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Ana estaba sentada frente al fuego esperando a que alguien viniera a buscarla, ya había pasado la hora de plazo para estar lista.
Mientras miraba las llamas del fuego pensaba en Marcus. Ese hombre la volvía loca. Sí, suspiró, lamentablemente y a pesar de lo mal que la solía tratar y de las cosas horribles que creía sobre ella, le gustaba, bueno, no solo le gustaba, ella quería estar con él, tocarlo, besarlo,...estaba enamorada, como una tonta, de un hombre que la despreciaba. Una risilla salió de su garganta. Sería gracioso si no fuera tan patético amar a alguien que te odia, pensó, y una lágrima resbaló por su mejilla.

Uno de los soldados del castillo llamó a la puerta de la recámara de Ana con instrucciones de llevarla ante su señora.
Estaba nerviosa, se recompuso, intentando que no se notara el caos de sus pensamientos, por fin iba a conocer el motivo de su secuestro.
Siguió al soldado por los corredores del castillo y al girar en uno de los pasillos oyó una risa familiar que salía de una de las recámaras.
- Espera, por favor, le dijo al soldado acercándose a la puerta de donde salía la alegre risa.
- ¿Verónica?¡Verónica!..al abrir la puerta allí estaba su prima sentada frente al tocador riendo mientras una criada le cepillaba el pelo.
Su prima se sobresaltó al mirarla a través del espejo.
-¡Dios mio!, ¡Ana!...¡ay!, ¡estas viva!...dió un salto de la butaca y se precipitó riendo y llorando hasta los brazos de su prima.
Ana se sentía emocionada, contenta y...asfixiada, su pequeña y delicada prima la estaba apretando tan fuerte que no la dejaba respirar mientras gritaba de alegría y comenzaba a lanzarle preguntas sin respirar.

- Sí, estoy bien, no...no me han tocado ni uno de mis maravillosos cabellos, si...Marcus, esto, ejem....Sir Ren ha sido todo un caballero (torció la boca al decir esto)...me alegra verte Vero, pero ¿que haces tu aquí?.
-Bueno querida, aquí es hacia donde nos dirigíamos a buscar cobijo -la agarró del brazo y la hizo acercarse al lecho y sentarse -, estoy deseando que conozcas a nuestro anfitrión, es un hombre enorme pero muy agradable al igual que su hija. Esta noche conoceremos a su hijo que acaba de llegar.
Verónica comenzó a parlotear sobre como habían transcurrido los días desde que se habían separado, pero Ana había desconectado cuando había comprendido quien era su secuestrador. Ahora estaba más confundida que antes.

Se oyó un fuerte carraspeo proveniente de la puerta. Era el soldado que la había estado escoltando.
- ¡Ay madre!¡me había olvidado!. Ana saltó de la cama y agarró por las manos a su prima.
- Tengo que irme un momento pero te prometo que te voy a contar todo lo que me ha pasado. Le dió un beso en la mejilla, y se alejó de su prima para acercarse al soldado.

Subieron dos tramos de escaleras más, hasta llegar a una puerta de madera tallada con flores y árboles, una obra magnífica de ebanistería.
El soldado llamó a la puerta y se hizo a un lado quedándose en posición de vigilancia y protección de la puerta. Una voz de mujer le instó a entrar.

Marcus daba vueltas por su recámara nervioso. ¿Dónde estaría Ana?¿Y los secuestradores?.
Fijó la vista en el paisaje nublado del exterior del castillo. Poco a poco se había ido aclarando su vista. Sentía un poco de dolor de cabeza si intentaba fijarse en los detalles, pero ya era capaz de no tropezarse y coger las cosas sin tirarlas. Por ahora no le interesaba decir nada, puede que pudiera sacar provecho del desconocimiento de los demás de la mejoría en su vista.
Ana lo había mirado un par de veces con recelo, pero no había dicho nada.
Ana...le dolía la cabeza cuando pensaba el ella. Era horrible que le gustara ese tipo de mujer. Era casquivana, volátil, gruñona...y le gustaba...si ¡mierda!. Cerró los ojos con fuerza. Estaba loco por esa mujer. Dió un puñetazo a la pared. Y ahora ella estaría en cualquier lugar del castillo con el enorme secuestrador...a saber...¡no!..no iba a pensar en cosas malas sobre ella..respiró fuerte varias veces. No iba a permitir que ella se diera cuenta. No quería que se riera de él cuando supiera que él la quería en exclusiva, si fuera suya no le permitiría estar con nadie más. Un fuerte sentimiento de posesión lo inundó.
- ¡Estoy loco!. No puedo comenzar a pensar en ella como mía. Esta mujer va a acabar conmigo. Suspiró con pesar.

Ana miraba fíjamente a la mujer. ¿Es que en esa familia eran todos así?, dorados, esa era la impresión que tenía al mirarla. Se sentía como un trapo. No bastaba con que su prima fuera una pieza de porcelana perfecta, esta mujer era una diosa dorada. Suspiró con pesar, se sentía como la manzana arrugada de un cesto de fruta fresca. Suspiró y dió unos pasos dentro de la recámara.

- Bueno, aquí me tienes, te has tomado muchas molestias para hablar conmigo, espero que lo que tengas que contarme vaya a valer la pena el esfuerzo. Le dijo Ana a la mujer, cruzándose de brazos.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora