CORREGIDO
—Ey, despierta—le acaricié el brazo con suavidad—nena—
Dio un respingo, despertando y mirando hacia la cama, donde estaba mi abuela descansando.
Estaba siendo una madrugada dura.
Después del accidente de mi abuela, consiguieron arreglarle la pierna con una cirugía. Ahora un día después, estaba convaleciente y tratando de dormir lo más posible. Le subió la fiebre en dos ocasiones, pero entre Dulce María y yo conseguimos bajarla. Tenía la pierna envuelta en yeso y reposando en una almohada. Se quedaría así hasta que se sintiera con la suficiente fuerza para levantarse en muletas. Tendría que quedarse varias semanas o quizá un mes en reposo, para que terminara de sanar su pie. Era una mujer muy fuerte y valiente.
— ¿Qué hora es?—bostezó, levantándose de la silla y tocándole la frente a mi abuela—ya le bajó—
—Son las cuatro de la mañana, está amaneciendo. Ve a descansar—me acuclillé a su lado, cuando volvió a sentarse, exhausta—yo la cuido, ya hiciste bastante esta noche—negó, bostezando de nuevo.
—Tú tienes que trabajar temprano, no has dormido tampoco y así no podrás dar bien de ti, duerme tú, yo estoy bien—le tomé la mano y miré a mi abuela dormir serena e incluso roncando con suavidad.
—Le avisé a Marcos sobre el estado de mi abuela, me dio dos días libres más. Hasta que no la vea bien, no volveré al trabajo. Ve a descansar, estás que caes noqueada—le toqué la mejilla.
Me había vuelto demasiado protector con ella, y sabía que insistía en quedarse con mi abuela por los remordimientos del día del accidente. Solo se repetía todo el tiempo, que era su culpa lo que había pasado, que si se hubiera fijado más todo estaría bien. Y aunque yo le dijera que no era su culpa y que todo estaba bien, no se lo creía mucho.
—Está bien. Pero cuando me reponga, vendré de nuevo—revisó todo con la mirada antes de cederme el puesto y caminar a su cuarto a descansar.
—Mira eso, abuela. Te conseguí la mejor enfermera que podías desear—le toqué el cabello—testaruda—sonreí, antes de recostarme en la silla y abrir el libro para tratar de no dormirme.
El cuarto estaba tenuemente iluminado por una lámpara de mesa, y las gotas de lluvia repiqueteaban en las ventanas y el techo. Mi teléfono timbró en el bolsillo.
*Meredith*
¿Qué hacía a esta hora despierta?
—Mer—respondí en voz baja, para no perturbar a la abuela.
—Ho... holaaa bombónnn—estaba con la voz estropajosa—pens... pensssaaaba que n-no responderías—
Estaba borracha.
—Bebiste, ¿cierto?—la reprendí.
—Nooo... solo... saliiiii con las chicas y... ¿sabes Douuu? Debería ir a verte—negué con la cabeza, mirando hacia la puerta. Desde mi posición veía a la enfermera de mi abuela saliendo del baño, ya cambiada en una bata de satín.
Escuchaba de fondo a Meredith reír a las carcajadas y gritar como una loca. Pero ella ya no parecía tan importante. Estaba tan hipnotizado que no podía apartar la vista de sus piernas y sus caderas. Hasta que cerró la puerta y mi buena vista se acabó.
— ¿Doug? ¿Siiiigues ahí?—me apreté el puente de la nariz, antes de volver a mirar a mi abuela.
—Lo estoy. Meredith, cuídate por favor, y deja de beber. Lo digo por tu bien—ella gruñó.

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CON EL CORAZÓN
Teen FictionUna joven enfermera, un oscuro pasado y el comienzo de un nuevo amor. Dulce María ha sido toda su vida una enfermera, no con título, se ha desempeñado en un centro para ancianos, junto a sus padres. Ahora con 23 años, tiene tantos conocimientos...