DULCE MARÍA

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—Me parece bien. Pero tengo una condición. Yo me voy de aquí, si ella se va conmigo—

¡¿Qué?!

Abrí la boca para negarme a la propuesta. Pero Nidia, una de las mujeres del servicio, nos interrumpió.

El señor Douglas le había explicado a su abuela lo que tenía en mente. Lo mismo que me había comentado a mí. El querer sacarla del hogar, y llevarla un tiempo a vivir con él a la que era la casa de sus padres, antes de partir hacia Canadá. Abu Adelaida se había puesto muy contenta al respecto, pero ahora también quería llevarme con ella. Argumentaba que no podía estar sin su enfermera favorita, que éramos amigas inseparables, y que ella no saldría del ancianato o incluso del país sin mí. Algo que obviamente no podía pasar. Yo tenía mi lugar aquí en el hogar, cuidando de los abuelos. Irme de aquí, solo para acompañar a la abuela, con su nieto que aún era desconocido para mí, ¿para después abandonar el país? No eran los planes a futuro que tenía en mente.

—Dulce María. El Señor Roger y su padre la están buscando. Dicen que desean hablar con usted—miré a la señora Wilks y a su nieto que continuaban hablando, discutiendo sobre las condiciones de la salida del hogar.

Me puse de pie, con el plato vacío.

—Yo... abuela, señor Douglas. Hablaremos de esto luego, tengo que retirarme. Con permiso—ellos siguieron platicando como si no hubiese dicho nada. 

Dejé el plato en la mesita y alcancé a Nidia en el pasillo.

— ¿Dicen para que me necesitan?—negó.

—Solo me pidió que la llamara, yo debo retirarme—le sonreí, dándole las gracias, mientras yo caminaba hacia la oficina.

Era raro que me llamaran los dos. Papá ya debería estar en la cama, descansando. Y Eran tambien pocas las veces que Roger me quería en la oficina. Su saludo de novios me lo daba, si me encontraba por el camino en el hogar. Si no nos topábamos en todo el día, tampoco me saludaba. Si me citaban para hablar, era para algo muy importante.

Me detuve ante la puerta con la mano levantada para tocar, pero esta se abrió antes del primer golpe. Mi padre estaba frente a ella.

—Hola, princesa—besó mi frente.

—Papá. ¿Qué pasa? Creí que estarías ya en casa durmiendo—él sonrió dejándome pasar, Roger estaba sentado también en el escritorio.

—Aún le queda a este viejo energía de sobras para aguantar esta charla, toma asiento, linda—obedecí, sentándome en los sofás.

Sí era serio.

— ¿Ocurre algo? Nidia me informó que querían hablar conmigo—papá tomó asiento a mi lado.

—El nieto de la señora Wilks vino a verme esta mañana—empezó mi novio. 

Papá asintió, indicando que habían hablado.

—Desea llevarla con él. Sacarla del ancianato por una promesa que le hizo a su madre. Con la condición de que no se le diga a sus tías—

—El también habló conmigo al respecto. Quería estar seguro de si era bueno sacarla de aquí luego de la noticia de la muerte de su hija. Me pidió ayuda, y ahora la señora Adelaida desea llevarme con ella—me miraron fijamente.

—Yo no veo problema en que deseen sacarla de aquí, sería muy beneficioso para ella estar con alguien de su familia, que la aprecie y quiera más que sus hijas Lucrecia y Marisela—comentó papá—y se ve que el muchacho la quiere, además de que estaría bien cuidada si él es médico—me fijé en que Roger me miraba receloso, como deseando ver si ocultaba algo más.

CON EL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora