8

8.6K 974 14
                                    

Ana tenía un sueño maravilloso, estaba rodeada de calor, sentía calor por todas partes, ya no tenia la ropa mojada, ni la lluvia le caía encima, solo sentía calor.
Abrió lentamente los ojos y por un momento se sintió desorientada, fijó la vista en la pila de leña y le vinieron a la mente los sucesos de la noche anterior. Inclinó la cabeza para mirarse el cuerpo ya que no podía moverse, y lo vió. Un enorme brazo la rodeaba por debajo de los pechos y una pierna masculina descansaba encima de las suyas. Le encantaba esa sensación de pertenencia a otro. Suspiró y cerró los ojos, no quería despertarlo, quería disfrutar de la sensación todo el tiempo posible, porque seguro que cuando él abriera los ojos comenzaría a gruñirle y a echarle esas miradas condenatorias suyas. ¿Porqué tendría que ser tan atractivo?.

La mujer se paseaba inquieta por la estancia mientras dos hombres muy serios miraban su caminar.
-¿Cómo que la habéis perdido?, no...no puede ser...tengo que hablar con ella, no queda casi tiempo,...tenéis que buscarla...por favor. Lágrimas caían silenciosas por la hermosa cara de la muchacha.
Donald miró a Magnus con impotencia. El grandullón se acercó a abrazar a la muchacha que no paraba de llorar.
-Donald, dijo Magnus por encima de la cabeza de la muchacha mientras la mantenía abrazada, ve a las cocinas y que te preparen algo de comer para el viaje, saldremos a buscar a la muchacha.
- ¿Saldremos otra vez? Pepeperoo....
Magnus le lanzó una mirada ceñuda y le hizo un gesto con la cabeza para que se fuera.
-Te la traeremos, le dijo con voz dulce a la muchacha, venga, deja de llorar. Y la besó en la coronilla.
Donald se apresuró a cumplir las órdenes.

Marcus estaba en el cielo, hacía tiempo que no dormía tan bien, seco, y caliente. Abrió un ojo, y vió el lóbulo de una oreja y cabello castaño, ¿estaba en un burdel y no se acordaba?, abrió el otro ojo y levantó un poco  la cabeza para ver a la mujer. ¡Mierda!, dijo pegando un brinco y saltando de las pieles para  alejárse de la mujer. Era Ana, había estado tirado encima de ella aplastándola, y eso que le había prometido no tocarla. Era un imbécil, esperaba que ella no se hubiera dado cuenta de su enorme erección ni de lo cerca que había estado de romper su promesa.
Ana sintió una corriente de aire frío cuando el enorme corpachón del hombre se alejó de ella. Bueno, pensó, todo lo bueno se acaba.
-Buenos días Marcus, le dijo fingiendo un bostezo, he dormido como un tronco, necesitaba dormir sin lluvia y sin estar vestida. ¿Te pasa algo?, le dijo al ver que le daba la espalda y no le contestaba.
-No, carraspeo él, esto...voy a vestirme, si...buenos días, yo también he dormido muy placenteramente. Y tan placenteramente, pensó, muestra de ello era el estado de excitación en el que se encontraba.
Se puso la ropa seca rápidamente, y se giró a mirarla.
Ana estaba semi tumbada en la piel, con la melena alborotada y maravillosa extendida a su alrededor, y los ojos somnolientos. Deseo. Un crudo deseo lo atravesó. Y entró en pánico.
-Voy a ver como está el caballo, vistete, -le dijo bruscamente-intentaré buscar algo para el desayuno, y salió rápido del refugio.

No podía desearla, la despreciaba, era casquivana, lujuriosa, jugaba con los hombres, no tenía moral...pero la deseaba, intensamente, ¡Mierda!.

Ana lo vió salir como una tromba, ¡bueno! -pensó-, no podía culparlo, debía tener una pinta horrorosa, con el pelo como una loca, los ojos pegados, -suspiró- había pasado unos momentos mágicos pegada a él...¿él le gustaba?, vaya...no podía ser ¿era masoquista?, no podía sentirse atraida por un hombre que la despreciaba ¿o si?, sacudió la cabeza, estaba loca, si, tanta agua la había trastornado, eso era. Y con esa convicción se incorporó para vestirse.

Desayunaron en silencio unas frutas silvestres que Marcus había encontrado.
-¿Cuanto falta para llegar al castillo?, ¿lo sabes?, le preguntó Ana.
- Creo que llegaremos esta mañana, ahora no llueve. Vamos ya, si has acabado, no quiero toparme con los dueños de este refugio.

Ana miró fijamente al caballo y se tocó ligeramente las posaderas, ya no le dolían tanto, aunque sentía una ligera incomodidad, y ahora debía volver a subirse al jamelgo.
Marcus miró a la mujer que miraba fíjamente a la montura.
-¿ Tienes algún problema con el caballo?, le preguntó.
- Esto..no, no..ya subo..., dijo Ana...y pensó si su culo aguantaría el tiempo necesario. Tendría que hacerlo, pensó, y le dió la mano al hombre para que la ayudara a subir tras él.

Llevaban toda la mañana colina arriba colina abajo, Ana estaba desesperada por bajarse del rocín, y aunque le encantaba abrazarse a Marcus para no caerse, también resultaba bastante incómodo porque el hombre no había dicho una sola palabra en todo el viaje.

Marcus ya tenía sus años y lo que le estaba pasando no le había pasado nunca...llevaba varias horas excitado. Ana se restregaba contra su espalda por el vaivén del caballo, y lo estaba volviendo loco, no podía hablar, no podía pensar...esperaba encontrar el dichoso castillo y alejarse de esa mujer. Ella no era buena para él, él tenía sus planes, necesitaba una buena mujer, no una coqueta, necesitaba a alguien que quisiera una familua, niños...Ana no era para él.

Siguieron el camino cada uno ensimismado en sus turbulentos pensamientos cuando de repente se oyó un chasquido a lo lejos y Ana notó que salía despedida del caballo, después se hizo todo negro.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora