- ¡Los has matado!. Donald se quitó la gorra y comenzó a mordisquearla mientras observaba desde su escondite a las pobres víctimas de Magnus. El hombre había caído del caballo, arrastrando en su caída a la mujer que se había golpeado contra el suelo. Parecían dos muñecos rotos tirados en el suelo, inmóviles.
-Deja de lloriquear hombre..., dijo el gigante rubio, no he matado a nadie, le dolerá al hombre esa cabeza dura que tiene, pero nada más; la mujer solo estará aturdida por el golpe.
Mientras hablaba Magnus se incorporó en su escondite, agitando en su mano la honda con la que había lanzado una piedra a la cabeza del guerrero y apartó los arbustos para ir a recoger el botín.
-Donald, trae unas cuerdas, nos lo llevaremos también a él. Le dijo mientras caminaba hacíamos cuerpos.
El pequeño hombre lo miró fijamente y tras suspirar fuerte, se apresuró a obedecerle.
Magnus miraba a sus futuros prisioneros con resignación, lo que iba a hacer le traería consecuencias nefastas, pero no podía evitarlo, ella se lo había suplicado, y haría cualquier cosa por su dulce hermana.- Átalos fuerte Donald, no queremos que escapen, pero no les hagas daño, solo queremos que la mujer hable con Alana y habremos acabado con todo esto.
- No creo que el hombre este muy contento cuando despierte...la mujer...bueno...me pegó...ojalá tarde en despertarse...me asusta. El pequeño hombre temblaba y se retorcía el jubón.
-Vamos hombre...solo es una mujer...hermosa si, pero mujer...no podrá con nosotros. Y ahora ayúdame a cargarlos en los caballos, aún nos queda un buen rato para llegar a casa, y no son ningún peso pluma.
-Bueno...pero a mi no vuelvas a arrastrarme a tus aventuras...yo no soy soldado ni aventurero le dijo a su amigo mientras le ayudaba con los cuerpos inhertes.
-Vamos y deja de quejarte.La extraña comitiva comenzó a dirigirse al castillo Takkar, el padre de Magnus y Alana, el Barón Gonder, no debía enterarse de lo que sus hijos tramaban. Magnus esperaba que todo saliera bien, su padre era un hombre justo y generoso, no le gustaría ver lo que estaban haciendo.
Verónica estaba a partes iguales nerviosa, preocupada y expectante. Habían salido del monasterio hacía un par de horas y ya veían a lo lejos el castillo Takkar. Debían tener un aspecto lamentable, esperaba que el barón se apiadase de ellos y los aceptara de buen grado en su casa, y por un tiempo indefinido, hasta que regresaran el resto de la comitiva, hasta que regresara Ana, sin ella no podría enfrentarse a todo lo que le esperaba, la necesitaba. Llevaba demasiado tiempo sin saber nada de su prima, esperaba que estuviera bien, el único consuelo que tenía es que seguro que Sir Marcus no regresaría sin ella. Estaba cansada, miró hacia atrás y vió a lord Guy charlando con uno de los soldados. Era un hombre agradable y simpático, además de apuesto...y desde hacia días incomprensiblemente le molestaba que pasara tanto tiempo con Ana. Verónica sacudió la cabeza, tonterías, este muchacho sería bueno con su prima, la cuidaría. Ella ya tenía a su futuro marido, que sería como siempre lo había soñado, amable, educado, amoroso, y fiel...perfecto. Su vida iba a ser perfecta, y su prima también tenia que ser feliz, si...todo iba a ser perfecto.
Lord Guy miraba la espalda de Lady Verónica con anhelo, la vida era injusta, la dulce dama iba a desposarse con un hombre al que no conocía, y que solo se casaba con ella por su titulo y su dote, y él que estaría encantado de casarse con ella aunque no tuviera nada tenía que conformarse con adorarla en la distancia, que injusto. El viaje hubiera sido muy difícil si no hubiera estado entretenido aprendiendo español con Ana, le caía bien era divertida, amable y muy inteligente, pero no hacía que su corazón se parara, que le sudasen las manos y se le secase la boca, eso solo lo conseguía Verónica.
Tenía ganas de vomitar y algo aprisionaba su estómago. Se encontraba fatal, y el suelo se balanceaba. Abrió los ojos lentamente tratando de enfocar la vista. Pasaban ante sus ojos hiervas, flores y piedras y tierra, volvió a cerrar los ojos fuerte.
Respiró profundamente, e intentó serenarse, volvió a abrir los ojos y giró la cabeza un poco,...un caballo, estaba encima de un caballo...y boca abajo, por eso no podía respirar, ella misma se asfixiaba. Volvió a girar la cabeza un pico más y lo vió, el gigantón hermoso, uno de sus secuestradores...vaya...los había encontrado. ¿Y Marcus? ¿Estaría bien?.
Intentó carraspear, quería llamar la atención para que la colocaran como dios manda encima del caballo. Estaba muy incómoda. Volvió a carraspear.
Nada.
- Eoo!!, ¿hola?. Ehhh!!! Hay alguien EOOOOO!!!
-Parece que la moza se ha despertado, le dijo Magnus a Donald, ves te dije que no estaba muerta. Paremos, que con tanto grito va a despertar hasta a los muertos.
-Ya dejad de cuchichear y bajadme!!!, no puedo respirar!!.
-Calla anda mujer, ya vamos, dijo Magnus con voz aburrida. Donald, ¿haces tu los honores?
-¿Yo?¿Estas loco?, la última vez que la vi...orinal...yo...no..no..., comenzó a tartamudear el hombrecillo.
Se oyeron carcajadas mientras unas pisadas se acercaban a ella.
Ana notó unas enormes manos en la cintura que la levantaban y la depositaban de cualquier manera en el suelo. Le dió un pequeño mareo al haber estado tanto tiempo boca abajo, pero cerró los ojos para asentarse.
Tenía las manos atadas a la espalda, y sentía un dolor sordo en los hombros.
Echó una ojeada a su alrededor y entonces lo vió, Marcus estaba tirado como ella lo habia estado encima de su caballo, pero él no había despertado y de su sien salia una fina línea de sangre.
-¡Marcus!¡Marcus!, y echó a correr hacia él como una loca.
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Una aventura inesperada (Historia Completa)
RomanceAna, acompañante de su prima Verónica, debe partir hacia tierras inhóspitas para que esta se despose. El viaje será largo y tortuoso, sobretodo por el constante mal humor que hacia ella enfoca Sir Marcus Ren, enviado por Lord Raven, Duque de Macro...