4

8.5K 946 8
                                    

Ana siguió a Donald afuera. El pequeño hombre balbuceaba para si mientras rodeaban la pequeña casucha donde se había resguardado. Echó un vistazo alrededor, parecía que estuvieran en un bosquecillo, no había más edificaciones cerca...
-Milady,...esto...podéis ir a ...eso.., Donald estaba más rojo que un tomate.
Ana se le acercó.
-Enseguida vuelvo...preferiría que se girara de espaldas...si es posible, y le miró con su cara de no haber roto un plato nunca, aleteando un poco las pestañas.
- Esto...bueno...yo...Magnus...uy...bueno, y se giró.

Ana miró su espalda regordeta y cerrando los ojos levantó el orinal que todavía llevaba en la mano dejándolo caer con fuerza sobre su coronilla.
Se oyó un crujido, y el tal Donald calló al suelo como un saco de patatas.
Esperaba no haberlo matado. Le puso la mano en el cuello. ¡Menos mal!, seguía vivo.

Bueno, se dijo, hay que pensar....estoy en un bosquecillo...si corro, el gigantón me va a perseguir y encontrar en un momento...y si no corro...
La mente de Ana trabajaba a marchas forzadas. Echó un vistazo a su alrededor...no había donde esconderse. -Piensa Ana, piensa..., se decía mientras observaba sus opciones.

Marcus y sus hombres estaban de mal humor...la lluvia intensa había borrado cualquier huella que pudiera haber habido.
No tendrían más remedio que separarse, así cubrirían un territorio mayor.

¡Maldita mujer!, parecía que se la había tragado la tierra.

Ana sudaba por el esfuerzo. Encaramar su enorme corpachón al tejado no iba a ser tarea fácil. Sus pechos rozaban la canal del agua, y su enorme trasero hacía de ancla para que su cuerpo se quedara cerca del suelo. Pero lo iba a conseguir. Con un último empujón se subió al tejado y miró hacia abajo.
Lo había conseguido. Se había encaramado a la montaña de leña que había en la parte trasera de la casucha. Había tenido cuidado de dejar huellas que la dirigían al bosque y de borrar las que la llevaban hacia donde se encontraba.
El grandullón aún no daba señales de vida, y el pobre del orinalazo comenzaba a moverse un poco.
El tejado parecía firme. En una de sus aguas había una zona donde podría agazaparse sin que nadie la viera. Esperaba que no lloviera.
Odiaba el agua.

-¡Donald! ¡Donald!, pedazo de zopenco ¿porqué no contestas?
El ángel apareció por una esquina con cara de pocos amigos. Se acercó a su compinche y de un solo movimiento lo levantó del suelo, y lo zarandeó sin mucho miramiento.
-¿Dónde está la mujer?¿qué ha pasado?, ¡contesta!.
Desde donde estaba subida no podia ver nada, y estaba tan asustada que no se atrevía a levantarse un poco. Prefería estar mimetizada con el tejado.

- ¡Maldita sea!, como perdamos a la mujer Alana nos va a cortar en pedacitos, ¿me oyes bobalicón?....mientras Magnus increpaba a su amigo, caminaba de un lado a otro pensando que hacer. Vió unas huellas que se alejaban de la casa.
-Vamos tontorrón, tenemos que encontrarla, le dijo dándole un empujón hacia adelante.
-Si...voy...me duele la cabeza...le dijo tocándosela. Tengo un chichón enorme. Creo que la mujer se ha vengado....con un orinal...
El pequeño hombre tenía un aspecto horrible lleno de barro, con los pelos de punta y un chichón enorme saliéndole de la calva.
Magnus lo miró con pena y una sonrisa diabólica se le pintó en la cara.
- Si, ya tengo una historia divertida que contar en la taberna...., le dijo a Donald socarrón.
-Ni se te ocurra...por favor Magnus....no podría soportar las chanzas..., le suplicó el hombrecillo.
El gigante se puso serio y suspiró.
-Está bien...pero solo porque eres mi hermano de leche...y un tonto redomado. Vamos, no puede estar muy lejos.
Y ambos se alejaron de la choza.

Ana permanecía pegada al tejado cuan larga era. Mientras estaba allí estirada no dejaba de pensar en las opciones que tenía. No eran muchas la verdad...podía quedarse allí indefinidamente hasta que el dueño de la casucha volviera y subiera al tejado por algún motivo y se llevara un susto de muerte al ver su cadáver vestido allí tirado, también podía bajar del tejado y echar a correr en dirección contraria a la se habían escogido sus secuestradores, pero no le apetecía mucho correr por tierras desconocidas, no sabia donde estaba y podían haber bandidos...o podía bajar, y entrar en la casucha a esperar a que volvieran...
No le gustaba ninguna opción.

Marcus se acercaba a un bosquecillo cuando los vió. Un hombre enorme y otro más pequeño que discutían mientras caminaban. Desde donde estaba situado no entendía lo que decían, pero se les veía bastante enfadados.
Dejó que pasaran de largo y se adentró en el bosque por donde ellos habían salido. El silencio era total.
Esperaba que esa maldita mujer estuviera bien, estaba harto de ese viaje. Quería dejar esa vida, descansar, volver a casa.
La vió a lo lejos, una casucha maltrecha, que parecía ir a derrumbarse en cualquier momento. Bajó de su montura cuando estuvo cerca y ató el caballo a una rama.
Comenzó a acercarse a la choza escuchando atentamente. No se oía nada.
Entró dentro y echó un vistazo. Alguien había estado ahí hacía poco, había restos de un desayuno, unas brasas en un fuego improvisado, y las mantas revueltas en el camastro.
Seguramente aquellos dos hombres habían pasado la noche allí.
Salió fuera y dió una vuelta a la casucha. Habían restos de loza en el suelo, y pisadas que salían del lugar. Ni un indicio de la mujer.

Marcus se pasó la mano por la nuca, y blasfemó en voz alta. Se acercó a una pila de leña y se sentó en un tocón. ¿Como diablos iba a encontrarla?¿No tenía ni idea de donde buscarla?
-¡Maldita sea!, escupió en voz alta y comenzó a soltar improperios a diestro y siniestro, mientras se levantaba, caminaba y volvía asentarse.
Todo le salía mal.
Había comenzado a llover.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora