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¡Por Dios!, ese hombre era el más torpe que había conocido sin contarla a ella.
No entendía como había sobrevivido todos esos años. Ana frenó como pudo al caballo y se escurrió desde su montura para ver como se encontraba.
Se arrodilló a su lado y lo zarandeó un poco para ver si respondía.

- ¡Marcus!¡Marcus!, despierta, cabezota...solo a ti se te ocurre adelantarte sin ver nada...te vas a quedar más tonto de lo que estás, seras cazurro.

Otra vez alguien lo insultaba, esa voz conocida que le hacía pensar en noches de calor y sábanas limpias.
Marcus abrió los ojos lentamente, nada, no veía nada, unas chispitas de luz, pero nada más. Suspiró.
-Deja de gritarme muchacha, estoy ciego no sordo. No se como diablos vamos a ocultar que no veo nada.
-Tendremos que pensar algo, o simplemente lo dices y ya está, sería más sencillo.
-No, no quiero, intentaré ocultarlo todo el tiempo que pueda.
-Eres un cabezota, le dijo mientras hacía un esfuerzo enorme para ayudarlo a levantarse...otra vez. A este paso no vamos a llegar nunca a ninguna parte, y toda...
-Para por favor, le dijo Marcus poniéndole la mano en la boca...ya esta bien me estás volviendo loco.
-Bien, le dijo Ana bastante ofendida, y dió media vuelta dejándole parado al lado del caballo.

Ana caminó hacia los bandidos que los miraban con cara de aburrimiento.

-Señores, ha sido un incidente sin importancia, una serpiente se ha cruzado delante del caballo de mi .....acompañante, y se ha asustado. Ambos están bien, aunque Marcus está mareado por el golpe .
-Ya está bien de tanta tontería, dijo Magnus de mal humor. Ya no paramos más veces, la próxima vez que interrumpáis el viaje os volveré a atar yo mismo. Y levantó una mano para callar a Ana que intentaba opinar.
-¡Basta!, te llevaré con Alana, hablaréis, y no volveré a verte ni a ti ni a tu amigo jamás. Estoy harto de vosotros. Me habéis dado mucho trabajo.

Magnus azuzó al caballo para que se adelantara. Seguro que esos dos estaban tramando algo - pensó- no pensaba quitarles los ojos de encima, sobretodo a la mujer, le encantaba que fuera decidida, y que no se rindiera, pero lo que más le gustaba era que lo miraba directamente a los ojos, sin derretirse por su aspecto, y sin tenerle miedo. Sí, le gustaba esa mujer, y mucho. Se giró en la montura para observarla, era hermosa, aunque tenia el pelo como un nido de ratones, vestía la ropa de una pordiosera, y tenía el ceño fruncido constantemente, era hermosa.
Era un incordio que todas las damas se le quedaran mirando fíjamente cuando lo veían. Sabía que no era mal parecido, aunque en su juventud sufrió las burlas de los demás chicos porque parecía una chica con ese maldito pelo rubio rizado, un ángel le llamaba su madre. Una maldición pensaba él. Todas se quedaban mirándolo con cara de bobas, tartamudeando, y era incapaz de conocer a ninguna lo suficiente para tenerla en cuenta como candidata a esposa.

- Bueno Marcus, parece que nuestro amigo no se ha dado cuenta de nada. No se porqué quieres mantener tu ceguera en secreto, pero como sigas haciendo el tonto te vas a dar un golpe de los que acabarán contigo - le gruñó Ana.

Estaba enfadada, ese hombre cabezota prefería partirse la crisma que escucharla. Se volvió a subir al caballo no sin dificultad, ya que sus posaderas seguían doliénlole como el demonio. Las tenía parcialmente dormidas, y solo soñaba con una bañera de agua caliente, - suspiró-, acababa de darse cuenta de que estaba tuteando a Marcus no solo en sus pensamientos, sino directamente a él. Comenzó a ponerse colorada. ¡Por favor!, ¡pero si nos hemos visto en ropa interior!, y yo preocupándome por hablarle de tu. Pufff. Miró a Marcus, que había conseguido subirse sin caerse a su caballo, era muy atractivo, aunque solo hacia que gruñir, luego miró a Magnus, ¡dios mio!, ese hombre era el sueño caliente de cualquier mujer, pero no sabía porqué, aunque era endiabladamente hermoso, al mirarlo no le entraban calores en lugares extraños, pero cuando miraba a Marcus...

Marcus estaba enfadado, esa mujer era insufrible. Quería manejarlo, dominarlo..., seguro que intentaría coquetear con el gigante rubio, ¡mierda!, y a mi que me importa...¡jo...! si que me importa. Frunció el ceño y apretó los dientes...ella le gustaba, y le gustaba mucho, era una mujer expléndida...aunque no pudiera verla, no se había preocupado mucho por la ceguera, pero el pensar en no verla...pero ¿para qué quería verla?...ella no era buena para él. Bueno, ya ninguna mujer ni buena ni mala querría nada con un viejo guerrero ciego, pensó amargamente.

El grupo permanecía en silencio mientras cada uno estaba sumido en sus pensamientos.

Magnus oyó el silbido justo a tiempo, una flecha pasó rozándole la mejilla.
-¡Al suelo!, ¡bajad de las monturas!, ¡nos atacan!.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora