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Estaba borracho.
Parecía que nadie se había dado cuenta. La cena había sido copiosa, la compañía agradable...los pensamientos oscuros.
La había visto reír a carcajadas, sonreír quedamente, charlar y tocar al gigantón. Quería matarlo, sí, hundir su espada en el bastardo le proporcionaría gran placer.
Marcus dió otro trago de vino a su copa.
La quería, solo para él, como la había visto con otros, sonriente, feliz, suya...era una puta...no le importaba...la quería ahora, quería lo que libremente daba a otros, lo que le daría al mequetrefe ese esa noche. Apretó la copa con fuerza.
Se levantó despacio de la mesa, se despidió de sus compañeros de viaje, y se dirigió con paso bastante firme a sus aposentos.

Ana estaba cansada de tanto sonreir,  aunque Magnus había sido un compañero muy agradable, estaba harta de que las criadas le dejaran caer "sin querer"  líquidos de la cena encima de su maravilloso vestido, un poco de salsa porque casi se le cae el plato, un chorrito de vino que se desborda de la copa, un trozo de gelatina...parecía que iba vestida con un mantel sucio. Además había intentado contactar visualmente con Marcus toda la noche, pero parecía que estaba muy interesado en su plato y en su copa. Suspiró, se moría por charlar con él, le gustaría estar a su lado oyéndole burlarse de ella, pensando lo peor,...¡Dios! era una masoquista. Si, una tonta rematada.
Miro a Magnus que charlaba con su hermana, era el momento de retirarse a su cuarto, no tenía ganas de rematar con el postre las manchas del vestido.
-Magnus, le dijo tocándole el brazo. Estoy cansada y quiero retirarme. Por favor discúlpame con tu familia.
-Por supuesto, dijo levantándose de la silla, te acompañaré.
-No, no, no te preocupes, dentro del castillo no me va a pasar nada. Gracias.  Acaba de disfrutar tu cena. Nos veremos mañana.

Magnus la observó caminar hacia la escalera, y frunció el ceño cuando se dió cuenta que el soldado preferido de la dama, no estaba.

Ana caminaba por el corredor escuchando los murmullos que provenían del comedor, le gustaba oír como los demás disfrutaban, la hacían sentirse en paz.

-Aaanna.
Oyó su voz antes de verlo. Marcus estaba apoyado contra la pared en una pose relajada.
-Marcus, ¿que haces parado en medio del corredor?¿hay algún problema?, le preguntó extrañada.
-Tengo que...hablar contigo. Se puso recto, y la cogió por un brazo. Vamos, date prrrissa...quiero decirtttte algo.
Ana se estaba empezando a enfadar, Marcus parecía bebido y le apretaba el brazo con fuerza.
- Para Marcus me haces daño. ¡Para!. Intentó dar estirones para soltarse.
-Tenemos que hablar, ¿cual es tu recámara?. Le dijo caminando y arrastrándola tras de si.
- Si me sueltas te lo diré, no quiero que nos oigan discutir en medio del pasillo. Y  de un fuerte tirón se soltó comenzando a caminar a paso militar hacia su cuarto. Ese hombre era un bruto, y un borracho, y un cabezota. Abrió la puerta y se hizo a un lado para que Marcus entrara, cerrándola después de un portazo.
- Bueno, dijo ella cruzando los brazos, ¿que es eso tan importante que tienes que decirme?.
Marcus entró pesadamente en la estancia y se giró a mirarla. Era magnífica, allí parada con gesto adusto. Se moría por tocarla. Pero no quería lastimarla. Debía tener cuidado con el bebé. Se enfadó....el bebé de otro.
Dió dos grandes zancadas y cogió a Ana por los hombros.
-Quiero lo mismo, quiero lo que les diste a los otros, lo que le diste a todos tus amantes...balbuceó.
Inclinó la cabeza despacio hasta juntar sus labios ardientes con los de ella.
Ana estaba anonadada. La estaba besando. Sus labios eran firmes,  cálidos y tenían un ligero toque a vino. Marcus se abrió paso con la lengua en el interior de su boca y un cúmulo de sensaciones explotaron en su cerebro.
¡Ay madre! Pensó Ana, sintió la invasión de la lengua de Marcus, y un calor abrasador se extendió por todo su cuerpo. Ahora ya no la agarraba de los hombros, sus manos viajaban por todas partes. Tentativamente comenzó a explorarlo ella también.
Durante unos minutos se besaron como náufragos sedientos, hasta que Marcus posó ambas manos en el trasero de Ana, fue como si de pronto ella se diera cuenta de lo que estaban haciendo. Giró la cara para poder hablar mientras Marcus seguía dándole besos en el cuello.
-¡ Suéltame!, esto no está bien....Marcus.
-Relájate, no es como si fuera la primera vez, y volvió a besarla con fuerza.
Ana intentó apartarle de un empujón que hizo trastabillar al hombre hacia atrás, algo bueno tenia que tener ser una mujer fuerte, pensó, y bueno...tampoco estaba muy sobrio, debía reconocer.
Marcus dió varios pasos hacia atrás hasta que sus piernas tocaron el lecho y calló de culo.
Ana se acercó a él apuntándole con el dedo.
- ¡Estas borracho!, ¡no tienes derecho! ¡No puedes besarme!, estaba indignada él besándola, ella derritiéndose y su pobre mujer embarazada a pocos metros, ¡que horror!.
-Tú, eres...eres...
Marcus intentó sujetarla estirandole de las faldas para atraerla, pero lo único que logró fué que ella callera con fuerza encima de él. ¡Que maravilla ! -pensó.
- ¡Por favor!, ¡Marcus basta!. El hombre no dejaba de decirle incoherencias al oído mientras la besaba y acariciaba.
Ana intentó apartarse de él con gran esfuerzo, porque le encantaban sus caricias, pero no así, no con las circunstancias que vivían. Se escabulló  como pudo rodando por encima de él y cayendo despatarrada en el suelo. Sintió como Marcus la seguía al suelo cayendo como una losa encima de ella. El hombre insistía ¡por Dios! Estaba minando sus defensas, la había besado en un pecho, ¡que sensación!, ¡no!..no podía flaquear, buscó algo para empujarle, y sus dedos tocaron algo conocido. El orinal. Otra vez no. Cerró fuertemente los ojos y llamó su atención.
-Marcus, mi amor, susurró.
Marcus oyó las palabras más dulces del mundo y  levantó la cabeza para mirarla a los ojos.
-Lo siento, dijo ella.
Y él lo vió todo negro.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora