descanso imaginando en su mente la forma correcta de pedirle lo que quería pedirle. Se sentó. Se levantó. Había imaginado también todas las posibles respuestas.
Todo esto era culpa de ese taimado e intrigante amor suyo. Si no se hubiera prometido con la extranjera, su vida sería perfecta. Suspiró. La mujer no tenía culpa de nada, ella no sabía que su apuesto prometido ya tenía otro amor, y una familia por formar. Si, ella lo entendería.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora