🌷Capítulo 34

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Jacob.

-¡Jacob!

Paro en seco al escuchar a Gissel gritando detrás de mí. No tenga una pizca de humor para nada. Siento que voy a explotar.

-No puedes fiarte en una mujer ebria.- intenta calmarme.

Bateman sale del club, con dos hombres armados de cada lado. Balbucea unas maldiciones y pelea furiosa cuando una chica bajita intenta meterla a la camioneta. Sujeto a Gissel con fuerza del brazo y la llevo hasta el callejón de la esquina. Mi celular suena y lo contesto de mala gana. Paul me pide confirmación de que Melanie Bateman está en el club, pero lo niego.

-Se ha ido hace un instante. Estaba muy resguardada por sus escoltas.- busco en mi saco los cigarrillos que guardé.- En una hora los veré en el Motel para contarles lo que averiguamos.- cuelgo.

Enciendo el cigarrillo y le doy dos buenas caladas para poder relajarme. Gissel por primera vez en mucho tiempo, se queda callada sin hacer ningún comentario mordaz o sin burlarse del dolor ajeno con la mirada. Es más agradable de esa manera.

-¿Haz escuchado eso de qué los niños y los ebrios dicen siempre la verdad?- la miro con dolencia.

La tenue luz azul de los letreros me da justo en el rostro, así que bajo la cabeza. No entendía que pudo haber sucedido en Mantwayer como para proponerle matrimonio a una completa desconocida y a Betthany para aceptarlo. Eso era muy extremo. Y desagradable. Sí no me gustaba imaginarla cerca de él, mucho menos caminando hacia el altar. Estaba perdiendo la cabeza.

-Mia se ha comprometido con Mantwayer, no Betthany.- me recuerda.

Mi estado de ánimo se eleva de golpe al darme cuenta que así es. Me estoy preocupando por nada. Betthany debió pensarlo todo antes de aceptar. Ella sabe lo que hace. Por favor, que todo llegue a su fin lo más pronto posible. Me muevo incomodo cuando mi cuerpo entero comienza a dormirse. Estoy muy ansioso, y quizás se deba a las inmensas ganas de salir corriendo a buscar a Betthany. Aunque deba recorrer todo un continente.

-Pronto la tendrás contigo.- promete, sonando algo incomoda.- Sólo debes ser paciente.

Le paso el cigarrillo, pero ella no lo acepta. Puedo sentír su mal humor, y la desilusión. No me gusta su actitud, pero no puedo evitar sentirme atraído por su ferocidad. Es una mujer increíble, pero no puedo ni imaginármela de una manera diferente a la profesional. A pesar de desearlo, muy interiormente. Pasa su peso de un pie a otro y comienza a caminar hacia el auto. Vuelvo a bajar la cabeza y le doy la última calada al cigarrillo. Lo tiro al piso y lo deshago con la punta del zapato. Primero reconozco el sonido que emiten sus tacones, y al levantar la mirada, ya la tengo frente a mí. Respira muy agitada y se mueve nerviosa. Me enderezo enseguida, preguntándole qué le sucede, pero como respuesta, se lanza sobre mí.
 
 
 





Betthany.

-¡Eres un grosero!- le grito encrespada, limpiándome la espuma del rostro.

Alessandro suelta unas buenas carcajadas y se acomoda de nuevo en la bañera. Sus grandes ojos, brillan divertidos. No puedo evitar sentírme de la misma forma, una vez más. Su humor siempre es muy contagioso. Había estado un poco disperso, recibiendo llamadas todo el tiempo,  que al parecer siempre eran malas noticias. Hasta que de un momento a otro, dejó a un lado el celular.

-Tú me lanzaste fragancia en la boca.- me recuerda

-¡Porque le pusiste sal a mi café!- defiendo mi acción.

-¡Oh! ¿Debo recordarte de que manera me despertaste ayer?- eleva una ceja.

Estoy apunto de replicar, pero sé que fui desconsiderada. Nos miramos unos momentos en completa seriedad, hasta que el recuerdo de Alessandro asustado por el sonido de la cuchara, chocando contra la tapa de una cacerola me hace soltar una carcajada.

-Eso creí.- sonríe y me atrae hacia él.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y recargo mi frente a la suya, disfrutando de su respiración pausada. Soy una completa idiota al haberme dejado llevar por las emociones, pero todo ya era incontrolable. Había decidido no darle más vueltas al asunto de la policía. Ellos no estaban ahí conmigo, sólo estaba Alessandro, y eso me agradaba. Yo cumplí con mi parte del trato. En poco tiempo, escucharon información que necesitaban para poder tener a Mantwayer en su lista, pero no era mi trabajo hacerlo caer. Lo único que en realidad llegaba a atormentarme del FBI, era el recuerdo de Jacob. Eso sí me aturdía.

¿Me perdonaría? Esperaba que lo hiciera, porque no quería disipar lo que fuera que tuviéramos.
¿Alessandro me perdonaría también? ¿O acabaría conmigo como lo había pensado?

Odiaba pensar en las cosas agobiantes. Prefería quedarme con las partes buenas. Con el Jacob sarcástico y lleno de vitalidad, el único con la paciencia de entrenarme por horas y mostrarme una pequeña parte de lo que él significaba. El Jacob con la expresión amable y el instinto de protección más magno que conocí. Un maravilloso recuerdo del único roce de nuestros labios, que dejó expectativa para el futuro. Y de Alessandro. Era más sencillo quedarme con su sonrisa que transmitía adrenalina pura y sus ojos que paralizaban de una manera adictíva. La diversión que albergaba en su interior y el tacto que poseía para vincular con todas las personas que lo rodeaban. Me quedaba con eso.

-Eres hermosa.- susurra.- Estoy muy agradecido de tenerte en mi vida, Betthany.

Abro los ojos horripilada por lo que acaba de decir. ¿¡Qué!?

-¿Cómo acabas de llamarme?- le pregunto, sintiendo un nudo en la garganta

Ladea la cabeza lentamente, inspeccionándome. Me alejo poco a poco y él lo permite. Puedo sentír el frío del metal atravesarme el pecho. Por favor, que hable ya. Parece pensarlo un momento y baja los hombros, poniéndose cómodo.

-Mia.- contesta.- Te llamé Mia. ¿Todo en orden?

Los ojos me pican y la garganta comienza a quemarme. ¿Qué fue eso?

-¿Quieres salir de aquí?- me pregunta

Acepto y salimos de la tina, dejando el momento de felicidad flotando exánime en el agua caliente. Dejando la cruel sensación de la culpa y la desesperanza. Me envuelvo en la bata y me voy hasta la cama, para poder ocultar mi paranoia debajo de las fundas.
Me adhiero a la cama y Alessandro se acuesta a mi lado, abrazándome. Su simple aroma me tranquiliza y relaja. El soporte que me da, es doloroso, porque algo me sugiere que no va a ser duradero. ¿Me lastimaría sí el día que se entere de todo, me aborreciera? ¿Soportaría verlo detrás de una celda o en un féretro? Elegiría millones de veces más, que Alessandro me odiara pero que siguiera con vida, a que no consiguiera volver a verlo. Porque siendo sincera, conmigo misma, no me gustaría.

-No quiero perderte.- admito en voz alta.

-No lo haras.- asegura.

Sé que lo haré, pienso desconsolada.

Cruel DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora