Impulsiva no era la palabra.
¿Por qué ella tenía que estar siempre a la defensiva conmigo, o en contra mía? ¿Le había hecho algo malo y no me había dado cuenta? Cuando en un principio fue ella la que me dio el golpe. ¿Y porque su recelo con todos las personas, o los hombres en general? Podía ver como se tensaba cada que alguien del sexo masculino se le acercaba.
¿Era desconfiada, acaso? ¿Le habían hecho daño?
—Lo que quiero pedirle es muy simple—continué, al ver que ella no respondía nada.
Debía apresurarme para que pudiera ir a descansar. Se le notaba a leguas lo agotada que estaba. Las ojeras en los ojos, lo mucho que bostezaba, y sus hombros caídos, eran la prueba. Trabajaba muy duro en ese lugar y a pesar del agotamiento, parecía tener siempre una sonrisa en el rostro para cualquier persona, menos obviamente para mí.
—El confesarle a su abuela la noticia también era simple, y usted solito se dejó complicar—apreté la mandíbula.
Le subió un leve rubor a las mejillas.
—Resulta que cuando mi madre estaba muriendo en el hospital, me hizo prometerle que sacaría a mi abuela del ancianato. Lejos de mis tías y lejos de estar solitaria y sin el apoyo de la familia. En parte de la herencia que ellos me dejaron, está su casa. Quiero llevarme a mi abuela del ancianato. Y mientras organizo todos los papeleos para llevarla conmigo a Canadá, me quedaré con ella en casa de mis padres. Como sé que está molesta conmigo y que la aprecia y quiere tanto a usted, me gustaría que tratara de convencerla para que se venga conmigo—parecía aburrida.
Había estado investigando por teléfono todo lo que necesitaba para sacar a mi abuela del país, y con todos los papeleos me tardaría más o menos dos o tres meses. En ese lapso de tiempo no iba a dejarle en el ancianato, ni con mis tías, o en un hotel. La casa de mis padres era la mejor solución para que estuviera a gusto. Eso, sí aún quería verme. Sabía cómo esta mujer trataba a mi abuela y el cariño tan leal que se tenían la una a la otra. Si había alguien capaz de convencerla de marcharse conmigo, era su enfermera.
—Lo que me pide es que hable con la señora Wilks, y la convenza de que se vaya con usted a vivir al extranjero. Con un nieto que hacía muchos años no sabía si seguía viva, no la visitaba y que le ocultó una verdad desde el comienzo—
Vuelve la burra al trigo.
—Es mejor eso, a que se quede a manos de mis dos tías. ¿No le parece?—se puso de pie.
—Cualquiera de las dos opciones tiene el mismo resultado, así que no estoy tan segura. ¿Algo más?—me puse también de pie.
—Que se lo comenté a sus padres. Ellos manejan el hogar—me sonrió, más en un gesto asqueado, que otra cosa.
—Porque usted no puede hacerlo, ¿no? déjeme pensarlo y si veo que es conveniente doy la información—respondió sarcástica.
—Gracias igual, señorita. Aunque no sé cuál es el odio que siente hacia mí—
Se detuvo en subir las escaleras y me miró un segundo, en silencio. No respondió y terminó de subir, encerrándose de un portazo, como imponiendo una barrera entre los dos.
Bien hecho, Douglas. Está visto que no sabes tratar con mujeres.
—Diga—respondí a mi móvil, cuando lo escuché sonar desde el baño.
Estaba terminando de vestirme, para bajar a desayunar y ver que tal estaba mi abuela. Había pasado una noche durmiendo muy a gusto, si lo ponía así.
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CON EL CORAZÓN
Ficção AdolescenteUna joven enfermera, un oscuro pasado y el comienzo de un nuevo amor. Dulce María ha sido toda su vida una enfermera, no con título, se ha desempeñado en un centro para ancianos, junto a sus padres. Ahora con 23 años, tiene tantos conocimientos...