🌷Capítulo 28

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Me acomodo en la banca y veo a Fernanda jugar con los demás niños. Estos días han mejorado bastante y casi puedo apuntar que se ha tornado normal. Pero no para mí. Las ideas que han aparecido en mi cabeza se han negado a írse.  Me siento demasiado impotente, quisiera poder llevarla conmigo, pero no puedo. No en la situación que estoy. Pero sí estoy segura que cuidaré de ella, e incluso sí la llegaran a adoptar, me aseguraría de que la familia que lo haga, sea la mejor. Fernanda me busca con la mirada y hace unas señas que no logro entender.

-Sí te duele el brazo, no dudes en avisarle a Bruce o a cualquiera de las ancianas. Ellas me lo harán saber.- Alessandro mira su celular y después me mira a mí.

-¿Y por qué no me das un celular y así yo podría contactarte directamente?- le cuestiono.

Suspira con pesadez.

-No es seguro.- me da una mirada que me deja en claro que no se trata de eso.- Pero cuando vuelva, podrás contactarte con tu familia como me lo has pedido.

Había olvidado esa llamada. Su gesto se endurece poco a poco, brotando su mal humor. La intensidad con la que me mira hace que me cohíba. Es como sí pensara en que hacer conmigo. ¿En verdad lo estaría pensando? De ser así, no podía permitirlo. Necesitaba tiempo. Ellos vendrán por él y entonces yo seré libre. Me acerco con cuidado y de forma impulsiva, envuelvo mis brazos con cuidado alrededor de su estómago. Sólo debo esperar un poco más. Y más vale que esas estúpidas ideas de un mejor Alessandro desaparezcan cuando eso suceda. Podrá ser muy bueno todo lo que hace con el refugio, pero el resto… estaba mal. Sí yo le contara a Jacob o a cualquiera del FBI lo que he visto de él. Su buena voluntad y sus pensamientos amables, jamás me creerían y quizás, hace unos dias, tampoco yo lo habría creído.

-A veces me siento incómodo con lo mucho que me gustas.- suspira envolviéndome con sus brazos.

-El sentimiento es mutuo.- susurro, sintiéndolo una mentira a medias.

Lo suelto perezosamente y nos ponemos tímidos.

-Vete, ya te están esperando.- lo empujo hacía la camioneta.

-Adiós.- me da un beso rápido.

-Adiós.- se lo devuelvo.

Lo veo alejarse sonríente, dejando atrás toda duda y el mal humor. Yo me quedo parada, observándolo con una expresión igual de estúpida que la suya.

-¿Quieres jugar?- Fernanda aparece a mi lado.

Estoy apunto de aceptar, cuando otra idea cruza mi mente. Me arrodillo para estár a su altura y le hago una seña para que se acerque.

-¿Alguna vez has visto a Bruce o a las otras mujeres hablar por teléfono?- le pregunto.

Lo piensa unos momentos y se muerde el pulgar mientras lo hace. Pienso que fue una locura, pero entonces contesta:

-En la salita.- frunce el ceño.- Aunque ninguno de nosotros puede entrar.

-Muy bien. ¿Y en que parte está la salita?- echo un vistazo a mi alrededor.

Pasa por su proceso y me sonríe.

-Junto a la habitación de juegos.- se cuelga de mi cuello y me planta un beso suave.- ¿Quieres que te lleve?

-No. Tu sigue jugando, pero recuerda que esto es un secreto.- le hablo cómplice y ella me sonríe emocionada.

Le doy un beso en la frente y se va corriendo detrás de los demás niños. El viento comienza a soltarse con fuerza, advirtiendo que se acerca una tormenta. Las ancianas están disfrutando de los últimos momentos del sol y eso me da luz verde. Entro a la casa y prácticamente corro hasta la habitación que me ha dicho Fernanda. En el camino me detengo en la habitación donde me quedo para adueñarme de un abrecartas que está en uno de los cajones. No sé sí la puerta tenga seguro y sí lo tiene, Jacob me enseñó a abrírla con un pequeño cuchillo. Así que el abrecartas servirá.

Cruel DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora