🌷Capítulo 31

8.3K 700 93
                                    

¡¿Qué estoy haciendo?!

¿¡Salgo corriendo!?

¡¿Y sí finjo que me desmayo?!

Eso no será mentira sí continúo así.

Esto no estaba en el plan, pero yo me había mentalizado para cualquíer cosa. Incluso morir sí debía hacerlo. Me había quedado sola y ahora me tocaba nadar con la corriente sí quería volver a ver a mí familia. La real, la que me hacia sentír segura y querida, no la que tuve que inventar para que Alessandro no preguntara por ella al punto de no importarle su asistencia. Mi madre solía decirme que sí juegas mucho tiempo con el lobo, te confiarías hasta el punto de creer que no te atacaría. Pero un día… lo haría. Así me sentía. Jugaba con mi confianza, al depositarla en la persona que tarde o temprano, entregaría al hombre del que me enamoré en el preciso instante que lo ví entrar a la cafetería.

-Respira…

Hago exactamente lo que me dijo Hilary y trato de controlarme.

-¿Nerviosa, eh?- sonríe Bruce.- Es normal. En unos minutos serás la señora Mantwayer y apuesto que eso debe pesar mucho.

Abro los ojos aterrada, al escuchar el entorno que me espera. Aunque cuando pongo la cabeza fría, me doy cuenta que todo es una simple ensoñación. Mia es quién se enlazará con Alessandro, no Betthany. Ella está a salvo.

¡Pero eso no tiene sentido sí somos la misma persona!

-¡Simplemente perfecta!- chilla Alice, apunto de llorar.

Le sonrío histérica y  me atrevo a observar mi reflejo en el inmenso espejo. Sólo hubo una semana para preparar todo y lo agradezco, porque de haberlo pensado demasiado, habría escapado. Fui incapaz de poner mi opinión en algo de lo que se haría, escudándome en mí mal gusto y dejando el paso libre a Melanie. Que a pesar de tener un tiempo inexistente, había prometido maravillas. Lo único que pedí, fue que el vestido fuera sencillo. La delgada tira de encaje que se posaba sobre mis hombros, la abertura en V que también estaba cubierta de bordado y la tela recta que me abrazaba las piernas, con una sobria hendidura en la pierna derecha, me parecía suficiente. No había velo, sólo una tiara que me habían obsequiado las ancianas. Y el ramo, era un manojo de mini calas, hechas por los niños del refugio. Todo era maravillosamente llevadero. 

-Alessandro tiene suerte de tenerte.- susurra Hilary.

Trago grueso y controlo el ataque de verdad que amenaza mi vida.

-Estoy lista.- suspiro

Salgo de la habitación lentamente, dirigiéndome hacía el jardín. Me detengo al comienzo del pasillo como me dijo Melanie y cuando el violonchelo comienza a sonar, sé que debo avanzar. Dos hombres de traje, abren las cortinas que me separa del resto. Todos los presentes voltean a verme y me pongo nerviosa. No creí que fueran a asistír tantas personas. El pasillo está repleto de rosas, que te conducen hasta el gran árbol de wisteria blanca. Dónde me espera él. Con cada paso que doy, mi corazón late más fuerte. No soporto todas las emociones que me están atormentando.

No es desagrado.

No es desilusión.

No es dolencia.

No es remordimiento.

Pero tampoco es felicidad.

Los papeles que firmaré llevan el nombre de "Mia Black", y esa no soy yo. Pero algo dentro de mí, siente todo real. Quizás porque de alguna manera, sí estoy casándome. Camino otro poco, y me permito poner la vista en la persona con traje gris, que se encuentra mirándome con una sonrísa en el rostro.
Sin poder evitarlo, le devuelvo la sonrísa.
Cuando estoy a su lado, extiende su mano y yo la sujeto con fuerza. Mentiría sí dijera que fuí consciente de lo que dijo el hombre que ofició la boda. Sólo era capaz de concentrarme en la calidez de la mano de Alessandro y su respiración calmada. ¿Yo sentía alguna pizca de culpa? En definitiva la sentía. Jugar con el matrimonio, era algo muy bajo para mí, pero ya no podía echarme para atrás. Cerré los ojos un momento e inspiré el maravilloso aroma de mi futuro ilegítimo esposo. Siempre era una maravilla.

-Ahora los votos.- pidió el hombre.

¿Votos? Yo no hice nada de eso, ¿o sí?

Alessandro comenzó a hablar fuerte y claro, como sí realmente sintiera cada una de las palabras. La intensidad de su mirada me puso muy mal. ¿Qué se supone que estamos haciendo? La sortija de oro, resaltó al tacto con mi piel pálida.

-Ahora tú.

Tomé la sortija que Melanie me ofrecía y no pude evitar mirarla con nervios. Notó mi vacilación y articuló un: Lo que sientas. Mucha ayuda, por supuesto. Miré a Mantwayer por un momento y comencé a ponerle la sortija, pero no pude hacerlo completamente. Me quedé quieta al darme cuenta que no estaba diciendo nada. Volví a sacarle la sortija y eso lo desconcertó. ¿Qué estaba haciendo?

-Yo, Be-Mia Black…- titubeo.- Te acepto a ti como mí esposo, con tus virtudes, que vaya que son muchas.- señalo a los niños y todos ríen.

Bien, pues lo que sienta…

-Te acepto con tus defectos, que también son considerables.- susurro con la voz quebrada.- Para cuidar de ti, y amar cada uno de ellos.

Pongo la sortija en su sitio y juro por mi vida, que pude sentír esa conmoción de alianza. Nos miramos a los ojos y pude notar una extraña actitud en él. Era como sí pudiera ver atráves de mí.

-Hasta que la muerte nos separe.- finalizo.

Sus manos me sujetan el rostro con fuerza y me atrae a él para poder besarme. Las últimas palabras del cura ya no valen nada.

Sólo somos él y yo.

-¡La bella y la bestia se han casado!

Nos separamos mientras reímos fuerte al escuchar los gritos de emoción de los niños. Las personas aplauden y enseguida tengo a Fernanda abrazada a mí.

-Estoy muy contenta, Mia.- mueve su moñito que lleva en la cabeza.

Me inclino para abrazarla. Me encanta tenerla aquí, al igual que a los demás niños.

-Vamos.- me habla Alessandro, sujetándome de la cintura.

Camino a su lado, recibiendo felicitaciones de todas las personas que no conozco y que resultan ser viejos amigos de la familia y algunos socios. Caminamos con todos hasta le carpa. Las decoraciones no cambian mucho, con excepción de que el dorado hace juego con el blanco. Hay pirámides de flores por todos lados y las mesas cuadradas rodean la inmensa pista de cristal que está en el medio. Todo el sitio huele increíblemente. Todas las personas ocupan sus respectivos lugares, incluyendo los niños. Melanie nos pide que nos quedemos quietos varias veces para que el fotógrafo nos retrate. La música suena, poniendo todo en armonía.

-Dios mio, jamás creí verte casado.- suspira extasiada.- Ahora vamos, tengo muchas cosas que mostrarles. Todo les encantará.- nos asegura.

Nos tomamos de la mano y caminamos detrás de ella. Dejando que nos guie. La fuerza con la que me sujeta, es muy agradable. Puedo sentír la sortija en su dedo y la felicidad que irradia. Levanto la cabeza para mirarlo y él baja un poco la vista para hacer lo mismo. Sonrío al ver el brillo en sus ojos. Esos ojos, que me advierten... serán dolorosos.
 

Cruel DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora