4. Muerto de hambre

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POV Bill

Me desperté con mucho ruido. ¿Pero qué cojones pasaba? Abrí los ojos dispuesto a ver a que se debía tanto ruido cuando de repente vi al puto muerto de hambre en mi camarote con un carrito de limpieza... La madre que lo parió. Me hirvió la sangre, ya de por si tenía un mal despertar para que encima me despierte el tontopollas este, así que exploté.

-¿¡SE PUEDE SABER QUÉ MIERDA ESTÁS HACIENDO AQUÍ, PUTO MUERTO DE HAMBRE!? - el chico dio un respingo... La verdad es que hasta yo me sorprendí de la fuerza con la que había gritado.

-Lo lamento muchísimo, señor. No estaba el cartel de "No molestar" colgado. Si no está ese cartel colgado, se supone que podemos entrar en las habitaciones a limpiar.

Le miré con una ceja alzada. Este tío es tonto. ¿O sea qué me había despertado para limpiar el puto camarote? Este se iba a cagar. Se me ocurrieron un par de cosas. ¿Quería limpiar? Muy bien.

-La próxima vez, llama a la puta puerta, imbécil. Me importa una mierda que esté o no el puto cartel.

-Claro, señor, reitero mis disculpas. Me retiro y vuelvo más tarde.

-No, no , limpia ahora -cogí la botella de agua y dejé caer al suelo todo el contenido de esta mirándole fijamente con una sonrisa burlona en la cara. No sabes dónde te has metido, chaval.- Uy, qué torpe soy. Ahora tendrás que limpiar más.

El tío se puso de rodillas y empezó a limpiar el estropicio. Joder, cómo disfrutaba. Es que a quien se le ocurre despertarme de esas maneras. A Bill no se le hace eso, no señor. Empecé a reírme a carcajada limpia al ver la cara de asco que puso cuando encontró el pañuelo lleno de semen que deje caer anoche. Vamos hombre, como si él no hiciera esas cosas. Me estaba divirtiendo mucho.

Cuando terminó, se me ocurrió restregar un bollo de chocolate por la pared y tirar un cajón lleno de joyas. Ahora era el momento de comprobar si aparte de muerto de hambre era un ladrón. Para mi sorpresa, lo recogió todo, no faltaba ni una joya.

Al cabo de un rato, me di cuenta de que me estaba mirando la entrepierna. Cierto es que no me había vestido. Me entraron ganas de reírme. ¿Ahora me miraba? Pero si le propuse pasar un buen rato y se negó... Bueno, bueno, parece que al muerto de hambre al final le iban los tíos.

-¿Te gusta lo que ves? -le miré con media sonrisa dibujada en la cara.

-No sé de qué me habla. -se estaba poniendo rojo.

-Ya... Me estabas mirando el paquete.

-No lo hacía.

-Sí, lo hacías. Y no me taches de mentiroso, que llamo ahora mismo a tu jefe. Lo hacías. ¿Te gusta lo que ves?

-Ha sido un acto reflejo. Usted estaba desnudo y es normal que se te vaya la vista cuando una persona está desnuda.

-Ya... -sonrió de lado- No te creo -Dios como disfrutaba torturándole. Él se encogió de hombros y se dispuso a salir del camarote. ¿Ya estaba? No, que me estaba divirtiendo. Lo que hice a continuación lo hice sin pensar. Le puse la zancadilla y se cayó, pero con tal mala suerte que se le salió el hombro. Ups...

-Hay que ver qué torpe eres... -salió del camarote sin decir nada más. No quería reírme, pero en verdad era bastante torpe el tío. Caí en la cuenta de que aún no le había preguntado como se llamaba... Bueno, ya lo haría en otro momento.

Después de hacer el vago un rato en el camarote, miré la hora en mi móvil. Ya era la hora de comer. Me puse unos pantalones negros pitillos, por supuesto, y una camiseta negra de tirantes. Me dejé el pelo despeinado y me puse las gafas de sol.

Against the oddsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora