Caminé de un lado para otro, sin hallar tranquilidad. Me sentaba y medio ojeaba las revistas de la sala de espera y volvía a pararme, ansiosa. Había pasado una hora desde que habíamos llegado al hospital, y no sabía qué ocurría. Papá había salido a buscarme y me había contado con vaguedad lo que había ocurrido. Pero dos minutos después se había llevado a Douglas con él, dejándome a mí, hecha ascuas.
Según la versión corta de la historia, Abu Adelaida no había bajado a almorzar cuando sonó la campana. Mis padres se asustaron y mamá subió a verificar qué ocurría. Habló con Adela, que le dijo que no tenía hambre, que estaba un poco indispuesta y que quería dormir otro rato. Más tarde cuando uno de los voluntarios fue a llevarle algo de comer, la halló en la cama, sufriendo un infarto. Llamaron a la ambulancia y la trajeron a la clínica, con rapidez.
Eran ya las seis de la tarde y la sala de espera de la zona de hospitalizaciones estaba prácticamente vacía. Las visitas habían terminado, por lo que las familias se marchaban. Yo no me iría hasta saber qué ocurría.
Me puse de pie nuevamente, aburrida. Douglas apareció por el pasillo.
— ¿Qué paso? ¿Cómo sigue? dime que está bien, por favor—lo ataque a preguntas, retorciendo mi blusa.
Él sonrió.
—Mi abuela está bien, gracias a Dios. Pudieron controlarlo todo y ya está despierta. Quiere verte—me guió hacia el cuarto.
— ¿Pero qué fue lo que le ocurrió? ¿Qué se lo ocasionó?—lo tomé del brazo en busca de apoyo.
Estaba algo nerviosa.
—El médico dice que fue por las emociones. Está muy triste porque no te irás con ella, que no quiere quedarse sola y se deprimió. Su corazón no soporto tanta presión—
Sentí la culpa instalarse en mis hombros, como un gran peso. La abuela se había puesto mal, por culpa mía. Por mi egoísmo.
Al llegar al cuarto, mi padre estaba al pie de la cama, hablando con la enfermera. La señora Wilks miraba la televisión. Se voltearon a vernos. La enfermera un poco contrariada.
—No pueden estar todos aquí, las visitas terminaron ya. Solo un acompañante—me observó con sequedad.
—Solo serán unos minutos. Déjelos, ¿sí?—pidió la abuela desde la cama, con esa mirada que convencía hasta el más duro de corazón.
¿Quién podía decirle que no a una pobre anciana?
La enfermera suspiró, mirando su reloj de pulsera.
—Bien, pero solo diez minutos, ni uno más. Y solo puede quedarse ella. El resto se salen—
Mi padre y Douglas estuvieron de acuerdo, saliendo detrás de la enfermera y dejándome a solas con la abuela.
—Acércate, pequeña—extendió la mano hacia mí.
Caminé hasta la cama y le tomé las dos manos. Sonrió.
—Me diste un susto muy grande, abuela—le rocé la mejilla con la mano.
— ¿Ah sí?—se apartó, dolida—no lo parece, porque has estado evitándome todo el día, y no fuiste a verme al cuarto—se cruzó de brazos—está bien que no quieras irte con nosotros, pero tampoco es motivo para que te alejes de mi—agaché el rostro, apenada.
—Estaba con Douglas. Mirábamos que tal estaba la casa de tu Maggy, para que se vayan a vivir allá—vi sus ojos llenos de lágrimas.
—Si tú no estás, no tiene sentido—susurró con voz temblorosa— ¿porque no quieres irte conmigo?—le acaricie el cabello, tratando de no llorar.
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CON EL CORAZÓN
Novela JuvenilUna joven enfermera, un oscuro pasado y el comienzo de un nuevo amor. Dulce María ha sido toda su vida una enfermera, no con título, se ha desempeñado en un centro para ancianos, junto a sus padres. Ahora con 23 años, tiene tantos conocimientos...