La noticia

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Nada estaba saliendo como lo había imaginado.
Llevaba dos días lloviendo a cántaros y ella estaba empapada de pies a cabeza.
Tia Gertrudis tenía razón, ¿Que se me había perdido a mí en este lugar olvidado?. Si, toda la culpa era de Verónica, la bella, dulce, y cabezota de Verónica. No podía buscar un prometido cerca de casa, no, se lo buscaba en el quinto infierno, y la arrastraba a ella también. Estaba harta. Era una lástima ser la pariente pobre, siempre arrastrada de aquí para allá a conveniencia de quienes la alimentaban y vestían.
-Ana, ¡Anaaa!, deja de soñar despierta, tonta, no ves que hemos parado. Bájate de la carreta y ayúdame. ¡Deprisa!.
Ana suspiró profundamente mientras bajaba de un salto de la parte trasera del carro hundiendo los pies en el barro. Estaba mojada, y ahora llena de barro, las ropas le pesaban y se arrastraban por el fango mientras se acercaba a su prima.
- Aquí estoy prima, ¿en que te puedo ayudar? - le dijo a su prima con una sonrisa forzada en el rostro. La miró atentamente,  Verónica debía ser la única mujer en el mundo que estaba radiante mojada de arriba a abajo, y sus ropas estaban inmaculadas. No era justo que su propio pelo fuera una masa mojada pegada al cráneo, y le goteara agua por la nariz y la barbilla. Un asco. Si, ese viaje era un asco total.
-Venga, venga, ayúdame, tengo que ir a esos matorrales, dijo Verónica agitado el brazo a la altura de la nariz de Ana. Solo le faltaba que le diera un golpe y la dejara más espantosa si era posible.
Comenzaron a caminar pesadamente sobre el fango, resbalando ocasionalmente mientras se acercaban a unos arbustos para aliviarse.

Ana Lorden bordaba tranquilamente uno de los pañuelos de su prima Verónica en la sala de estar de su tío Robert, Lord Benser, vizconde venido a menos con el que se había trasladado a vivir después de la muerte de sus padres en un naufragio.
Le encantaba esa sala, entraba a raudales el maravilloso sol de invierno, a través de los ventanales que daban al jardín, y un alegre fuego crepitaba en la chimenea. Le encantaba ese calor de hogar. Su tía abuela Gertrudis dormitaba en un enorme sillón de orejas cerca de ella, y en el silencio de la tarde solo se oía un ronquido ocasional.

No podía quejarse, suspiró mientras daba otra puntada al bordado. Su tío la había acogido de buen grado, y su vida pasaba tranquila ejerciendo de dama de compañía de su prima Verónica y atendiendo algunas de las locas peticiones de la tía Gertrudis. Sonrió mientras miraba de reojo a la anciana. Nunca pensó que una mujer tan mayor tendría un espíritu tan joven, y que la llevaría a cometer algunas locuras. Se sonrojaba solo de pensar en el verano pasado, tía Gertrudis la había convencido de que no pasaba nada por bañarse en ropa interior en el estanque, lo que no contaron es con que la tía Gertrudis necesitaba de la ayuda de Philip, el joven mozo de cuadra para que la ayudara a entrar en el agua, ni tampoco tuvieron en cuenta  que el chico resbalaria y se caería dentro del estanque, y como no sabía nadar, ella tubo que lanzarse a ayudarlo, con tan mala suerte que al salir a la superficie, se le quedó enganchada la camisola en una raíz, arrancándole el frontal, y dejando sus pechos a la vista de todos. ¡Dios mio!, todos, porque al borde del estanque estaba su tío, mirándolas con los ojos desorbitados y dos caballeros más que habían venido a tratar de negocios con él. Philip trató de ayudarla abrazándola, pero solo consiguió que volvieran a caerse.
Tia Gertrudis solo reía y reía. Jamás se había sentido tan avergonzada en su vida.
No recordaba a los caballeros, pero jamás olvidaría las palabras de desprecio que salieron de la boca de uno de ellos. La llamó " criada libidinosa"... Y el tío Robert no le corrigió, esperaba que para protegerla, no estaba presentable para que les dijera que ella no era una criada, era Lady Ana Lorden, su sobrina.
Bueno...a lo hecho pecho,...nunca mejor dicho, y sonrió para si mi misma.

Robert Benser estaba arrellanado sobre su sillón favorito de toda la casa saboreando un oporto y sonriéndole bobaliconamente a las llamas del hogar. Bueno, ya estaba hecho, pensó, Verónica había aceptado casarse con el Duque de Macron, y con el enlace sacaría de la pobreza a la familia, y ella estaría en la cúspide de la Alta Sociedad, aunque tuviera que irse a casar al castillo irlandés del Duque, en un lugar de nombre impronunciable.
Los contratos habían sido firmados, todo estaba en marcha, solo faltaba que llegara un pequeño contingente para acompañar a la novia a su desposorio. Era una lástima que él no pudiera acompañarla pero su médico se lo había prohibido expresamente. Viajar al norte en invierno no era lo más adecuado para sus pulmones, tendría que buscar a alguien para que la pequeña Vero  no viajara sola, hummmm, si, Ana, ya no es una jovencita, pensó, sí, Ana, tiene la avanzada edad de 26 años, servirá como acompañante, y así saldrá a conocer mundo, pobrecilla, aquí enterrada con dos viejos. Robert saltó del sillón con renovada energía para un hombre de 65 años. Se estiró el chaleco y enderezó su corbata para dirigirse alegremente a la salita de invierno.
                                    
-Pues eso es lo que me gustaría que hicieras Ana, tienes que irte.
-Pppero...¿yo?, cuidar..proteger...a Irlanda!!!!, graznó Ana.
-Ya se que estas emocionada chiquilla, le dijo Lord Robert palmeándole la mano. No me des las gracias. Seguro que Vero estará contenta de que vayas con ella, y yo también me quedo más tranquilo.
Ana miraba a su tío con la boca abierta, mientras este seguía hablándole de las emociones que descubriría en un viaje tan largo. Las cosas que vería, las personas que conocería. Y seguía hablando y hablando.

Era horrible, lo peor que podía pasarle, odiaba viajar, era la persona menos aventurera del mundo. Sus padres habían adorado viajar por todo el mundo, ella había visitado 15 países en sus primeros 12 años de vida. No le gustaba. Adoraba tener un hogar. Un lugar propio, tranquilo, estable, permanente. No quería viajar. No tendría más remedio.

Una aventura inesperada (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora