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¿Se puede tener calor abrasador estando congelada?, si se puede, ¿se pueden tener sueños obscenos con los ojos abiertos?, si se puede, ¿se puede desear tocar y no desearlo?, si se puede, ¿se puede sentir la mayor vergüenza del mundo y al mismo tiempo ninguna?, si se puede.

Ana miraba con la boca abierta a Marcus mientras este se desnudaba pieza a pieza descubriendo un cuerpo fuerte y musculoso surcado por alguna que otra cicatriz aquí y allá. Se había soltado el pelo para que se le secara y le llegaba por los hombros, oscuro y con algunas vetas blancas. La luz del fuego jugaba con los recovecos de su cuerpo. Era maravilloso.

Marcus sentía una gran aprehensión, no estaba acostumbrado a desnudarse así delante de una mujer, normalmente con ellas era un revolcón rápido sin tiempo de observación y deleite, aunque no parecía que la mujer estuviera disfrutando mucho de su cuerpo viejo y cansado. Ana tenía cara de espanto. Marcus sabía de sus carencias pero era doloroso verlo en la cara de esa mujer, y más sabiendo toda la experiencia que ella tenía con los hombres. ¡Mierda!, que se aguantara él era así, no era un jovencito perfecto, era un hombre curtido en mil batallas.

- Mujer, tienes que quitarte esas ropas mojadas, si no me haces caso te las quitaré yo mismo, le gruñó mientras acercaba sus manos a los calzones para quitárselos.

-¡Para!, chilló Ana tapándose los ojos. Vale, vale, me desnudo, pero nos quedamos en ropa interior....

Marcus la miró con una sonrisa.
-Bien, dijo volviéndose a atar la lazada de sus calzones, voy a ver si hay algo con lo que cubrirse por aquí, y se giró para inspeccionar el cubículo, dándole a Ana una perspectiva fantástica de sus nalgas que se veían claramente a través del calzón mojado.
Ese hombre era una delicia a la vista, pensó Ana. Se le hacía la boca agua ante se visión, que raro, si eso solo le pasaba con los pastelillos de la cocinera de su tío...y sentía unos calores muy extraños en zonas desconocidas. Suspiró mientras se levantaba para quitarse el vestido empapado.

¿Podía alguien morir de vergüenza?, si ella, aunque Marcus no la estaba mirando, no le apetecía nada que viera sus orondas curvas, además iba a ser el primero en ver su ropa interior...que no se podía decir que fuera totalmente tradicional, y no estaba precisamente limpia....¿porque se preocupaba si ese hombre la despreciaba?. Tenía hambre si, eso era, por eso tenía esos pensamientos tan raros.

Ana comenzó a desabrocharse el vestido. Le costó un montón de esfuerzo y movimientos extraños hasta que logró quitárselo porque se le pegaba al cuerpo de tan mojado que estaba, debajo llevaba varias capas más que logró quitarse no sin dificultad. Finalmente se quedó con la camisola interior y las medias, que también procedió a quitarse. Con toda la ropa en un montón se dirigió a la percha improvisada por Marcus y la colgó.

Marcus había encontrado una piel de vaca y una manta vieja, atadas juntas encima del montón de leña, eso significaba que el refugio era usado de vez en cuando, esperaba que no esa noche que estaban helados y empapados.
Se giró para ver si la mujer le había hecho caso o seguía sentada con cara de boba, y la vió. Era una diosa.

Ana estaba de espaldas a él, descalza, con una camisola blanca larga llena de encajes, y bordados de flores de colores fuertes que se pegaba a cada una de sus curvas...y que curvas...Marcus sintió que se excitaba.
Carraspeo.
-He encontrado una piel y una manta, las pondré cerca del fuego.
Ana se giró.
- ¡Que maravilla!, espera que te ayudo a extender la piel. Y se acercó a él.

Iba a ser una noche horrible, si señor, algo muy grave había hecho para semejante castigo, pensó Marcus. Tenía delante a la mayor tentación de su vida, y ella le miraba de forma cándida, como si estuviera con su padre, o peor...con su abuelo.

Ana se sentó en un lado de la piel, y comenzó a desatarse el pelo. Hacia mucho que el moño apretado y perfecto había desaparecido, y mechones de cabello le colgaban por todos lados. Sintió un gran alivio al soltarlo y suspiró de placer mientras se masajeaba el cuero cabelludo y se peinaba con los dedos.

Marcus se agachó a ver como iba el conejo asado para la cena, debía dejar de mirarla, o en vez de comerse la carne, saltaría sobre ella como un desesperado. Mirarla de frente era aún peor que mirarla por detrás. La tela se le pegaba a todas partes, y le recordaba lo que había visto aquel día en el estanque, los pechos más espléndidos que había visto jamás y causantes de muchos de sus sueños tórridos desde entonces.
Si, iba a ser una noche de infierno.

Cenaron callados, sentados uno al lado del otro, cada uno sumido en sus pensamientos.

-Hace frío,dijo Ana, la hoguera me calienta por delante, pero estoy congelada, ¿crees que se habrá secado la ropa?.
-Creo que no,...deberíamos echar más leña he intentar dormir un poco. Tendremos que compartir la manta.
-Compartir...
-Si, así que deja de poner cara de espanto, no suelo atacar a las mujeres si ellas no están bien dispuestas, nos tumbaremos juntos, nos taparemos juntos, y nos daremos calor uno al otro, y ya está...le gruñó.
Ana lo miró seria. Era terriblemente triste que no fuera capaz de atraer a un hombre ni estando semidesnuda, jamás tendría un marido ni un hijo. Era una visión de su futuro desoladora.
Asintió con la cabeza, no creía poder decir nada sin echarse a llorar.

Ana se tumbó de costado encima de la piel de vaca, y notó como Marcus se tumbaba a su lado y echaba sobre ambos la manta. Lo notaba cerca, le llegaba su calor, pero el hombre no le rozaba ni un pelo. Una lágrima rodó por su mejilla.
Esa noche iba a ser un infierno.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora