Era el idiota más grande de todo el mundo.
Confié en ella, le entregué mi corazón, ¿y era así como terminaba todo? ¿Argumentando que jamás sintió nada y que era solo por probar y pura curiosidad? Jamás quise tanto a una mujer, y jamás una me rompió tanto el corazón.
Mi abuela estaba consternada, durante el camino de regreso no me dijo nada, pero se asustó en más de una ocasión, porque me desconcentré y me cambiaba de carril en el auto. Por poco y chocamos en dos ocasiones. Al llegar a casa no soportó más mi silencio y me atacó a preguntas sobre qué era lo que estaba pasando entre nosotros. No le respondí y después de cenar me encerré en mi cuarto excusándome en tener mucho trabajo. No conseguí dormir en ninguna de las noches y fue ella la que se llevó la peor parte soportando mi mal humor. Buscó entre mis cosas y se confundió más al hallar el fajo de billetes que correspondía al costo de la visa y pasaportes.
— ¿Qué es lo que está pasando Douglas? Las cosas entre Dudi y tú no van bien, no duermes, te molestas con solo dirigirte la palabra, ¿y ahora un dinero que corresponde al costo de la visa y pasaportes? ¿Qué acaso le exigiste el dinero por la transacción?—
—Lo nuestro se acabó, no irá con nosotros a Canadá, no será tu enfermera más, y no seremos novios. Me cortó—levantó las cejas confundida.
— ¿Y qué le hiciste?—Me di la vuelta encarándola.
—Fue ella la que se negó a seguir, no yo. Argumenta que nunca sintió nada y que no va a volar a Canadá porque le asusta el país y el idioma—mi abuela se rió a las carcajadas.
— ¿Y le creíste? No puedes ser el hombre más zopenco del planeta, Douglas, o el más ciego tal vez. Esa chica te ama, no se habría entregado a ti de no ser así, conociste sus temores, sus traumas, y aun así se arriesgó. Algo tuvo que haberle ocurrido que la angustiara lo bastante como para alejarse de ti. ¿Se lo preguntaste?—negué—llámala hijo, habla con ella y averigua que ocurrió, que te diga la verdad al respecto—
Tomé el teléfono dudando un segundo, pero cediendo al final y marcando su número. No contestó ni a esta, ni a las veintinueve llamadas más que le hice. A mi abuela tampoco le respondió, y solo su madre nos dio razón de que estaba cansada y dormida, que llamara más tarde. Y al llamar más tarde, se excusaba argumentando que había olvidado decirle y que ya estaba en el hogar trabajando. Nos rendimos al cuarto día comprendiendo por fin, que en realidad no quería nada con nosotros.
Las semanas siguientes me dediqué por completo a dejar todo listo en el trabajo, presentar mi renuncia y cerrar los últimos casos de pacientes. Fui con mi abuela a cenar a casa de Marcos y en compañía de su esposa. Pero faltaba ella, y no solo en la cena, tambien en mi vida.
El día antes de marcharnos, y ya con todo listo, mis tías y primos vinieron a visitarnos y despedirse de su abuela. Marisela preparó una cena especial y tomamos unas copas de champagne. Cuando todos preguntaron por ella, mentí diciendo que tambien organizaba sus cosas para partir mañana, y que no había podido estar. Se fueron a eso de las once de la noche y fue después que mi abuela y yo pudimos descansar e irnos a dormir. Le di las buenas noches, un beso en la mejilla y me encerré en mi cuarto.
Busqué un libro para leer, y que hiciera llegar el sueño, pero no lo conseguía, todo me recordaba a ella, las sabanas, el baño, su habitación, incluso los libros que sabía, ella había tocado. Donde fuera que mirara estaba ella. Cerraba los ojos y la recordaba bajo mis brazos, suspirando y con la cabeza echada hacia atrás pronunciando mi nombre una y otra vez. Con su perfume a vainilla impregnado en mi nariz y nuestras manos entrelazadas sobre su vientre, una vez nos quedábamos dormidos.
Iba volverme loco, antes de que siquiera comenzara a olvidarla.
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CON EL CORAZÓN
Novela JuvenilUna joven enfermera, un oscuro pasado y el comienzo de un nuevo amor. Dulce María ha sido toda su vida una enfermera, no con título, se ha desempeñado en un centro para ancianos, junto a sus padres. Ahora con 23 años, tiene tantos conocimientos...