Miré hacia la carretera durante todo el recorrido del auto, hasta la clínica Las Américas, donde tenía mi reunión. Raúl conducía. Era Marcos, uno de los jefes de pediatría que me había hecho la invitación de asistir a la reunión. Fuimos amigos en la infancia cuando vivía aquí en Medellín, al irme a Canadá perdimos contacto, y en el momento de mi visita al hospital por el accidente de mi madre, nos habíamos reencontrado. Charlamos brevemente y ahora estaba cerca de conseguir un empleo en la clínica, como médico pediatra.
Un golpe de suerte.
La otra semana, tenía también una reunión con los notarios para arreglar la herencia de mis padres y la forma en que se dispondría esta. Después de solucionado todo, yo regresaría a Canadá con mi abuela, por lo que no tenía intención de conservar la casa de mis padres. La pondría en venta al igual que algunas de las pertenencias y lo demás lo conservaría y llevaría conmigo. O tal vez incluso donarlo al hogar. Les vendría bien un poco de ayuda. Lo crucial era sacar a mi abuela de allí. Aún no tenía respuesta de qué habían dialogado Dulce María y sus padres, pero mi abuela ya estaba entusiasmada con los preparativos. No veía la hora de partir y quedarse en casa de mi madre.
Aunque ella ya no estuviera allí.
Eso sí, no comprendía porque quería llevar con ella a la enigmática enfermera. Eran muy amigas, sí. Pero en el tiempo en que yo no estaba en casa, ella podía quedarse con otra enfermera que le contratara, o incluso con Bárbara, si consideraba la idea de traerla a Colombia con nosotros, por un tiempo. Se lo había sugerido, y casi me sacó a patadas de su cuarto.
«—O me voy con Dudi o no hay trato, así de sencillo, querido. Si Dudi no está dentro del paquete, olvídate de mí y vete de vuelta a Canadá—» Habían sido sus palabras.
Ya veía el primer lío para sacarla del país. No sabía qué pensaba la joven, pero no la noté muy contenta cuando su paciente lo mencionó en un comienzo. Se había marchado de forma abrupta a la oficina y desde entonces no había vuelto a mencionar el tema. En cualquier caso lo platicaría con ella esta noche. Sonreí de solo pensar en la cara de vergüenza y turbación que había puesto ante mi sugerencia.
Saqué mi móvil del bolsillo cuando timbró y apareció el nombre de mi novia en pantalla. Contesté.
—Mer—
—Hola, cielo. ¿Qué tal va todo por allá? ¿Conseguiste solucionar lo de tu abuela?—
Al parecer ya no estaba molesta.
Subí el vidrio del auto para escuchar mejor. Raúl iba mirando a la carretera, conduciendo en silencio. Le redujo el volumen al equipo de sonido.
—Ya estoy en ello. Hablé con los directores del ancianato, y están de acuerdo. Mi abuela también lo está y muy ansiosa además. Solo hay un problemilla con ella y su enfermera—bajé del auto, dándole las gracias a Raúl cuando llegamos al hospital.
— ¿Qué clase de problema? ¿Es grave?—sonreí, abriéndome paso por el hospital, cargando con mi maletín
—No tanto. Se le metió en la cabeza que quiere llevar a su enfermera vaya a donde vaya. La joven tiene otras cosas en mente y dudo que se quede con mi abuela. En fin, creo que al final tendré que tratarla como a una niña—chasqueo la lengua del otro lado.
—Contrata entonces a la chica. Si tu abuela no va a estar de acuerdo con irse así como así, con un nieto que apenas recuerda y no veía desde hace siglos, dale un apoyo y que su enfermera le haga compañía. Si no tienes dinero para pagarle, yo te ayudo. Después de todo, también la conoceré si se vienen a vivir aquí—me detuve en recepción esperando a cortar, para hablar con la chica que me miraba fijamente, esperando le dijera en qué podía ayudarme.
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CON EL CORAZÓN
Teen FictionUna joven enfermera, un oscuro pasado y el comienzo de un nuevo amor. Dulce María ha sido toda su vida una enfermera, no con título, se ha desempeñado en un centro para ancianos, junto a sus padres. Ahora con 23 años, tiene tantos conocimientos...