🌷Capítulo 21

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La cabeza me había comenzado a doler y culpaba a la pastilla que Alessandro me había dado. Él lo notó y me pidió disculpas por no haber pensado en eso. La bata ya picaba y todo mi cuerpo me pedía un buen baño. Por tanto movimiento en las últimas 48 horas de mí vida, la idea de un poco de agua cayéndome encima se pensaba mejor que nunca. Necesitaba hablar con Jacob y decírle donde estaba, para que pudiera venir a buscarme antes de que todo se saliera de control. El auto se detuvo frente a un inmenso portal de madera vieja y llena de enredaderas que la hacían parecer más abandonada. El chofer bajó la ventanilla y le dijo algo al hombre de la puerta que no pude entender. El portón se abrió con un chillido y entramos sin problema alguno. Las dos camionetas que nos seguían se desviaron por otro camino, mientras nosotros seguimos derecho hasta dejar atrás el camino de rocas y transpasar otro portón, menos viejo que el anterior.

-Aquí crecimos Melanie y yo.- señala el gran palacio que está frente a nosotros.

Es el sitio más grande que he visto en la vida. Es como toda una colonia unida y se quedaba corta.

-Parece un palacio.- murmuro asombrada.

Un hombre abre la puerta para ayudarme a bajar y lo hago, sin poder quitar la vista de la casa.

-Lo es. Mis padres lo compraron cuando yo era muy pequeño.- me sujeta de la mano.- El estilo victoriano me encanta y por eso la he conservado así.

Ah, el que parezca una casa abandonada y arcaica es parte de un estilo. Bien. Caminamos juntos hasta el interior. Es tan hermosa y tiene tantos detalles que deseo poder detenerme para verlos cada uno. En definitiva es un palacio, grita tesoros por cada rincón. Los pasillos son inmensos y tenemos que cruzar tres de ellos para llegar al salón principal. Melanie y Calvin ya están ahí, tomando lo que parece ser Té.

-¡Por fin en casa!- exclama Melanie con emoción.- llevaba años sin venir.

Calvin elevo su pequeña taza de porcelana hacia ella y después le regaló un beso en la frente, lleno de cariño.

-Calvin, necesito ordenar unos asuntos con Melanie. ¿Por qué no le muestras la casa a Mia?- Alessandro me pone frente a él, ofreciéndome.

Me remuevo incomoda, pero no puedo evitar sonreírle al anciano con empatía. Se levanta del sofá y se acerca lentamente.

-Andando, Blancanieves.- me toma del 
brazo.

Y seguimos con la princesa Disney...

Pienso en pedirle un celular pero algo me advierte que terminará diciéndome que eso sólo es decisión de su nieto y no de él. Así que pongo atención a lo que dice. Más que una conversación, él se la pasa balbuceando historias sobre su vida en esa casa y algunos significados de los extraños cuadros que emergen de las paredes. Al principio no me doy cuenta de lo que dice, pero casi enseguida lo capto. Él era dueño del palacio y al parecer los señores Mantwayer no compraron la casa como Alessandro acababa de decirme. No me permito nisiquiera respirar con fuerza para que no se detenga.

-Maryella era una hermosa mujer, de piel morena y ojos grandes. Era la metáfora perfecta de la realeza española. Éste palacio era de su propiedad, lo único que realmente era suyo. Lo único que pudo conservar cuando decidió dejarlo todo y espacar conmigo.
>teníamos veinte años y tuvimos que pelear demasiado para que su padre intercediera por nosotros y nos permitiera marcharnos sin más. Mi Maryella jamás volvió a pesar de las constantes amenazas de su familia. Y cuando nació Bellarmy, mi único y maravilloso hijo, supe que debía detener a esas personas que no paraban de cernirse sobre nosotros como sombras hambrientas. Me embarqué en ese terrible viaje sin retorno, donde podías conseguir poder, dinero y respeto sin mucha complicación. Solo así pude hacer que los Catalano se olvidaran de nosotros…

-¿Y así fue como se convirtió en un negocio familiar?- me atrevo a preguntar.

 Su lapsus se va por completo y me mira confundido. Los guardias de la puerta nos mira con amabilidad y Calvin los saluda, sin dejar de parecer perdido. Parpadea varias veces y después eleva sus brazos al cielo.

-Niña... ¡Pero sí tú no tienes ropa!- exclama.

Me envuelvo bien en mi bata y asiento avergonzada. Siento que llevo semanas con ella.

-¿Y por qué Alessandro no te dió un cambio de ropa en el avión?- me pregunta.

-Dijo que no llevaban.

-¡Oh, Alessandro!- niega.- Vamos, te daré ropa.

Caminamos dentro de la casa y me hace una pequeña reseña de la estructura hasta llegar al segundo piso. Cuenta las habitaciones, como sí no quisiera equivocarse. Me lleva hasta la número siete y la abre.

-Aquí hay demasiada ropa de mujer.- me sonríe- Pasa y ponte en confianza con todo. Vuelvo en un rato.

Sale de la habitación, dejándome sola. Hay muchas puertas y me doy a la tarea de descubrir cuál es el closet y cuál es el baño. Me sorprendo al darme cuenta de que también tiene un gran balcón, con vista al gran jardín trasero. La cama es inmensa y tiene un dosel dorado que la cubre majestuosamente. Busco el baño y cuando lo encuentro, no dudo en darme una ducha. El agua está calientita y los jabones huelen delicioso. No tardo mucho en salir del cubo de mármol con una toalla a mí alrededor. Me siento en la cama y reviso la herida de mi pierna. Me alegro de ver lo bien que está sanando. La venda estaba muy sucia, así que debí quitármela. Preguntaré donde conseguir otra. Le doy un vistazo a todo y mi corazón se acelera al ver el teléfono que está sobre la mesita de noche. Me pongo loca de la emoción al darme cuenta que funciona. Mis dedos marcan el número de Jacob con desesperación y me contesta al tercer tono.

 -Estoy en España.- susurro enseguida.- Es el palacio de la familia Catalano. ¡Alessandro tiene descendencia…!

Me detengo al darme cuenta que la llamada nisiquiera estaba corriendo. ¿Nunca sonó en realidad? Lo intento una vez más y nada. Cuelgo el teléfono furiosa y me dejo caer sobre la cama. ¡Estoy desesperada! Sí Alessandro se da cuenta de quién soy, va a matarme. No quiero eso. Quiero que la maldita semana pase en un suspiro y que pueda volver a mi casa, con mi familia… y Jacob. Se siente terrible no sentír la seguridad que Jacob me brindaba con solo estar cerca. El recuerdo de sus labios habían comenzado a desaparecer y eso me ponía muy mal. Quería volver con él. Tenemos una cita pendiente, y jamás desee tanto que se volviera realidad.




 
 
Jacob.

El panorama que estaba frente a mí, no ayudaba para nada a mí sentimiento de soledad. Los niños se paseaban de un lado a otro, riendo y jugando con sus padres. Las parejas caminaban lentamente, disfrutando de esa embriagadora sensación que te recorre de pies a cabeza con intensidad. Los químicos que suelta tu cerebro, esos malditos químicos que me estaban carcomiendo sin compasión.
Sí pudiera volver el tiempo atrás, detendría ese elevador y le suplicaría que no aceptara. Yo me haría cargo de todo. El dinero no sería un problema para mí, ni para ella. Juntos lo seríamos todo.
Cierro los ojos con fuerza y la imagino a mi lado. Su hermosa cabellera rubia, sus ojos azules, sus labios gruesos y su piel blanca…
Voy a buscarte, y cuando te encuentre, no dejaré que vuelvan a alejarte.

Cruel DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora