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El Barón Gonder había sido muy amable y había consentido que la pequeña comitiva descansase en el castillo y esperase a los que faltaban.
A Verónica le gustaba el barón. Era un hombre enorme con el cabello muy blanco y muy buen porte, además de unos increíbles ojos dorados, que los había tratado con mucha amabilidad y les había abierto las puertas de su hogar. El barón tenía un hijo y una hija a los que conocerían en la cena.
Siguieron a los sirvientes cada cual a la recámara que le había sido asignada.
La de Verónica era una estancia amplia y cuidada con cortinajes amarillos, una cama enorme, y lo mejor de todo una enorme bañera delante de la chimenea.
Los sirvientes entraron en la alcoba con algunos baúles, y la dejaron a solas con una de las sirvientas del castillo llamada Jane, para ayudarla a quitarse los ropajes, y poder asearse .
El paraíso, pensó mientras se desnudaba para entrar lentamente en el agua de la que salían nubes de vapor. Se sentó en el agua caliente mientras la criada comenzaba a abrir los baúles.
Verónica apoyó la barbilla en las rodillas mientras dejaba que el calor del agua la relajara.
No sabía que le estaba sucediendo; desde que había comenzado el viaje para conocer a su esposo cada día había perdido un poco de ilusión, cada vez tenía en el estómago un nudo más grande, no quería llegar, por dios...no quería casarse con un desconocido, no quería casarse en absoluto, una lágrima rodó por su tersa mejilla y en su mente apareció un rostro amable y sonriente...si, quería casarse pero no con su prometido. Oh!, que horror!, que malas decisiones había tomado.
Suspiró mientras la criada le echaba agua por el cabello. ¡Por fin limpia!. ¿Como estaría Ana?¿la habría encontrado Sir Marcus?, seguro que si, trataba de autoconvencerse, no quería pensar ni por un momento que su prima no regresara sana y salva.

Ana se había quedado muy quieta mirando fíjamente a Marcus. Se agachó a su lado para mirarlo directamente a los ojos. Eran preciosos, unos ojos verdes con lineas grises y espesas pestañas que la miraban traspasándola.
- Marcus, venga - le susurró- no creo que les atrasemos mucho contándoles esa mentira. Ana se puso un poco colorada, era la primera vez que lo llamaba por su nombre directamente, menos mal que el hombre no se había dado cuenta.
Marcus seguía mirándola, y alzó una mano hacia el sonido de su voz, agarrándola del hombro.
-¡Maldita sea!, no estoy fingiendo, no veo. Y frunciendo el ceño intentó incorporarse con tan mala suerte que al inclinarse hacia adelante para coger impulso le dió un cabezazo a Ana tirándola de culo en el suelo.
-¡Auch!!!, me va a salir un chichón como un huevo en la frente, dijo Ana mientras se la frotaba.
- Espera terco cabezota, sí, te creo...estás más ciego que un topo.
-Menudo rescatador estás hecho, masculló mientras se levantaba.
Ana agarró a Marcus de la mano para ayudarlo a incorporarse. El hombre gruñía por lo bajo como si le doliese algo.

Donald y Magnus observaban a la pareja que hablaba en susurros, nada bueno estarían planeando esos dos.

- ¡Vosotros!, si ya estáis recuperados volved a subir al caballo.
-Pero, Marcus...
-Esta bien, dijo Marcus, pero supongo que me permitiras aliviarme antes ¿no?, no querrás que me presente ante esa dama que nos espera, todo cubierto de orines ¿no?.
Magnus frunció la boca con asco.
-No, no, por supuesto, pero no te alejes, acércate a ese árbol y punto, dijo el hombretón.
- ¿Ana?, le susurró Marcus, no tengo forma de llegar a un árbol, y sería un poco raro que me llevaras tú, por ahora no quiero que sepan que no veo.
-Tres pasos a la izquierda tienes uno. No te preocupes, le dijo con voz risueña. No miraré.

Marcus podía oír la risa en la voz de Ana, esperaba acertar con el árbol en cuestión, y que la mujer no viera sus partes nobles en ese contexto. Suspiró, ese viaje había superado las vicisitudes previstas. El secuestro era el remate, y su ceguera era cuanto menos sorprendente. Nunca, jamás en toda su vida pensó acabar así, un tullido, una carga. Aún no se creía que el deseado futuro como granjero se hubiera esfumado, así como la bonita mujer y los hijos. Todo a la porra por una piedra. Si pudiera darle un puñetazo a alguien, ahora mismo lo haría...si lograba encontrarlo y no se daba de bruces contra el suelo, un ciego..por favor..

- ¡Ya es suficiente!, gritó Magnus, subid a las monturas. Ella os espera para hablar con la señorita y ya nos hemos demorado suficiente. ¡Donald!, ayuda a la chica a subirse al caballo.
- ¿Yo?, graznó el hombrecillo...pperoo...
-¡No!, no hace falta...gracias, ya me ayuda Marcus, y Ana aprovechó para acercarse al hombre y asirle con la mano. Prefiero que me ayude él, como ves, es grande y fuerte y yo no soy muy ligera, dijo mirando al hombrecillo con una gran sonrisa, él me ayudará.
Donald suspiró agradecido.
Ana guió a Marcus hacia los caballos y dándole las riendas del suyo lo instó a que la ayudara a encaramarse al de ella.

Consiguieron subirse a los caballos con bastante dignidad, y ninguno de los captores se dió cuenta de que Marcus no veía nada.

Un dolor sordo atravesaba su cabeza con cada paso del caballo. No veía, pero oía el piafar de los caballos y la cháchara incesante de Ana, que le contaba cosas absurdas para distraerlo. ¿Un chamán?, ¿África?,...esa mujer desvariaba, no entendía ni la mitad de cosas que le decía, aunque si entendía un nombre que repetía incesante Bertie, ese debía ser un hombre importante para ella porque lo pronunciaba con nostalgia. Si pudiera golpear a alguien seguro que sería a ese Bertie de las narices. Sacudió con fuerza la cabeza, estaba celoso, ¡diablos!, no quería estar celoso, quería dejar de oír su voz seductora, así que azuzó al caballo para que se adelantara.

- ¡Marcus!

Ese grito fue lo último que Marcus oyó cuando su enorme corpachón chocó inesperadamente con la rama baja de un árbol, lanzándolo del caballo nuevamente. Depués sintió un golpe seco que lo dejó sin respiración y lo dejó inconsciente.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora