DULCE MARÍA

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—Estábamos buscándolo desde hace un tiempo y no teníamos pistas. Es bueno hallarlo por fin, pero no muerto—

Yo estaba sentada en medio de la cama del cuarto de Douglas, con una médica de medicina legal, revisándome, mientras los oficiales de policía hablaban con Douglas en el pasillo. El CTI y la Fiscalía hacían el levantamiento del cadáver y las pruebas pertinentes. Me quejé cuando ella me limpió la herida del mentón, mientras yo me sujetaba un poco de hielo en la rodilla.

—Ya vamos a terminar—me sonrió alentadora—desgraciado—tomó su cámara del bolso—necesito que te quedes quieta mientras tomo fotos de los golpes para adjuntarlo todo.

Hice lo que me pedía, moviendo la cabeza, las manos o pies, para que la imagen quedara bien hecha.

—Listo—empezó a guardar sus cosas—las pruebas y muestras quedarán en medicina legal. Es mejor que vayan mañana a testificar, aunque no creo que ninguno vaya a la cárcel ya que fue en defensa propia—Le di las gracias y ella se marchó, acompañada de los de CTI y la Fiscalía. A mi hermano lo llevarían para hacerle las pruebas pertinentes.

Salí del cuarto mirando hacia todos lados. Comenzaba a oscurecer, y sentir el silencio solo me hizo dar miedo. Podía recordarlo todo antes de que Doug llegara. Lo aterrada que estaba. Todo habría sido muy diferente si él no me hubiese salvado.


FLASHBACK:

Grité con todas mis fuerzas, suplicando ayuda, pero la cinta en la boca no me lo permitió. Todo se repetía, y me sentía impotente al saber que no podía liberarme por más que luchara. Tiró mi vestido a un lado del cuarto, pasando sus manos por todo mi cuerpo, mientras me acariciaba con la nariz el cuello. Moví la cabeza, tratando de evitarlo.

—Quédate quieta si no quieres que te cubra la nariz también—mascullé entre la cinta, tratando de decirle que no pensaba quedarme quieta, que me resistiría con uñas y dientes para que no me tocara.

¿Pero qué uñas y dientes, si mis manos estaban atadas y heridas por la cuerda, así como mi boca sellada por la cinta?

Escuchaba a la señora Wilks tratando también inútilmente de pedir ayuda. Estábamos atrapadas.

¿Y porque Douglas no llegaba?

—Nos vamos a divertir—susurró, con su aliento cerca de mi rostro. Tuve una arcada—no seas esquiva mi preciosa hermanita, la sangre llama a la sangre, y hagas lo que hagas por apartarte, al final te terminará encantando—gemí, con los ojos hacia arriba. Eran casi las seis.

¿Cómo era que el tiempo corría tan lento? Si iba a matarme o hacerme daño, que terminara entonces de una maldita vez.

Se me escaparon las lágrimas de nuevo.

— ¿Lloras? te creía más valiente—

"Dios ayúdame por favor, si estás conmigo, por favor sálvame, apiádate de mí". Oré en silencio.

Cuando volví a abrir los ojos, pensaba que era un espejismo, que escuchaba voces en mi cabeza o estaba tan asustada que cualquier ruido me hacía creer que era ayuda que venía en camino. Afuera sentía como si mi vecino el señor Carlos y Douglas dialogaran. No podía ser verdad.

Mi hermano levantó la cabeza como si escuchara también. Al ver mi mirada esperanzada, se carcajeó con desdén.

—Ni lo sueñes pastelito, nadie te va a salvar. Eres mía, y cuando alguien llegue a casa tú ya vas a estar muerta, con la sangre a tu alrededor. Será un placer ser el que haga que tu corazón deje de latir—se soltó la correa del pantalón.

CON EL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora